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“Muchas chicas están en el rugby porque no se sienten valoradas en otros espacios”

Alhambra Nievas, en el campo de rugby de la Universidad de Málaga.

Néstor Cenizo

Alhambra Nievas (Granada, 1983) lleva un reglamento en el teléfono y un balón en el maletero, que tiene dos pegatinas estampadas: una dice “I love rugby” y la otra “Este mundo necesita más rugby”. Nievas es la mejor árbitra de rugby del mundo. Hay un título oficial, que entrega la World Rugby, y en 2016 se lo dieron a ella.

Lo que empezó con 19 años, al llegar a la Universidad de Málaga, ahora le consume hasta los fines de semana y le deja poco tiempo para preparar el proyecto final de Ingeniería de Telecomunicaciones. “Somos muy pocos árbitros, ¿te puedes venir a echar una mano?”, le dijo una amiga, cuando ella solo jugaba. Cuando ascendió como árbitro a División de Honor, la máxima categoría, dejó el juego. Arbitró la final femenina de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y ahora es lo más parecido a una estrella mediática del rugby español. Un “bicho raro” que disfruta de todo lo que tenga que ver con el rugby.

¿Y qué da el arbitraje?

El arbitraje te da una posición… no me gusta llamarlo poder, porque lo que queremos tener como árbitros es autoridad, pero sí de ver el juego desde dentro. Yo disfruto mucho arbitrando. A mí del rugby me gusta todo.

¿Por qué no despega en España?

Son muchos factores. Creo que tiene que entrar en programas escolares, que haya escuelas municipales, que exista la opción de probarlo... Si se reforzara desde las instituciones crecería. Luego hay algo casi cultural: para que el rugby español le vaya bien le tiene que ir bien a todos, y en España es “yo quiero que me vaya bien a mí, y si le puede ir mal al vecino, mejor”. No puedes pretender tener veinte patrocinadores y que el de al lado no tenga ninguno, porque la competición no va a ser fuerte y atractiva si al de al lado le va mal. Se están acercando más patrocinadores y empresas, pero creo que somos un modelo positivo poco explotado. Y con una sociedad cada vez más competitiva, más embrutecida, con muchas aberraciones también en el deporte, creo que el rugby ayudaría a recuperar ciertos valores.

Hablando de esto, el otro día leí un tuit tuyo en el que decías que el mundo necesita más rugby. ¿Por qué?

Yo he hecho deportes individuales, tenis o kárate, y el único que ha tocado mi vida, de hacerme pensar qué tipo de persona quiero ser, es el rugby. Yo creo que cambia la vida para bien, para ser más generoso y te adaptes a otras personas. En el rugby cuidamos eso, todo el mundo tiene su sitio y es valorado por el trabajo que hace. Hay muchas chicas que están en el rugby porque no se sienten valoradas en otros espacios y en el rugby sí. Lo veo en nuestros equipos.

¿Qué hay de tópico y qué de realidad en eso de que “es un deporte de bestias jugado por caballeros”?

Es así en el 95% de las situaciones. Hay un 5% de cosas negativas: partidos con cosas feas, temas entre clubes… No es todo idílico y maravilloso. Pero cuando alguien se sale de los valores del deporte la propia estructura del rugby lo denuncia, y de forma sincera, no con postureo. Si alguien le pega una patada en la cabeza a otro, no juega de por vida. Si alguien insulta a un árbitro está sancionado un año entero, más una multa económica. Ves cosas en el rugby que en España son impensables: que en una final de un Mundial se vean aficionados de los dos equipos juntos, tomándose una cerveza...

En las últimas semanas ha habido varios casos de violencia en el fútbol infantil. ¿Crees que esto no pasa en el rugby?

Pasa, pero hasta esos extremos, nada. Yo he estado en campeonatos infantiles en los que no todo el mundo entendía que el objetivo no es ganar, sino disfrutar jugando al rugby y crecer como jugadores. Es la tendencia competitiva en la sociedad. Pasa, pero entre los propios padres se corrigen. En el fútbol hay padres que ven al hijo como un medio de ingreso, y por eso se les va la olla y se les olvida que es un niño. A mí me preocuparía que mi hijo estuviera todos los fines de semana viendo situaciones de violencia. Al final se normaliza, y como la violencia es normal, él la reproduce. No sé cómo el fútbol, con lo que mueve, no es capaz de controlar eso. Me gusta como deporte pero al final es un negocio. Si no hay polémica, ¿de qué se rellenan todas las horas en televisión y radio? Por eso me da la impresión de que al fútbol no le interesa erradicar ciertas cosas. Y que es un deporte de masas es una excusa, porque el rugby es deporte de masas en Nueva Zelanda y no se pelean en los estadios.

Volviendo al arbitraje, ¿cuántas mujeres arbitran en España a nivel nacional?

Ahora mismo yo. Espero que en un par de años suban varias compañeras, porque hay varias a nivel regional. Yo coincidí con otras dos chicas, la pionera, Paloma Loza, e Itzíar Díaz. Arbitro sobre todo División de Honor masculina en España y a nivel internacional, sobre todo mujeres. Porque por una cuestión de rendimiento físico, pitar a nivel masculino máximo es muy exigente. Técnicamente, si trabaja, una mujer puede ser tan buena como un hombre, pero me guste o no, seguir al tío más rápido de rugby siete me costaría mucho y si la exigencia física es muy alta, tu nivel mental para la toma de decisiones colapsa y el rendimiento baja. No creo que sea imposible, y de hecho es posible que haya oportunidades de pitar un segundo nivel masculino, pero es difícil.

¿Cómo te preparas para mantener ese nivel?

Suelo tener cinco sesiones semanales. Trabajamos tres áreas: preparación física, parte técnica, con análisis de vídeo y preparación de partidos, y una preparación mental. Al final lo que distingue un gran árbitro de uno bueno es mantener tu rendimiento en momentos de gran tensión.

¿Y cómo se trabaja eso?

Hay compañeras que trabajan con psicólogos. Yo tengo bastante suerte porque no lo necesito, de momento. Voy partido a partido, no miro más allá. Y creo que si trabajo bien eso, la consecuencia es que, por ejemplo, pitaré la final de los Juegos Olímpicos. Es muy cholista, lo sé, pero es que creo que el Cholo [Simeone] nos lo ha quitado a los del rugby. Soy una persona tranquila, no me pongo nerviosa, intento no sobreanalizar las cosas, hacer bien lo básico. Y creo que tengo cierta suerte, porque si eres más nervioso hay que trabajar más la relajación.

¿Te ha condicionado arbitrar a hombres siendo mujer?

No mucho. Alguna vez positivamente y alguna negativa, muy pocas. Hace años, haciendo de asistente, un chico me dijo “Si fueras un hombre te pegaría”. Otra vez me dijeron que teníamos que seguir en la cocina. Pero he tenido pocas situaciones en el campo. De grada más, porque a veces la gente se piensa que puede decir cualquier cosa. Hay gente infeliz que va a un campo a desahogarse. Pero también me ha pasado lo positivo, quien me ha dicho “árbitro, te quiero invitar luego a una cerveza”, con el rollo de que me llamo Alhambra. O un jugador que al acabar el partido te dice “oye, ¿te puedo dar un beso?”, que me lo dicen porque soy chica. Pero es agradable, no me voy a enfadar porque un chico me quiera dar un beso.

Me siento respetada como árbitro, pero también creo que requiere un tiempo. El primer día ven a la chavalita y sí hacen una diferenciación, pero con tiempo y trabajo ven al árbitro. Ahora noto que me beneficia el estatus. Yo noto que la disciplina en mis partidos es buena y para mí es más fácil. Saben lo que tienen que hacer,  y no intentan hacer trampa, y confían en lo que pitas. Desde hace años tengo cierta suerte, quizá injusta con mis compañeros, porque el estatus influye en hasta dónde intenta apretarte el jugador.

¿Hay un esfuerzo por promover el arbitraje y la participación femenina en el rugby?

Creo que sí. La World Rugby ha hecho una apuesta desde hace unos años por el arbitraje femenino y consideran que ha salido bien. Es una manera de valorar esa apuesta y que ha habido una serie de personas que la han trabajado. Los premios desafortunadamente son solo para una persona. Me ha venido bien a nivel individual, pero es el reconocimiento al trabajo de mucha gente que ha demostrado que el arbitraje no debería entender de géneros. Mira: estuvimos pitando el preolímpico masculino cuatro chicas, porque se lesionó un compañero en el segundo partido, y decidieron que pitáramos nosotras, que estábamos de asistentes y de marca. Arbitramos a selecciones masculinas que se estaban jugando una plaza para Río y nadie dijo “esto es una locura”. No pasa nada. No hay diferenciación. Al final es rendimiento.

¿Hasta cuándo puedes dedicarte a esto? ¿Te ves vinculada al rugby en el futuro?

Hasta que rindas. Al alto nivel no me veo, por objetivos personales: por ejemplo, quiero ser madre, aunque a alguna gente le moleste que le diga esto…

¿A quién le molesta?

Bueno, en una entrevista me preguntaron por mis objetivos de tu vida y dije que yo quería ser madre. Posiblemente sea el objetivo más importante de mi vida. Y no quiero serlo con 45 años, así que no creo que pueda estar diez años más. Quiero hacer cosas a nivel personal que son importantes para mí, esto me apasiona pero no es el objetivo último de mi vida.

Ha costado fijar una fecha para esta entrevista. ¿Es estresante la vida de un árbitro de élite?

Ahora mismo sí, porque desde 2015 con la nominación explotó todo un poco. Luego con la final de los Juegos Olímpicos y el premio de este año ha sido una locura. Antes todo estaba centrado en arbitrar y ahora tengo que lidiar con otras cosas: eventos del patrocinador, viajes… Me autodefino como bicho raro, una cosa exótica, y sabes cómo funciona esto: entiendo que para el rugby es bueno. A veces preferiría decir que no, porque no doy más de mí, pero como es bueno que se nos vea, si yo puedo sumar un poquito, mucho mejor.

¿Te cansa un poco esta proyección?

Me gusta la pregunta [reflexiona unos segundos]. Sí. El cansancio físico se pasa, pero a veces me harto de no marcar yo los ritmos de mi vida. Siempre lo he hecho y a día de hoy me marcan los tiempos y vivo para lo que tengo que hacer, sí o sí. Entiendo que es una época que hay que aprovechar, pero antes era personaje muy pocas veces y ahora prácticamente todo el día soy personaje, y dejas de ser persona, de hacer lo que tú quieres y tener tu tiempo.

Me llaman Marmota, porque me encanta dormir, y me encantaba dormir diez horas diarias. Ahora duermo siete horas y eso si puedo. Me gustaba una vida tranquila y echo de menos cosas básicas. Soy privilegiada haciendo lo que hago y doy gracias por hacer lo que me gusta, pero hay días en que estoy todo el día trabajando y no es sano. A veces entiendo que la gente esté hasta el moño de verme en todos sitios, pero mientras sea algo positivo y no note que es algo que perjudica o que meto la pata, o no transmito un mensaje… Entonces preferiré dar un paso al lado y dedicarme a plantar tomates. Una temporadita…

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