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Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol
Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Escrache retrón

Cartel de Acción Mutante

Raúl Gay

Ay, el escrache. Nadie sabía lo que era hace un mes y ahora todos conocemos su origen y sus técnicas; todos tenemos una opinión sobre esta iniciativa. Mientras leía artículos al respecto, me ha venido a la cabeza una extraña idea: ¿puede existir un escrache retrón?

Ya imagino el titular: “Activistas con problemas físicos y mentales acosan a diputados y miembros del Gobierno”.

En Youtube vemos el origen del movimiento. Cospedal saluda a varios señores con traje a la salida de un restaurante. Un retrón se acerca a toda velocidad con su silla eléctrica y grita “¡Cospedal, vete tú a una residencia!”. La gente mira, alucinada. ¿Es una broma?, piensa uno. Cospedal, que es muy avispada, se da cuenta del riesgo que corre, cambia su rictus y baja de la acerca. Ya está a salvo. El retrón se para al borde del escalón. Es demasiado alto. Busca una rampa con la mirada, la encuentra, se dirige hacia ella… pero está bloqueada por un Audi con las ventanas tintadas. Los escoltas se llevan a la secretaria general, mientras piensa “qué enfadado está este señor con capacidades diferentes…”.

Durante las 2 semanas siguientes se registran actos similares. Todos inofensivos. El Gobierno y las directivas de los partidos ordenan no darle demasiada cancha. “Son como niños, sólo quieren que les hagamos caso”, dice un diputado en la privacidad de su Twitter.

El día de la rosa es Rubalcaba quien soporta los insultos de una ciega. Esta vez la retrona ha llevado el escrache hasta el corazón del partido, su fiesta anual. Es una de las jóvenes que ponen detrás para dar imagen de juventud. Al poco de comenzar el mitin, Rubalcaba escucha “¡Queremos un renta básica! ¡Tengo más gastos que tú!”. Rubalcaba fulmina con la mirada a Oscar López y se gira hacia la ciega; le habla con esa voz de profesor que saca a relucir en los momentos álgidos. La ciega se calienta y empieza a agitar su bastón. La mañana termina con un retrón más: Rubalcaba ha perdido un ojo.

Es el punto de inflexión.

El Gobierno prohíbe el uso de sillas de ruedas en las cercanías del Congreso y el Senado y Francisco Vañó se ve obligado a votar desde casa lo que le ordena Alfonso Alonso. Los retrones son obligados a firmar un documento contra el escrache o a abandonar los partidos políticos a los que pertenecen; de nuevo, Vañó firma lo que le ordenan. La caverna mediática publica portadas que sonrojarían a Jesucristo. En una de ellas se ve una silla de ruedas con el emblema de ETA en el respaldo. Irene Villa atraviesa una fuerte crisis personal y termina por decir que ella no es retrona, ella es una persona con capacidades diferentes, y así se libra de la etiqueta de filoetarra. Toni Cantó bloquea en twitter a los pocos retrones que le siguen. Desde Berlín, Schäuble dice en una entrevista: “Están locos estos españoles”.

Pero las cosas no salen como pretende el Gobierno. Los 8 millones de retrones tienen amigos y familiares que apoyan el escrache (salvo, again, Vañó). Los bípedos se suman a la iniciativa y la llevan a otro nivel. Además de gritar, continúan el movimiento iniciado por aquella ciega (condenado a 1200 años de prisión por la Audiencia Nacional) y tratan de convertir a todos los miembros del gobierno en retrones. Sólo lo consiguen con Fátima Báñez. Queda reducida a una silla de ruedas, ciega y sorda. Incluso así, continúa diciendo que pronto mejorará el empleo de los jóvenes.

Los retrones, viendo que no se pueden acercar a ningún político, cambian de estrategia. Acosan a dueños de hospitales privados, por arruinar a los ciudadanos más necesitados de atención médica. Tiran a arquitectos por las escaleras de los propios edificios que diseñan. Encierran en zulos a gestores de residencias por tratar a los retrones como a presos. Roban a los directores de bancos por haber vendido preferentes a clientes con síndrome de Down.

Finalmente, llegan hasta la monarquía... y se vuelven al comprobar que el rey ya es retrón.

Años más tarde, cuando bípedos y retrones disfrutan de los mismos derechos, los libros de historia recuerdan que todo empezó con unos que luchaban contra los desahucios y la cosa se desmadró.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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