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“El problema crucial es el impacto acumulado de todas las actividades sobre Doñana”

El subdirector de Áreas Protegidas de la IUCN, Pedro Rosabal.

Raúl Rejón

El 1 de diciembre se cumplió el plazo para que el Gobierno español remitiera a la Unesco su informe de respuesta sobre los riesgos que han puesto al Parque Nacional de Doñana al borde de la declaración de “patrimonio en peligro”. El Gobierno y la Junta de Andalucía han consensuado que el estado es “satisfactorio”.

El documento de advertencia estaba basado en el trabajo del subdirector de Áreas Protegidas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) Pedro Rosabal. Rosabal ha hablado con eldiario.es más de un año después de emitir su informe. Aunque su análisis apuntaba claras amenazas –presentes y potenciales–, ahora se muestra prudente y pide que se aguarde a la evaluación que hará la Unesco en julio de 2017.  

Con todo, cuenta que el problema crucial en Doñana es la “acumulación de impactos” que acechan a la marisma desde diversos proyectos: la agricultura, la minería, el almacenamiento de gas... “es necesario evaluar” ese efecto multiplicador, explica, para proteger la integridad del humedal más importante de Europa.  

¿Está Doñana realmente en peligro?

Las amenazas al parque no son nuevas. Desde que fue inscrito como Patrimonio de la Humanidad [5 de noviembre de 1994], han aparecido proyectos que pueden afectar a su integridad hidrológica a largo plazo. En especial el uso de las aguas subterráneas para el riego. El mayor problema es afrontar el uso ilegal del agua subterránea.

¿Pero se está haciendo?

Aunque la Junta de Andalucía ha comenzado a tratarlo, todavía queda mucho trabajo por hacer para clausurar los pozos ilegales.

La Unesco decide en unos meses si declara Doñana patrimonio en peligro por esto.

El Comité de Patrimonio revisará el informe remitido por el Gobierno español y el de Estado de Conservación elaborado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) que se basa en una serie de fuentes diversas. Aunque algunas ONG están pidiendo que se coloque a Doñana en la lista de “en peligro” es todavía prematuro ya que la decisión final pertenece al comité que se reunirá en julio de 2017.

¿Qué significaría que este humedal único entrara en esa lista? 

No hay nada inusual en ese tipo de decisiones. Actualmente hay 18 espacios naturales del Patrimonio de la Humanidad con esa etiqueta [la lista completa de lugares, no todos ecosistemas, suma 55 puntos, según recoge la Unesco].

En este contexto, es muy importante aclarar que entrar en la lista no implica una sanción al país en cuestión. Más bien es una herramienta para facilitar un apoyo adicional para tratar tanto las amenazas como los aspectos de conservación que afectan a ese espacio. 

¿Y de esa situación se sale?

Hay muchas historias exitosas de espacios que han salido de la lista de “en peligro” tras una aplicación correcta de las medidas de corrección como por ejemplo la del Parque Nacional de los Katíos en Colombia en 2015.

Entonces la marisma está aún a tiempo de salvarse. Es algo reversible.

A pesar de los problemas que afronta Doñana, la misión de evaluación de 2015 concluyó que el estado de conservación es satisfactorio y que todavía contiene los valores que le valieron la declaración de patrimonio. No hay que engañarse: todas las áreas protegidas del mundo tienen problemas así que Doñana no es una excepción. En mi opinión, la imagen internacional del parque todavía permanece muy alta.

Pero el informe de la Unesco basado en su trabajo decía que la mera existencia de proyectos como el dragado del Guadalquivir activaría las alarmas.

El proyecto para dragar el río y profundizar el Guadalquivir es de máxima preocupación tanto para el Comité de la Unesco como para los gestores de Doñana y las organizaciones que trabajan en la zona. Un plan que afecta a las aguas superficiales [no al acuífero subterráneo].

A pesar de sus advertencias, tanto la mina de Aznalcóllar como el almacén de gas han seguido su curso para entrar en funcionamiento.

Hemos establecido inequívocamente que no debería haber minas o actividades gasísticas en un lugar Patrimonio de la Humanidad. Es cierto que la mina de Aznalcóllar y el almacén de gas están en las inmediaciones de Doñana. Fuera de sus límites. Pero tienen potencial para generar impactos en el parque. 

Riego masivo, minería, gas, dragado del río. ¿No es más de lo que el ecosistema puede soportar?

El problema crucial es el impacto acumulado que todas esas actividades pueden tener en los valores de Doñana. Se trata de acciones diferentes que precisan consideraciones distintas. Por ejemplo, sí existen ejemplos de agricultura sostenible que utilizan el agua subterránea de manera sostenible.

Luego están los otros proyectos. Todas estas amenazas han sido señaladas al comité de la Unesco en una batería de informes. Es necesario evaluar la acumulación de impactos en lugar de evaluar aisladamente cada una de esas actividades.

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