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“Si no se comprende a la sociedad, no se la puede representar”

Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicación y consultor político, en el congreso ACOP Bilbao 2014.

Laura Murillo Rubio

Bilbao —

Las nuevas tecnologías, sumadas a la desafección creciente de la ciudadanía hacia el discurso de la clase política, han provocado el surgimiento de prácticas políticas alternativas que basan su comunicación en los medios sociales. Sin embargo, los dirigentes no saben o no han querido adaptarse a una eficaz utilización de las herramientas digitales ya inmersas en la sociedad, que vuela hoy a mayor velocidad que la política española. El asesor de comunicación y consultor político, Antoni Gutiérrez-Rubí, que ha participado en el tercer congreso internacional de Comunicación Política ACOP celebrado en Bilbao, asegura que existe “una mezcla de desprecio pero también de temor por parte de políticos frente a unas dinámicas y unas realidades que les sobrepasan”, en un contexto en el que “el poder” necesita hacer “un ejercicio de humildad” para “dirigir y representar” a una sociedad a la que actualmente no comprende.

En esta sociedad hiperconectada a la era digital, ¿sigue anclado el discurso político español en épocas decimonónicas?

El problema principal es que la velocidad de la sociedad española parece más rápida que la velocidad de cambios de la política española. Este es el principal contraste. Los cambios fuera del ámbito político son más rápidos, profundos y complejos que los cambios que se producen dentro. Y la incapacidad que existe para responder a la demanda es lo que está situando a la política en una situación de desafección y de descrédito. No tanto porque las cosas que dice sean antiguas, decimonónicas o extemporáneas, es más porque que no se ajustan a la velocidad y a la intensidad de los cambios de la sociedad española, que exige a la política una respuesta efectiva y contemporánea.

¿Qué requiere entonces el discurso político para parar la creciente desafección que existe por parte de la ciudadanía hacia la política?

Lo fundamental es que no se puede dirigir ni representar a la sociedad que no se comprende. Es necesario e inevitable un ejercicio de humildad si se quiere comprender y además es un ejercicio de humildad que lo tienen que hacer los dirigentes representantes, los que hemos votado y están en el poder. Para hacer compatible el poder legitimado en las urnas o el poder de la democracia representativa es necesaria la humildad para comprender lo nuevo, lo emergente, para comprender lo que no te ha votado, lo que ha votado a otros y para comprender a los que no creen en la democracia representativa. Para eso es imprescindible el ejercicio de humildad. Estamos en un punto de tensión porque no es fácil, pero es necesario si se quiere representar y si se quiere dirigir. Si no se comprende a la sociedad, no se la puede representar.

Sin embargo, el discurso de Pablo Iglesias con Podemos ha calado en más de 1,2 millones de votantes, ¿cuáles son las claves de este éxito desde un punto de vista comunicativo?

En el caso de Pablo Iglesias hay una combinación de varios fenómenos. Uno es la conexión real con una efervescencia política, con una conciencia política que no se siente suficientemente bien representada, ni en el formato actual representativo ni en la oferta de los partidos políticos. Por tanto, Pablo Iglesias con Podemos cubre un espacio para el que había una demanda. Y lo hace con un lenguaje rotundo, directo, casi sin matices, que en tiempos en los que la ciudadanía percibe la política como confusa, indefinida, indiferenciada y demasiado híbrida, ese discurso tiene aspectos muy positivos que tienen relación con la claridad y existe una demanda de ella en la sociedad española.

Por otro lado, también tiene que ver con la extraordinaria potencia de lo que podemos llamar la conciencia política en la sociedad digital. Las principales relaciones de la gente se construyen en las pantallas de proximidad: teléfonos móviles, ordenadores personales o redes sociales. En esos entornos es donde se constituyen relaciones, opiniones o emociones. Y Pablo Iglesias, y no solo él sino también otros fenómenos de la izquierda innovadora o renovadora, han visto en este ecosistema digital una gran oportunidad para establecer unas maneras de hacer política, una nueva práctica política.

Por lo tanto, había una demanda que la han cubierto con efectividad y una demanda que además era de rechazo al bipartidismo o lo que ellos llaman la casta. Su discurso diáfano e insisto, casi sin matices, en tiempos de indefinición tiene mucho atractivo y, por supuesto, están muy anclados e interiorizados en la actual sociedad digital que tiene una enorme vitalidad.

En general, a excepción de las fuerzas a las que haces referencia, ¿saben utilizar las redes sociales los políticos?

Saber que son importantes no significa saberlas utilizar. La mayoría de ellos saben que son importantes porque evidentemente no son ciegos ni sordos, ven y escuchan y saben de su importancia, pero no saben de su verdadera o profunda relevancia. En el fondo, las redes sociales son solo una pequeña parte de la articulación de la sociedad en ecosistemas digitales que cambia tres cosas a la vez: nuestra manera de comunicar, nuestra manera de organizarnos y nuestra manera de crear contenidos y valor. Y esas tres cosas afectan a la política de centro.

Es decir, la política es comunicación, organización y creación de contenidos, de alternativas, de propuestas y eso en el ecosistema digital se hace, se vive y se practica de manera radicalmente diferente a lo que sería el mundo analógico. Hablamos de estructuras más horizontales, de mérito, reputación y autoridad, que no de jerarquía y verticalidad. Estamos hablando de talento compartido y de la posibilidad de generar espacios más vinculados a la causa política, que no a la casa política.

Pero la política es jerárquica, entonces ¿se produce ese rechazo a las redes y los medios sociales por miedo a su horizontalidad?

A veces no se quiere lo que desconoces. Decía Machado que “se desprecia cuanto se ignora”. Entonces hay un punto de desprecio por algo que se ignora y hay un punto también de temor por algo que no saben gestionar ni controlar. Por lo tanto, es una mezcla de desprecio autosuficiente pero también de temor frente a unas dinámicas y unas realidades que les sobrepasan.

En el caso de los movimientos sociales de protesta, en cambio, parece que ha sucedido lo contrario. ¿Se ha abandonado la calle y se ha trasladado su actividad a las redes?

Lo que hay es una retroalimentación de las redes a las plazas y de las plazas a las redes. Estamos viendo una extraordinaria efervescencia de la acción política On/Off, es decir, en todas partes. Y esa extraordinaria retroalimentación que hay en las plazas es un signo de los tiempos. Creo que los que hoy están llenando las calles son los que son capaces de movilizar en las redes.

En su ponencia en este congreso, Josep Borrell ha hecho referencia a la conocida frase “Hacienda somos todos” que triunfó en su día. ¿Cuál se necesitaría ahora para levantar el discurso político español?

“La política somos todos”. La política ya no es privilegio solo de los partidos políticos es de la gente también. De la misma manera que los partidos políticos no son propiedad exclusiva de sus dirigentes, la política no es propiedad exclusiva de los partidos. Es decir, asistimos a la pérdida de la jerarquización y del privilegio en la acción política en función de ‘quién eres’ por la relevancia en función de ‘lo que dices’. Esto es muy interesante hay un desplazamiento del ‘quién al qué’. Aquí lo importante no es tanto quién eres, partido o dirigente, sino lo que dices y este paso del ‘quién al qué’ es muy democrático, muy sugestivo y muy transformador.

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