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La cara oculta de la sequía

Encina centenaria afectada por la sequía foto.

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El ciclo del agua consta del agua almacenada en la Tierra en todos sus estados, junto con el agua en movimiento por el sistema climático del planeta. Este ciclo ha ido fluctuando a lo largo de la historia, sin embargo, cuantificar su cambio histórico es difícil debido a la escasez de observaciones directas, dado que entre el 77% y el 85% de la precipitación y la evaporación globales tiene lugar en los océanos.

Hacia finales del siglo XXI se prevén importantes y graves cambios ajenos a los causados por la variabilidad natural.

Debido a ello se hace especialmente dificultoso determinar los patrones que rigen la circulación del agua dulce en el planeta. Sin embargo, un estudio llevado a cabo por la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW), en Sidney (Australia), ha logrado estimar la cantidad de agua dulce oceánica que se ha desplazado del ecuador a los polos en los últimos cincuenta años gracias al estudio de la salinidad de los océanos.

El porcentaje de población expuesto a sequías extremas se va a doblar.

Los flujos de agua dulce entre la atmosfera y el mar dejan su testimonio en el océano mediante el nivel de sal. Así, la salinidad media es más baja en las partes más cálidas y en las más frías de los océanos, y es más alta allí donde se mantienen unas temperaturas intermedias. Un equilibrio que se estaría viendo afectado por el calentamiento global derivado del reforzamiento del efecto invernadero. 

En un planeta cada vez más caliente se producirá un aumento neto de las lluvias, pero también de la evaporación en superficie y la transpiración de las plantas, algo que no ocurrirá de forma homogénea y repartida

En este sentido, hay que recordar que, tal y como señalan los informes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), a pesar de que el flujo y el almacenamiento de agua en el sistema climático de la Tierra siempre se ha caracterizado por ser altamente variable, hacia finales del siglo XXI se prevén importantes cambios ajenos a los causados por la variabilidad natural y directamente asociados a la crisis climática.

En un planeta cada vez más caliente se producirá un aumento neto de las lluvias, pero también de la evaporación en superficie y la transpiración de las plantas, algo que no ocurrirá de forma homogénea y repartida. Así, mientras en algunas zonas aumentarán las precipitaciones, en otras disminuirán, y en ambos casos sucederá de forma cada vez más contrastada y brusca.

Con todo, la peor sequía no es la que ahora tiene bajo mínimos a los suelos, embalses, marismas, praderas y bosques.

 Dentro de 25 años necesitaremos producir un 50% más de alimentos y nuestras necesidades de agua resultarán un 30% mayores. Para entonces, con casi total seguridad, lloverá también un tercio menos que hace 40 años. Sobre todo en países como el nuestro. Todo ello, por supuesto y como casi siempre, sin tener en cuenta los requerimientos de los paisajes. Me refiero a los sistemas naturales de los que en buena parte depende nuestro propio abastecimiento y su calidad. 

Y nada ni nadie sabe hacer tanto como el agua. El porcentaje de población expuesto a sequías extremas se va a doblar.

Todavía, a pesar del espectacular incremento de los regadíos, algo más del 60% de lo que comemos los humanos procede de lo que la lluvia moja gratuitamente

Todavía, a pesar del espectacular incremento de los regadíos, algo más del 60% de lo que comemos los humanos procede de lo que la lluvia moja gratuitamente. Aunque ahora mismo nos ha comenzado a devorar una potente sequía, nada resulta posible si cada día no se echaran a volar nada menos que 1.200 kilómetros cúbicos de agua marina. Unos 90.000 millones de litros por segundo. O sin que las temperaturas conviertan a los mares voladores en futura lluvia que invariablemente nos habrá traído el viento.

Pero no menos sin que las plantas escuden a los suelos donde hurgan sus raíces y evitan así su fin y el nuestro. Con todo, no reconoceremos la trascendencia del agua hasta que no recordemos que no solo ha escrito la historia de la vida, sino que también ha dibujado la totalidad de lo que vemos. Para empezar a adaptarnos a la escasez de agua hay que empezar por valorarla debidamente como lo más vivaz, necesario y bello de este planeta.

No reconoceremos la trascendencia del agua hasta que no recordemos que no solo ha escrito la historia de la vida, sino que también ha dibujado la totalidad de lo que vemos

Ni uno solo de los procesos biológicos es ajeno al agua, ya lo sabemos. Ninguno de los procesos productivos humanos tampoco. Es más, considerarla tan solo como utilidad es ponerse en el bando de lo seco.

En la ganadería, las altas temperaturas afectarán al ganado, con disminución de la productividad de zonas pascícolas, y un aumento de plagas y enfermedades. Cabe esperar consecuencias altamente perjudiciales para los sistemas de pastoreo extensivos. En las zonas mediterráneas, el aumento de la temperatura y la disminución de precipitaciones acortarán el periodo de pastoreo y reducirán, tanto en cantidad como en calidad, la producción forrajera. 

Uno de los mayores impactos será el que atañe a los recursos hídricos, con alteraciones no solo en la disponibilidad de agua, sino que también afectará a su calidad y a la concentración de contaminantes. Se vislumbran importantes problemas en la recarga de acuíferos y en los caudales ecológicos, y por supuesto en la disponibilidad para el regadío en determinadas zonas. De hecho, varios estudios diagnostican una reducción del 20 al 40% en las estimaciones globales de recursos hídricos en España, llegando en algunas cabeceras hasta una disminución del 50% (como es el caso del Júcar). Incluso otros informes vaticinan una reducción de la aportación de agua de un 15-20% en 20 años.

También se prevé para España una acentuación de los fenómenos extremos, ya sea sequías, olas de calor o inundaciones. En lo referente a las sequías, nuestro país será de los más afectados, con periodos de sequías más frecuentes y de mayor intensidad. Estos fenómenos meteorológicos extremos pueden ocasionar importantes perturbaciones de la producción, especialmente durante las fases críticas de desarrollo vegetativo.

Se prevé que el carácter desigual de los efectos del cambio climático amplifique las diferencias regionales e incremente las disparidades económicas entre ellas

La vulnerabilidad de la agricultura varía en función del contexto social y económico de las explotaciones agrarias. El grado de dicha vulnerabilidad será diferente dependiendo de las propias características de las explotaciones, como el tipo de producción, el tamaño de la explotación y su nivel de intensidad. También varía en función de la situación socioeconómica general, teniendo en cuenta que los agricultores de recursos limitados o residentes en zonas rurales aisladas son más vulnerables.

Se prevé además que el carácter desigual de los efectos del cambio climático amplifique las diferencias regionales e incremente las disparidades económicas entre ellas.

Al ser considerado el sector agrario como un sector estratégico, tanto en el ámbito económico, como social y territorial, éste debe tener un Plan de Adaptación al cambio climático específico. Dicho Plan debe identificar las zonas y sectores vulnerables y evaluar las necesidades y posibilidades de cambiar cultivos y variedades como respuesta a la evolución del clima. También debe contar con una línea específica de I+D+i de ayuda a la investigación agraria y a la producción experimental destinada a la selección de cultivos y al desarrollo de las variedades mejor adaptadas a las nuevas condiciones. Mejorando la eficiencia de las infraestructuras de regadío y las tecnologías de uso del agua, así como la gestión de los recursos hídricos. Es necesario un plan de sensibilización, información, formación y asesoramiento, objetivo y pedagógico.

Ante estos previsibles escenarios, nos podemos preguntar: ¿estamos preparados?. Si la respuesta es no, entonces hay que hacer algo para prepararse. Hay aún plazo, pero no nos debemos demorar.

Si queremos beber y que beban nuestra agricultura y ganadería, nuestra higiene y salud tenemos que dar de beber al agua. Porque tiene sed de libertad, transparencia, moderación, respeto y sensatez. Algo que ahora mismo consiste en tomar muy en serio la escasez por excelencia, es decir la sequía.

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