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Sí, todos somos machistas. Y tod@s somos nacionalistas

Dos amigas se dirigen a una manifestación portando una estelada independentista y una bandera de España

Suso de Toro

Hace unos días Ignacio Escolar publicaba aquí un artículo sincero y muy valiente intelectualmente: hacía un análisis autocrítico de su propia vida y concluía reconociendo que él era también machista. Y es que nadie vive en un lugar etéreo o abstracto sino en una sociedad donde siempre hay una ideología dominante y sabemos que es dominante precisamente porque justifica el estado de cosas que se nos aparece como “lo normal”, “lo nuestro”, “lo natural”, aunque realmente expresa la organización social y el sistema de poderes establecido.

Desde luego yo también soy machista: recuerdo perfectamente cuando, en la organización en la que militaba entonces, se me obligó a ver y las resistencias intelectuales que opuse a reconocer aquella realidad en la que vivía y no veía. Y, más de cuarenta años después, sigo siéndolo porque, digan lo que digan, en tanto que varón formo, parte del sistema de resistencias para que las mujeres construyan y vivan en un mundo que no les sea hostil. No me quisiera engañar, todo lo que ellas avanzan y ganan es a expensas de lo que nosotros hemos heredado y cuando nos obligan a compartir con ellas lo que detentamos eso es lo que perdemos (Ya sé que hay beneficios de otro tipo, morales, pero reconozcamos que no cotizan muy alto).

Por eso ellas no precisan de nosotros, al contrario, y lo están demostrando. Si no olvidan lo importante, y lo importante hay que buscarlo siempre en el origen, nada las parará. Nada las detendrá si no olvidan quienes fueron sus antepasadas, las obreras que lucharon por sus derechos agrupadas en los sindicatos y el Partido Socialista norteamericano, cuando había partidos socialistas.

Sí, ese día al que acabaron apuntándose hasta las mujeres de Ciudadanos y del Partido Popular, es el Día de la Mujer Trabajadora y se fundó con sangre de obreras. La jornada y lo que le rodeó tuvo un aire inocente de reivindicación general de los derechos de la mujer y fue un éxito, consiguió ser bastante transversal socialmente, el mensaje llegó a mujeres ricas y pobres, fundamentalmente urbanas, y también fue intergeneracional.

Ese carácter general y abierto del mensaje fue lo que permitió que se expresase el descontento social y la nueva conciencia que se ha ido fraguando de muchas mujeres. Si se hubiese limitado a su origen de obreras no habría tenido ese éxito, pero fueron las trabajadoras quienes le ofrecieron ese día a las demás mujeres, si se olvida eso se perderá algo importante.

Interesa como una reivindicación que era minoritaria fue celebrada prácticamente por todo tipo de gente, excepto una minoría rancia y caricaturesca de habitantes del búnker. Seguramente es debido a la creencia o la esperanza por parte del poder establecido de que un movimiento tan amplio y abierto se diluya en abstracciones y banalidades, pero también porque no ven que atente de inmediato contra lo establecido. Qué contraste con la actitud de muchos medios de comunicación que simpatizaron y alentaron la jornada feminista, de partidos que se presentan como progresistas y de figuras públicas ante la represión de la democracia en Catalunya.

No insisto en detallar cómo la sociedad catalana está siendo víctima de un amedrentamiento y de un castigo para reprimir la disidencia a un estado que dejó de ser democrático hace tiempo, en la medida en que lo fuese antes. Quien quiera saber con honradez lo que está haciendo el estado allí puede remontarse a las hemerotecas, sobre todo las catalanas o europeas, desde aquel oscuro atentado organizado por un confidente de los servicios secretos o desde que comenzaron las operaciones de la policía política secreta contra políticos independentistas. Y no interesa si uno cree o no que es bueno o juicioso o si hay base social o legal para declararse república independiente, lo que interesa es lo mismo que en la jornada de este Día de la Mujer Trabajadora, que el movimiento cívico catalán también es democrático, transversal, intergeneracional... Y no hubo ni hay de un modo significativo ni hombres ni mujeres, artistas o lo que sea que condenaran la violencia y la persecución de las libertades allí.

La sociedad catalana, secuestrada por los medios de comunicación propiedad del poder financiero, y los partidos del 155 más los que se pusieron de perfil esperando que acabase de una vez “lo de los catalanes”, asintieron a la ocupación policial del territorio catalán. Y lo hicieron porque el nacionalismo de estado, el nacionalismo españolista, es el aire que respiramos desde que nacemos, es la ideología invisible, “lo natural”, “la lengua común”, “la unidad”, “lo normal...”, como el himno o la bandera borbónica son “el himno” (qué vergüenza que no tenga letra) y “la bandera”. Y los poderes dominantes saben que ese patriotismo españolista es precisamente el instrumento para eliminar la disidencia y cerrar filas en torno de lo establecido, la nueva restauración borbónica impuesta por Franco, el nacionalismo de estado, el centralismo y el sistema de capitalismo especulativo que ellos controlan.

Históricamente los cambios políticos en sentido progresista, los únicos cambios, se hicieron con el entendimiento entre quienes deseaban un cambio social, quienes deseaban un reconocimiento y una existencia nacional que el estado nación español no le permitía y quienes deseábamos ambas cosas. Esta España que cerró filas con el 155 o se calló ante la represión nos excluye a muchos y muchas, para seguir siendo esclava de sus amos.

Toda la vida pública y la política española es nacionalista y todos y todas, Ignacio, estamos dentro de ese juego de ideologías en la que una, el nacionalismo del estado, se pretende inexistente o invisible y las otras se exponen de forma evidente y desgarrada, siendo así acusadas desde el poder establecido de particularistas, supremacistas, nazis o lo que les dé la gana. Que para eso tienen a su servicio los medios españoles y los intelectuales que llevan décadas estigmatizando palabras e identidades.

Viviendo dentro de este estado envenenado por ese juego autodestructivo e incivil es imposible no ver las cosas desde un ángulo nacionalista u otro, así que todos y todas somos nacionalistas. Aunque no nos demos cuenta. En realidad de eso se trata, de que no nos demos cuenta.

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