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El arte de escasear

Las empresas han desmentido que haya riesgo de desabastecimiento de juguetes.

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“Adelanta este año tus compras de Navidad para evitar colas y la falta de existencias”, “Las jugueterías recomiendan adelantar las compras de Navidad”, “Dado que muchos minoristas ya han advertido de la escasez de existencias en Navidad debido a la continua interrupción de la cadena de suministro causada por la pandemia, se espera que los consumidores compren antes de lo habitual para evitar la falta de existencias”, “Encuesta: ¿Tiene previsto adelantar las compras navideñas para garantizarse los productos?”. Estas son sólo unas cuantas de las miles de noticias y otras supuestas piezas informativas que me devuelve Google cuando le pregunto por el tema. 

Este año tenemos un novedoso acicate para empujar al consumismo: la idea de escasez. No es nueva, el letrero “oferta disponible hasta agotar existencias” ha existido siempre en cualquier zoco. Lo que resulta novedoso del aviso es que ahora viene sin eufemismos, casi en plan posbélico. Por primera vez después de las guerras, las posguerras y las pertinaces sequías, cunde en nuestras sociedades fortificadas algo así como la amenaza de carecer de veras de alguna cosa. 

Me da a mí que el fantasma de la escasez es más poderoso cuanto más opulentas son las sociedades

Las sensaciones de incertidumbre, inseguridad y carestía conectan con el miedo atávico a la supervivencia. Por supuesto, nadie se va a morir por quedarse en Nochebuena sin ginebra. No es la idea de ginebra, juguetes o videoconsolas lo que inquieta, sino la de carencia, da igual de lo que sea, la que genera comportamientos compulsivos. Me da a mí que el fantasma de la escasez es más poderoso cuanto más opulentas son las sociedades. Y me da a mí que el mensaje de que este año no vamos a poder tener todo lo que deseamos si no nos andamos prestos está surtiendo un gran efecto porque se está lanzando después del shock de una pandemia. Tras la experiencia atroz del coronavirus ha aumentado la fe en que cualquier cosa puede suceder: grandes apagones, carestías, meteoritos o complots universales. Los conspiranoicos se lo pasan bomba con estos asuntos. Dicen los expertos que la vulnerabilidad ocasionada por la pandemia explica que calen rápidamente estos mensajes que mueven al acopio y a la angustia.

No niego en ningún caso que no haya tierras raras para tantísimo artículo tecnológico, ni los problemas con el transporte y la externalización de la producción, ni el hecho de que quienes han podido ahorrar durante la pandemia (en contraste con quienes han tenido que pulirse sus ahorros para seguir viviendo durante la misma) estén generando actualmente una demanda espectacular de productos y servicios. Todos estos factores reales conducen a presagiar que no habrá de todo para todos. Pero los efectos locos del miedo a la carencia sólo pueden desarrollarse donde existe una cultura de la escasez, es decir, donde la gente vive con la creencia individual y social de que no hay suficiente y, por tanto, la supervivencia depende de la competencia. Ahí estamos: no sólo competimos por producir; también estamos compitiendo por consumir. Consumir hasta agotar las existencias, dicho sea 'existencias' en el sentido metafísico del término. Profecía autocumplida: si cunde el miedo a la escasez, den por seguro que la habrá, pues todo el mundo querrá hacer acopio de aquello que quizá escasee. El mensaje no es que, si nos organizamos, hay para todos –y hasta parece sobrarnos: el 17% de los alimentos del mundo se tiran a la basura cada año– sino el opuesto, que si no te andas lista no vas a tener lo que necesitas.  El “no tengo que ponerme” sólo se enuncia ante armarios rebosantes. 

Ahí estamos: no sólo competimos por producir; también estamos compitiendo por consumir. Consumir hasta agotar las existencias

Leo que el gasto medio en compras navideñas alcanzará este año los 631 euros por hogar. Es un 14% más que el anterior dato, que es de 2019. El gasto medio por cabeza en regalos va a ser de 240 euros, un 4,8% más que el año pasado. Definitivamente, hay alguien que está comprándose, además de lo suyo, lo mío y lo de otras muchas personas que consideran que a este ritmo no hay bolsillo ni planeta que lo aguante. No es que haya escasez, es que existe finitud de recursos, que es una cosa bien distinta. 

'Escasez' y 'despilfarro' son dos buenos amigos de toda la vida. Hay quien se consuela pensando que su consumo da de comer a otras personas. El problema viene cuando esta idea deja de ser sostenible y, además, nos engollipa y colapsa a nivel social e individual. El problema viene cuando esta idea, además, deja de ser cierta cuando se amplía el espacio que separa a quienes más gastan de quienes menos cobran. El problema viene cuando en nuestra mentalidad está tatuada la impresión de que estamos escasitos de todo –productos, tiempo…– cuando, bien pensado, quizá vayamos más que sobrados. Que corra la moneda no tendría que ser incompatible con el sentido común ni con el uso racional de los recursos finitos del planeta. Y sin embargo…

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