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Aznar ha vuelto a mandar en el PP

Aznar niega conocer a Correa, que hubiera 'caja b' en el PP y que cobrara u ordenara sobresueldos ilegales

Carlos Elordi

“No me arrepiento de nada”, “El PP no es un partido corrupto”. Son los gritos de guerra del Aznar que vuelve. A por todas. A colocarse a la cabeza de su partido, aunque formalmente no tenga títulos para hacerlo. Pablo Casado y los suyos no se lo van a impedir. La recepción que tributaron al expresidente a su llegada a la comisión de investigación del Congreso fue muy elocuente en ese sentido. Casi se pusieron a sus pies, admirados y serviles. Están felices de que vaya a mandarles. Porque él les da la fuerza de la que carecen. Aunque esta nazca de la mentira y la desfachatez.

Ese es el enjuague, el sentido del espectáculo antidemocrático e incivil de este martes en nuestro parlamento. Estaba perfectamente preparado, hasta la última coma: es sabido que Aznar no sabe improvisar y que hace el ridículo cuando lo intenta. Quería que ocurriera eso, quería transmitir lo que transmitió. Que el PP sólo puede recuperarse negando todo lo que le ha ocurrido en estos últimos años, borrándolo como si nunca hubiera existido. Y que sólo él puede hacerlo… de cara a los suyos.

Muchos militantes, simpatizantes y cuadros del PP habrán respirado aliviados. “Por fin alguien se atreve a plantar cara de verdad”, a pasarse por el forro las buenas formas democráticas que nunca han ido con ellos. Llevan años viendo como Rajoy, que para ellos fue siempre un tibio o un calzonazos, navegaba a tientas en medio del temporal de la corrupción sin saber cómo iba a salir de él. Sin mostrar el mínimo coraje para dar un golpe encima de la mesa, que era lo que a ellos les hubiera gustado aunque en el fondo sabían que no podía hacerlo.

La sentencia de Gürtel fue el punto de ruptura. No sólo porque dejaba muy mal parados al anterior líder y a los suyos y porque propició la moción de censura, sino también porque en el terreno interno abría una nueva fase. Rajoy había perdido, el nuevo tiempo era de otros. Aunque quedaran aún unos cuantos procesos pendientes, aquella sentencia acababa políticamente con el problemón que la corrupción había supuesto para el PP. El drama concluía ahí, como deben concluir los dramas. Con perdedores sobre los que recaen todas las culpas.

Rajoy abandonó la escena de la noche a la mañana porque comprendió que, tras varios años de guerra, Aznar le había ganado. Encerrado durante horas en aquel restaurante de Madrid debió de reconocerlo sin paliativos ante quienes le escuchaban. Y Casado machacó en el Congreso del PP a su más fiel seguidora, Soraya Saénz de Santamaría, porque quienes le votaron sabía que Aznar estaba detrás de él. Y en aquel congreso no se habló de corrupción ni de regeneración. Eso había que quedado atrás. Ahora solo importaba la recuperación. Cómo parar al Albert Rivera que se estaba haciendo con una parte cada día mayor del electorado del PP.

Dos días después de aquel congreso, Pablo Casado se reunió durante más de dos horas con José María Aznar. Y nada menos que en la sede del PP de Madrid, que el expresidente no pisaba desde hacía años. Fue otro paso adelante. Pero faltaba la sesión de este martes para completar el desembarco.

Ahora hay pocas dudas de que éste ya se ha producido. Aznar ha vuelto para mandar. Lo confirma más que nada el tono de su intervención. Insolente, agresivo, de jefe de centuria, que la muchos veteranos les sonará, aunque no pocos esperaban que se hubiera acabado para siempre. No fue el tono de alguien que quería salir lo menos malparado posible de una comisión de investigación, sino el de alguien que estaba diciendo a los cuatro vientos “aquí estoy yo” y que se preparen los demás. El “a mí no me importa nada su populismo” y “ustedes son un peligro para la democracia” que le espetó a Pablo Iglesias fue toda una declaración de principios.

Si las cosas ocurren según la lógica que hasta ahora se ha observado, Aznar habrá logrado hacer –seguramente ya lo está haciendo– lo que se propuso hace 14 años: mandar en el PP sin ser formalmente el jefe, ser el padrino y no el presidente. Puso a Rajoy para realizar ese plan –debió de pensar que estando él detrás no hacía falta que fuera un genio– pero él mismo lo arruinó con su irracional actuación tras los atentados de Atocha. Cuando Rajoy perdió por segunda vez las elecciones, pergeñó con Esperanza Aguirre la operación destinada a cargárselo. Pero le salió mal.

Y Rajoy se rehizo. Y Aznar tuvo que esperar años, haciéndole todo el daño que pudo, a que la corrupción que había florecido justo cuando él mandaba, antes de 2004, y de la que él era obviamente el máximo responsable, ahogara a su sucesor. Triste sino el de Rajoy.

Habrá que ver ahora cómo se va a concretar todo lo anterior. Primero, todo indica que Casado saldrá bien librado de la prueba del Tribunal Supremo. Y si no es así no dimitirá, como ya han anticipado los suyos. Porque lo dicen las normas del partido y porque estará ahí Aznar para cubrirle las espaldas. Segundo, el PP va a pasar a la ofensiva, ya lo está haciendo. Para hacer la vida imposible al gobierno socialista y para frenar a Ciudadanos. De que Aznar y sus asesores tienen recursos para atacar al PSOE y para levantar la bandera de España con tanta o más fuerza que Albert Rivera caben pocas dudas. Está también claro que viene con ganas, se vio en el Congreso. El que hasta hace pocos meses su FAES apoyara a Ciudadanos contra Rajoy no tiene por qué ser un límite en ese empeño. Aznar sabe cambiar de discurso como de camisa. Y no cabe descartar que más de uno de los que estaban pensando votar a Cs por su firmeza nacionalista prefiera volver al original. Rivera tiene un problema.

Veremos qué pasa. Porque Aznar tiene muchos puntos débiles. Sus andanzas en el mundo de los ultra-ricos es uno de ellos. Su pasado político, también. Por Gürtel y por otras cosas que pueden ser peores. Pero también porque cometió errores que no pueden permitir a un político. La gestión política de los atentados de 2004 fue uno de ellos. Creerse que era un divo internacional, un aliado privilegiado de Bush hasta el punto de ir con él a la guerra de Irak, otro. Tal vez más gordo y que no le perdonaron muchos de los suyos. Es un tipo que se envanece, que se cree su propia propaganda y que piensa que mucho más de lo que es. Eso es peligroso.

Como lo es también que sea un ultraderechista. Quienes no entendían por qué los sondeos españoles no detectaban esa corriente que crece en todo occidente seguramente verán más claro dentro de poco. La extrema derecha está dentro del PP y es muy posible que salga pronto a la luz, con más o menos ambages ¿Hasta el extremo de sumarse al pacto que ha orquestado la ultraderecha europea con Salvini y Orban a la cabeza? Habrá que verlo, pero por el momento, los diputados del PP no han votado contra el líder húngaro en el Parlamento Europeo.

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