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BIME, territorio electrónico (y más) liberado de la niebla

The Divine Comedy, en el BIME

Aitor Guenaga

La cuarta entrega del BIME ha sido un territorio liberado de niebla y colonizado por todo tipo de modalidades musicales que recorren desde la electrónica en estado puro como la de los Chemical Brothers, a la fiesta de un personaje como Neill Hannon, el 'frontman' de The Divine Comedy, que para algunos fue el conciertazo del último día del BIME. Una cuarta edición que ha reunido el viernes -el día de Suede y de PJ Harvey- a 9.240 fieles y este sábado a 13.778, según los datos oficiales facilitados por la organización Last Tour.

Mientras la densa niebla rodeaba el edificio del BEC en Barakaldo (Bizkaia), en su interior la música envolvía a lo que ya se puede considerar casi una familia: 23.018 personas que, fuera de los macrofestivales típicos de verano, han optado por poner a buen recaudo algo de dinero para disfrutar de una propuesta musical transversal donde las haya. Un festival que pide, por derecho propio, una quinta edición.

Tal vez lo singular de este encuentro musical sea precisamente la facilidad con la que coexisten mundos sonoros y musicales que pueden parecer yuxtapuestos. A veces contradictorios. Siempre sugerentes. Pero que funcionan por su calidad. Y esa es la virtud de una propuesta como el BIME. Que Kurt Wagner, el líder de los estadounidenses Lambchop, pueda desgranar una tras otra canciones tan sutiles, como delicadas, temas que parecen con vida para parar cualquier guerra, no se contradice con que el público levante la mano extendida al máximo y la mueva como si cortara el aire por encima de sus cabezas mientras baila el Hey boy, hey girl con el que ha estallado la propuesta electrónica de Chemical Brothers. Hay que reconocer el triunfo del duo británico Tom Rowlands y Ed Simons. Ya les vimos en el BBK Live de 2011, con sus 'personajes michelín' poblando la enorme pantalla que les guarda las espaldas en directo -el sábado tuvo también su sitio el inquietante payaso u otras recreaciones informáticas reiterativas hasta el paroxismo-.

Pero es que no solo la electrónica ha puesto a bailar a la fiel familia del BIME, auténticos derviches en la madrugada del sábado, extasiados con las actuaciones de Chemical Brothers o de los berlineses Moderat. Probablemente, la propuesta festiva, irreverente, ácida de The Divine Comedy, el grupo norirlandés que lidera Neill Hannon, ha conquistado a muchos de los que se acercaron al Escenario Teatro hasta abarrotarlo. Neill puede ser el vicealmirante Horacio Nelson, un elegante banquero irlandés pasando de puntillas por el latrocinio de Bankia o el líder de una banda que, a su manera, puso a bailar entre el sonido del acordeón o la melódica.

Pero volver a escuchar temas como At The Indie Disco o How can you leave me on my own, de su disco más reciente (Foreverland), y que el público termine de pie en la grada con una riada de aplausos casi pone los pelos de punto. Un auténtico antídoto contra la niebla que parecía esperar en el exterior un resquicio para poder colarse en el BEC. Pero los horarios son tan rígidos en el BIME -justo el día que se cambiaban las manecillas del reloj de sitio- que Neill se quedó incluso con las ganas de regalar al público una última canción. No fue posible.

Reconozco que me sedujo mucho más la delicada sencillez de Lambchop, el grupo en formato trío originario de Nashville (Tennessee) y comandado por Kurt Wagner, que la electrónica de los berlineses o de los británicos. Y que sin duda encuentro a los británicos Wild Beasts más certeros. Y que fue una sorpresa que Suede presenten su reciente propuesta conceptual 'Night Thoughts' detrás de una tela-pantalla donde se proyectaban imágenes de la película de su último trabajo. Tanto que el público abandonó tras el experimento conceptual el pabellón donde actuaron y tuvieron que volver para la segunda parte del bolo. Ahí si, para que el bueno de Brett Anderson y los suyos repartieran éxitos como Animal Nitrate o Trash.

Pero es evidente que todos ellos conviven sin pisarse. Que la fuerza del rock descarnado de PJ Harvey -esta vez con una sección de metal (incluida la propia Polly al saxo) o de percusionistas que transportó al público a una dimensión desconocida de la británica- se codea con Suede, Edwyn Collins o Nacho Vegas. Sin olvidar que el BIME Pro ha servido para que los enganchados a las nuevas tecnologías o la industria musical intercambiaran durante tres días sus experiencias.

Lo dicho: larga vida a un festival que desde la diversidad va rompiendo moldes y construyendo un rompecabezas musical de todas las tonalidades musicales.

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