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Can Piella: un conflicto ideológico

Núria Martínez-Vernis

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Hay un montón de propuestas para hacer una vida más consiguiente a la suciedad humana y una de estas es la que proyectan en presente los habitantes de Can Piella, y esto quiero explicarle, señor juez.

Es una Masía (y una asociación de más de 2.000 socios) cerca de un polígono industrial en La Llagosta, pertenece a una de las familias más ricas de la zona –aunque en el registro de la propiedad no constaba– que son auténticos terratenientes (el grupo Alcaraz) –gracias también a los clásicos planes urbanísticos y a las recalificaciones, pero no iré más allá–. Hace algo más de tres años que la ocuparon un grupo de jóvenes descarrilados sin futuro (circunstancia muy habitual hoy), con la idea de poner en marcha un proyecto de ayuda mutua y de trabajo colectivo. Querían crear un espacio de enlace entre el mundo rural y la ciudad, un entendimiento para una nueva manera de vivir. Desde entonces el proyecto ha crecido, ha aprendido y ha impregnado la Masía de una propuesta ideológica que es participada por todo aquel o aquella que quiera voz y ver más allá.

Can Piella hacía muchos años que estaba abandonadísima: no tenía techo, un piso y las escaleras se habían hundido, y estaba repleta de uralita. Se ha reconstruido, se ha hecho habitable y está en uso. Se cultiva, son dieciocho hectáreas de suelo adobado y dónde trabaja quien quiere.

Lo que se ve cuando llegas es mucha gente, de edades distintas, con misiones distintas y discursos distintos entre olor de tierra mojada, entre humildad y lengua. Se nota el agua, se cuelan sueños, se nota el frío, la oscuridad y el rocío, y se abre una rutina horaria acorde del mundo y sus habitantes. No falta ni un plato en la mesa, se come con hambre, se habla, se generan vínculos y se trabaja también con ganas. Ronda algún perro feliz nada hambriento que se comunica con la misma paz que cualquier ser vivo del entorno que se ha incorporado a la dulce rutina de Can Piella.

Ha habido varias citaciones de la gente del proyecto, en un comienzo todo iba más o menos bien, pero ¡ay misterio! hubo un cambio de juez. Ahora están amenazados por el segundo desalojo cautelar... qué cosa. Y se retoma la lucha para pararlo, se comunica, se buscan adhesiones y apoyos diversos, y ya hay mucha gente movilizada para ayudar a salvar esta Masía tan poco nociva para la salud humana, tan cerca de los valores que predicamos, de la empatía necesaria para salvarnos de nosotros mismos o para sobrevivirnos. Mientras tanto, señor juez, los huertos funcionan a todo rendimiento y se hacen recitales de poesía alrededor de una hoguera y la gente escucha, ríe, aplaude y cuando vuelves a casa la ropa huele a leña quemada y has andado por tierra con barro, has pisado algún caracol pero no había intención de hacerlo, señor juez.

Poetes per Can Piella from canpiella on Vimeo.

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