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Anuncios de contactos: la incoherencia de los medios

Raquel Miralles

“Sofía. Joven española de 19 años. Recién iniciada en este mundo, pero dispuesta a todo para agradarte”. Como Sofía, otras chicas –suponiendo que sean ellas, ya que ocho de cada diez mujeres que ejercen la prostitución lo hacen en contra de su voluntad- ofrecen sus servicios sexuales a diario en la prensa valenciana.

La prostitución mueve dinero y no importa que el Gobierno en 2009 pidiera la eliminación de los anuncios de contactos porque “pueden encubrir situaciones de explotación sexual”. Aunque no hay transparencia respecto a estos datos, una comisión parlamentaria señaló que el diario con mayor tirada en nuestro país se embolsaba unos 5 millones de euros al año por participar de este “negocio”. En España hay al menos 300.000 mujeres que son explotadas sexualmente y un millón y medio de hombres que pagan diariamente por sus cuerpos. Se gastan, al día, 50 millones de euros.

La prostitución “libre” no es ilegal, aunque no puede haber libertad sin igualdad y lo cierto es que las mujeres en mejor situación económica y posición social no suelen decidir ser prostitutas. Simplificando mucho, el debate se reduce a una pregunta: ¿creemos en la prostitución como un trabajo más o como violencia contra la mujer? Si consideramos que es una violación de los derechos humanos, no es admisible que la prensa obtenga beneficios. Y si entendemos que es una actividad económica como cualquier otra, hay que ser conscientes de que detrás de estos anuncios hay demasiados casos de esclavitud sexual y proxenetismo, por lo que tampoco sería ético.

No es coherente, pues, que los medios se autoproclamen defensores de la igualdad –la palabra feminismo les continúa dando miedo-, y en las últimas páginas de sus periódicos contribuyan a la cosificación de las mujeres. Eliminar estos anuncios, sin embargo, es una decisión que tienen que tomar estas empresas mediáticas. No podemos más que subrayar su hipocresía, pero sí exigir a las administraciones que, a la hora de repartir la publicidad institucional, tengan en cuenta los medios que colaboran con el patriarcado.

Es ilógico que la Generalitat denuncie los casos de publicidad sexista mientras mira hacia otro lado con los anuncios de contactos. Persigue –y con razón- campañas de empresas como Playmobil o Bankia, pero hace oídos sordos ante las páginas en las que se ofrecen “rubias con curvas”, “cuerpecitos manejables” o “valencianas complacientes”. La prostitución es un lucrativo negocio controlado por mafias que trafican con las mujeres como si fueran objetos. Ya es hora de que los medios de comunicación abandonen el machismo y no ejerzan más violencia simbólica contras las mujeres.

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