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La brecha de 299.946 euros de las “chicas o féminas”

Los capitanes de los equipos masculino y femenino del Atleti, junto al presidente del club, Enrique Cerezo, y la Alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Imagen: Atlético de Madrid

Ruth Toledano

El otro día se celebró por todo lo alto la Copa de la UEFA que ganó el equipo de fútbol masculino Atlético de Madrid. Como viene siendo tradición, las calles del centro de Madrid fueron cortadas para recibir a los jugadores en la plaza de Neptuno. A golpe de megafonía, Madrid recibió a “sus héroes”, tal y como los denominó el portal de la propia UEFA. En la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles, donde se aloja el Ayuntamiento de Madrid, con las autoridades deportivas y municipales se encontraban también las jugadoras del Atlético de Madrid femenino, que este año han sido campeonas de la Liga Iberdrola. Nadie las ha calificado de “heroínas”, ni siquiera Enrique Cerezo, presidente del club, que les dirigió unas palabras. De hecho, ni siquiera supo cómo referirse a ellas, según él mismo confesó.

El presidente del Atlético de Madrid dijo, refiriéndose a las deportistas: “Ya no sé si decir chicas o féminas o algo, porque eso del #MeToo me tiene muy preocupado”. Las palabras clave de su frase son “algo” y “eso”, pero vamos a centrarnos en lo fácil. ¿“Chicas o féminas”, señor Cerezo? La palabra “chicas” puede tener un pase, siempre que usted también se refiera como “chicos” a los jugadores de su club, y teniendo en cuenta que la mayoría de las personas que se dedican al deporte profesional son jóvenes. Pero, ¿“féminas”? ¿Usted utiliza esa palabra en su vida cotidiana para referirse a las mujeres? ¿Qué tal, precisamente, mujeres? Y, más allá de “chicos”, si es que usted usa ese término, ¿cómo se refiere a los jugadores masculinos de su club? Sospecho que ni siquiera como “hombres” sino, simplemente, como “jugadores”. ¿Qué tal, entonces, “jugadoras” para las que forman parte de su equipo femenino?

Puesto que ese equipo de fútbol fue conocido como Atlético Féminas (aunque ya no se llama así sino Club Atlético de Madrid Femenino), no habría demasiado problema en llamarlas así, pero el señor Cerezo tuvo dificultades. ¿Por qué? Pues porque en su discurso la palabra “féminas” iba con un indisimulable retintín machista. Por eso no es de extrañar que equiparara con la palabra “algo” el término que buscaba sin éxito para referirse a las jugadoras. Por eso no es de extrañar que al presidente futbolero le preocupe el #MeToo. Por “eso”. No sé si el señor Cerezo sabe latín, pero excusatio non petita… Sí, hay muchos hombres poderosos y machistas preocupados con el #MeToo. Ellos sabrán por qué. Nosotras también.

Por supuesto, no tardaron quienes quisieron justificar sus palabras como sacadas de contexto o malinterpretadas. Pero por detrás de las palabras, por detrás de féminas y de héroes, hay algo que ilustra la indignación: las futbolistas del Atlético de Madrid han ganado 54 euros de prima por el triunfo en la Liga Iberdrola. Los jugadores del Barça, triunfadores masculinos de esa Liga, se llevarán una prima de 300.000. Hay un brecha de género en el deporte que solo en este ejemplo asciende a 299.946 euros. Por eso los términos, las palabras significan tanto. La diferencia entre lo que ganan ellas y ellos es tan ilustrativa -por abismal: por humillante- que no caben bromas ni ironías. Hacerlas es humillar aún más a las mujeres.

El Atlético de Madrid ha destinado un total de 1.352,28 euros en concepto de prima a su plantilla de fútbol femenino. Así lo estipula la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), un ámbito para el que encontramos sin problema las palabras adecuadas: androcéntrico, machista. Al perecer, bastante hizo ese club con invitar a las jugadoras a celebrar los triunfos atléticos, teniendo en cuenta que otros clubes, como el del Real Madrid, ni siquiera tienen equipo femenino. Quienes entienden de distintos clubes futboleros han valorado el gesto del Atlético, a pesar del sesgo de su presidente. Sin embargo, son los sesgos los que generan que la situación de las deportistas se mantenga en la precariedad y que el prestigiar sus victorias se quede en meros gestos. La Medalla de Oro de Madrid que acaba de recibir el equipo femenino de hockey hierba Club de Campo no supone un gesto del Ayuntamiento, sino la puesta en práctica del sesgo feminista de la corporación de Carmena. Son los sesgos los que cambian, o no, las cosas. Por eso Carmena, en la recepción a los equipos del Atlético, se dirigió tanto a ellos como a ellas: “Queridos, queridas, campeones y campeonas...” 

La discriminación patriarcal de las mujeres en el mundo del deporte es clamorosa. No hay más que comparar esas primas, que no son sino el resultado de un sistema que humilla a las mujeres: “El trato discriminatorio que dispensa la institución deporte a entrenadoras, árbitras, técnicas, médicas, directivas y, sobre todo, a las deportistas es impensable en otras esferas y abarca desde las niñas en el deporte en edad escolar hasta las deportistas de élite. Las federaciones y los clubes incumplen las leyes de igualdad. Además, atentan contra los derechos humanos de las deportistas, a través de prácticas antiguas y normalizadas como el acoso y abuso sexual o de otras de nuevo cuño como la lesbofobia o la utilización de su cuerpo como reclamo sexual”, denuncia Matilde Fontecha, doctora en Filosofía, licenciada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, y autora del libro El deporte se instala en las cavernas de la igualdad, publicado por la editorial Bernilde. Discriminación, acoso, abuso sexual, lesbofobia… Como para que los machos del deporte no estén preocupados por el #MeToo.

En esa brillante entrevista publicada por eldiario.es Fontecha señala las razones del sometimiento de las deportistas a las estructuras de poder patriarcal que sustentan el mundo del deporte, el porqué les está costando tanto empoderarse, tal y como como están haciendo las mujeres en otros ámbitos. La principal de esas razones es que les resulta materialmente imposible profesionalizarse, dada la desigualdad en la remuneración que perciben incluso las mujeres que entrenan y compiten a un alto nivel. Una desigualdad de recursos que comienza para las niñas deportistas en la etapa escolar. Vaya este retrato del contexto en el que juegan las mujeres para quienes aducen que el fútbol es un negocio y que los hombres ganan más porque llenan los estadios y venden camisetas con sus nombres.

Para acabar con la discriminación, dice Fortecha, “no hay que inventarse nada, se trata de que las instituciones deportivas cumplan las leyes de igualdad. Empezando por que el Consejo Superior de Deportes y demás entidades dediquen la mitad del dinero público al deporte practicado por mujeres”.

Así de simple. Tan simple como la diferencia entre “algo” y un héroe. Tan simple como llamar mujeres a las mujeres, deportistas a las deportistas, futbolistas a las futbolistas. Tan simple como hacer la cuenta entre 54 y 300.000 euros.

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