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“Todos los partidos tienen vergüenzas que tapar en el drama de los desaparecidos”

Gervasio Sánchez, en una de las conferencias ofrecidas sobre su exposición "Desaparecidos".

Natalia González de Uriarte

Vitoria-Gasteiz —

El fotoperiodista Gervasio Sánchez ha traído hasta Vitoria lo que él mismo califica como una “durísima” exposición sobre los desaparecidos forzosos y confiesa que sigue “viendo a mucha gente salir llorando de la muestra”. Esta selección de 40 imágenes refleja el grito exhausto de los familiares que reclaman a sus muertos. Persiguen durante años, décadas o toda una vida escuetos rastros para tratar de localizar a sus seres desaparecidos mientras esas ausencias torturan sus días. Son historias de padres, madres, esposas y esposos, hijas e hijos que buscan rescatar del olvido la memoria de esos cadáveres ocultos, sepultados bajo tierra o sumergidos bajo las aguas, en diez países de América Latina, Asia y Europa. Dar con esos restos, devolverlos a los suyos, alivia el suplicio padecido. La crueldad de esta realidad retratada por Gervasio Sánchez no debe desanimar a la ciudadanía a visitarla porque según el fotógrafo “es nuestra obligación, la de toda la sociedad, afrontar esos hechos y amparar y ayudar a esos familiares en la búsqueda de los suyos”. Asegura que seguirá comprometido con en este drama y que se siente totalmente avergonzado de la clase política española. “No ha habido la implicación necesaria porque todos los partidos PP, PSOE, Izquierda Unida, los grupos nacionalistas… todos, tenían vergüenzas que tapar en este asunto”.

Pregunta. ¿La reiterativa y continua difusión de imagenes de conflictos desencadena inevitablemente la reacción impasible de los espectadores como algunos sostienen?

Respuesta. En absoluto. Ese mensaje que nos quieren hacer llegar, que nos venden y pretenden que cale entre los medios de comunicación, es para evitar que las imágenes duras aparezcan en las portadas de prensa o en los informativos. Cuando alguien de un dominical te plantea que no van a publicar noticas duras porque la gente está cansada de este tipo de informaciones está falseando la realidad. La gente quiere entender. Acude a mis exposiciones y a mis visitas guiadas que duran hora y media y no se oye rechistar ni al asistente de quince años, ni al de 40 ó 50. Esta selección de fotografías la presenté por primera vez en el 2011 y desde entonces, allá por donde voy, sigo viendo a mucha gente salir llorando de la muestra. Pero no por ello les desanimo a visitarla, es nuestra obligación, la de toda la sociedad, afrontar esta realidad y amparar y ayudar a estos familiares en la búsqueda de los suyos. Habla de la trascendencia de un drama universal que afecta a muchos países del mundo y es un proyecto de 13 años. La gente sigue apostando por la verdad contada de forma decente. El problema es que muchas veces se encuentra con lo contrario en la prensa y en la política.

P. ¿Retratar las ausencias ha sido el reto más complicado de su carrera?

R. Era difícil. Yo me preguntaba al principio de este proyecto cómo documentar un drama donde el principal protagonista no está. Primero me centré en mostrar los lugares donde desaparece la gente, donde son detenidos o son secuestrados, para luego ser trasladados a centros de detención clandestinos. Allí son vejados, torturados, violados incluso, y a partir de ahí desaparecen en una fosa o en el mar. Después reparé en los objetos de esos desaparecidos que conservan sus familiares en sus casas como auténticos tesoros. He llegado a fotografiar entre 300 y 500 objetos. Es muy impresionante ver a una madre repasar una y otra vez las notas escolares de su hijo desaparecido; no hay nada más doloroso y dramático que ver a una madre cómo huele la ropa de su hijo desaparecido y treinta años después te asegura entre sollozos que sigue oliendo a él. Es terrible. Es lo único que le queda de él, esa es la esencia de su hijo.

P. ¿Sin cadáver no hay duelo y sin duelo no hay avance en las vidas de los familiares afectados por esas desapariciones?

R. El duelo se empieza a manifestar cuando tienes alguien a quien llorar. Estas personas no lo tienen y lo necesitan. Todos los familiares afectados me han repetido lo mismo: hubiera preferido encontrar a mi hijo muerto, destrozado, empalado, violado, cortado en pedazos o sin cabeza que soportar este drama de la desaparición forzosa durante décadas. Su vida queda marcada para siempre, vuelcan los días que les quedan en esa búsqueda infructuosa. Hay madres que incluso rompen la relación con sus hijos vivos, a los que descuidan por seguir buscando al muerto. Son auténticos dramas. El ausente está más presente que los presentes. Familias rotas, madres, esposas, hijos e hijas que se han suicidado años y décadas después esas desapariciones que están provocadas por el sufrimiento que han arrastrado a lo largo de sus vidas.

P.¿Cómo saldar esa deuda en España? ¿Se está a tiempo?

R. Yo voy a seguir trabajando este ámbito en España porque me siento totalmente avergonzado de la clase política española. En pocas semanas se cumplirán 38 años de la muerte de Franco. Ya no hay excusa que valga pero ni siquiera la había hace 20 años. Ningún partido político ha tenido nunca interés verdadero en resolver este problema hasta que Zapatero sacó esa ley nefasta de memoria histórica que el PP ya ha descuartizado como se preveía. En los ochenta o en los noventa, amparados en un gran pacto de Estado que prohibiera a cualquiera de las partes instrumentalizar políticamente este asunto, deberían haber resuelto el problema, buscar a los desaparecidos, exhumarlos, guardarlos, crear un banco sanguíneo y entregar los cuerpos a los familiares. Durase lo que durase y costase lo que costase. Si eso se hubiera hecho en su tiempo debido, ahora estaríamos al final de un túnel y no en el desastre que estamos. De los 5.500 cuerpos que se han exhumado apenas están identificados menos de mil. No ha habido implicación porque todos los partidos, PP, PSOE, Izquierda Unida, los grupos nacionalistas… todos tenían vergüenzas que tapar. El PNV tendría que explicar la relación apetitosa del franquismo con algunos de sus miembros; Convergencia, tres cuartos de los mismo, Ezquerra Republicana aclarar que paso en entre el 36 y el 39 cuando estaban matando en Cataluña a gente de derechas los anarquistas, los comunistas y los socialistas… Pero detrás de eso hay un drama sin resolver que afecta a miles de personas que están muy bien organizadas y no van a cejar en su empeño. Esto va a generar muchos más problemas. En breve lo veremos.

P. Usted insiste en retratar no tanto la confrontación armada sino lo que deja tras de sí la intervención militar. ¿Cuánto tardan en curarse esas heridas de guerra?

R. Una guerra se acaba cuando sus consecuencias se superan. De algunas guerras, pasan setenta años y todavía no están superadas. Un ejemplo muy claro. La guerra de Bosnia se supone que acabó en diciembre del 95. Estuve el 11 de julio de este año viendo como estaban enterrando a 400 personas que han sido identificadas recientemente. Estuve en el 2010 cuando hicieron lo mismo con 775 personas y me pregunto ¿la guerra de Bosnia acabó en el 95 o está acabando con estos entierros? Por eso es tan grave dejar a un lado los desastres de la guerra, el drama de los desaparecidos porque tarde o temprano, como dicen los indígenas guatemaltecos, los muertos gritarán “queremos ser reconocidos”.

P. ¿Cómo ha sido su relación con las familias afectadas?

R. En mi trabajo como fotógrafo establezco siempre una relación previa con las personas que voy a fotografiar e incluso les pido permiso porque no se trata de maltratar más a esas personas. Muchas veces, para los profesionales de los medios, estas personas son importantes hasta que les arrancamos un testimonio, declaración o foto. Y luego nos vamos, y a veces sin mediar palabra con ellos, sin preguntar el nombre, cómo estás o qué te ocurre. Somos humildes con los soberbios y soberbios con los humildes, tal y como decía el escritor francés premio nobel de literatura Anatole France. Hay que hacer justo lo contrario.

R. ¿Se puede hacer un buen periodismo desde la precariedad que padece el sector?

P. La precariedad te permite trabajar con más libertad y la precariedad te permite hacer periodismo independiente. El problema se da cuando trabajas en un medio fijo, cuando tienes un contrato con un sueldo fijo con 16 pagas, como pasaba en este país hasta hace cuatro días, y que sabes que si eres crítico te pueden echar. Cuando hay un ERE echan a los críticos y conservan a los sumisos que cierran la boca ante cualquier negativa de la empresa a no publicar ciertos temas por interés de la empresa. La precariedad es una situación injusta, estamos hablando de que ya no hay ni una mínima concreción económica de lo tu trabajo en algunos casos pero esa situación te permite trabajar con bastante más libertad de la que disfrutarías en un medio que tiene una línea con temas tabús inabordables. La independencia es muy difícil de establecer en los medios de comunicación pero es el valor mayor que tenemos.

R. Le recuerdo sus palabras. “Sin compartir el impacto del dolor de la víctima no se puede informar con decencia”. ¿Nunca se ha valido de la lente como escudo protector?

P. Tengo 54 años y llevo 32 trabajando en zona de conflicto. El día que yo llegue a un sitio y haga un tema que no me suscite interés, reacción, cuelgo la cámara. Si no voy a los sitios con el deseo de implicarme a fondo y recibir ese impacto emocional que es la única manera de trasmitir con decencia, me retiro.

R. ¿Pero será difícil gestionar esas emociones sobre el terreno y no cruzar la delgada línea que separa la empatía hacia los involucrados en los conflictos de la simpatía?

P. No si se ejerce el periodismo y no la propaganda. A aquellos que se han enamorado de las FARC en Colombia o del Frente para la Liberación Nacional, el FMLN en Salvador o de los sandinistas en Nicaragua les he advertido que por ahí no van a ninguna parte. Es un tremendo error.

R. ¿Ser imparcial es posible?

P. Hay un concepto que se maneja en este gremio que es mentira. El de la objetividad, que te lo aprendes en la universidad para luego comprobar, nada más salir a trabajar en la calle, que la objetividad no existe. Lo que sí es imprescindible y necesario es la rigurosidad de cada información. Hacer un periodismo de tal fuerza que la gente no lo ponga jamás en entredicho. Y ver así como tu biografía va avanzando, nutriéndose de más y más historias a las que no les pueden poner un pero ni decir que has mentido. Esa es la clave. Hace poco hice un reportaje en Colombia de mujeres y niñas violadas por todos los actores armados y entrevisté a mujeres y niñas violadas por el ejército colombiano, la policía colombiana, los paramilitares colombianos y las guerrillas colombianas y lo publiqué. Alguien me dijo que las guerrillas no violaban. ¡No me vengas a tocar las narices!, le respondí. Hacen reclutamientos forzosos, violan, masacran, provocan desaparecidos porque es una guerra sucia desde hace muchísimo tiempo. Los ideales de la teoría revolucionaria se han ido diluyendo por el camino como en casi todos los conflictos y ahora la guerra es un negocio, el narcotráfico es un negocio…todo se entremezcla. Hay gente que empezó luchando por unos ideales, cantando himnos revolucionarios y se acaban convirtiendo en unos negociadores.

R. ¿Se llegará alguna vez a superar los conflictos sin recurrir a las guerras?.

P. Nunca. Las guerras siempre van a existir. Son un gran negocio del que participan muchos, también en este país. Los más pacifistas, los apóstoles de la no violencia, como José Luis Rodríguez Zapatero, han permitido y han duplicado la venta de armas. Y todo esto va en alza.

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