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La independencia de la Argónida

Moreno, Marín y Crespo

Juan José Téllez

Vista a vuelapluma y leídos los análisis sobre la sentencia del procés, la independencia de Cataluña era un señuelo y los soberanistas condenados van a pasar largos años en la trena por publicidad engañosa. Que sería como condenar por homicidio a alguien que le espetase a otro: “Te voy a matar, que lo sepas, Borjamari” en mitad de una botellona.

En el sur, el señuelo se llama Doñana y su independencia vuelve a estar en entredicho por un viejo proyecto de carretera que la Junta de Andalucía sigue sin descartar. En el mismo acto en el que el presidente andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla proclamó tácitamente que era más verde que Greta Thunberg, recalcó que, hoy por hoy, su principal apuesta es la unión por ferry entre las provincias de Cádiz y Huelva.

Hasta ahora, que se sepa, esa era la propuesta del PSOE, basándose en una antigua iniciativa de Doñana 21. Sin embargo, faltan todavía unos meses para que se sustancie el llamado proyecto Espomar, que pretende unir el sur de España y Portugal por vía marítima. Se trata de una investigación alentada por las universidades de Cádiz, Huelva y el Algarve portugués de común acuerdo con la Agencia Pública de Puertos de Andalucía y cuyo estudio de viabilidad se viene realizando desde hace varios años, pero tiene fecha de caducidad dado que se encuentra relacionado con el programa europeo Interreg (Popctep 2014-2020). Las citadas universidades plantearon una encuesta en internet para averiguar el target de los futuros usuarios y si los costes y duración de dicho servicio marítimo satisfarían a los futuros clientes.

Sin embargo, la carretera que el propio Moreno Bonilla viene prometiendo desde 2015 sigue estando ahí, como el dinosaurio de Augusto Monterroso. Que protegerá el Parque, afirma, como mucho antes lo hiciera Javier Arenas. Ahí permanecen también los pozos ilegales defendidos por responsables públicos del Partido Popular que chupan el agua de Doñana como si fueran eucaliptos: “Andalucía es la región de Europa más vulnerable al cambio climático”, proclama Moreno Bonilla en el climax de su discurso ecologista. Otro señuelo. De ser así, el día en que el Gobierno andaluz conmemoraba el quincuagésimo aniversario de la creación del Parque Nacional, podría haber anunciado que nunca más se hablaría de asfalto frente a ese pulmón verde, que siempre iban a respetarse sus niveles hídricos, que se eliminarían las hectáreas de cultivos ilegales de fresa, un expolio que los ecologistas cuentan por miles; o que se le daría carpetazo definitivo al proyecto de almacenamiento de gas de Naturgy en el subsuelo y otras peligrosas veleidades con que el PSOE también amagó en el pasado.

No se descarta la carretera, aunque preferimos el barquito, vino a decir bajo el vuelo de los ansares o las grullas, sin que llegara presumiblemente a escuchar las últimas berreas de los ciervos pero quizá pudo verlos comiendo bellotas junto a los jabalíes y los gamos, antes de que se acercaran a beber a los charcos sedientos del Caño Guadiamar, que se disputan espátulas, moritos, flamencos, garzas y yeguas marismeñas. Pues habría que descartarla, señor presidente. Para preservar la independencia de la Argónida, que es como José Manuel Caballero Bonald bautizó a esa lengua de tierra, marisma, flamenco y linces, a la que él sigue llamando El Coto, el camino más heroico hacia la aldea del Rocío.

Ese lugar orilla junto a la barra de Sanlúcar en donde el autor de Agata ojo de gato dice oír en noches de tormenta los alaridos de los marineros que naufragaron en sus costas. En ese pequeño paraíso, Francisco de Goya y la Duquesa de Alba dibujaron un enigmático cuaderno de amor y de ausencia. Aunque sólo fuera por eso ya merecería la pena dejar a Doñana en paz.

Nadie se opone a la sinergia de progreso entre Cádiz y Huelva pero, ¿con un cuarto de hora menos por carretera podremos lograrlo? Ese es el tiempo que un automovilista ahorraría si viajara por la nueva carretera entre La Ermita y La Caleta. ¿Para esas alforjas vamos a arremangarnos? ¿A través de una obra que presumiblemente cueste 1.400 millones de euros? El presidente cree en la cuadratura del círculo, que es posible tirar de la experiencia de Suecia o Noruega para realizar dicho trazado, “superando los obstáculos para proteger la joya de la corona que es Doñana”, eso manifestó en Huelva, hace justo un año cuando difícilmente se imaginaba en el Palacio de San Telmo. Y nada más llegar al poder andaluz, de la mano de Ciudadanos y con la venia de Vox, se comprometió a incluir una carretera de alta capacidad que atravesara las marismas y el Guadalquivir por el norte del Parque, dentro del Plan de Infraestructuras del Transporte y la movilidad 2021-2027 (PITMA).

Tanto Equo como WWF -World Wildlife Fund; que en español debería traducirse como ‘Fondo Mundial para la Naturaleza’- han encendido de nuevo las señales de alarma. Como ya hicieron en el pasado, o más recientemente cuando la Junta anunció el futuro desdoblamiento de la carretera A-483 que ya une Almonte y Matalascañas, atravesando Doñana de norte a sur, con lo que se lo pondrían especialmente chungo a los malditos linces, que se empeñan en sobrevivir a todas nuestras fechorías, con la ayuda de una pandilla de científicos presumiblemente locos.

¿Qué nos habrá hecho Doñana?

¿Qué nos habrá hecho Doñana para que llevemos desde los tiempos de la II República barruntando esa otra autovía entre Huelva y Cádiz? También el PSOE pensó en el norte del Parque, entre Hinojos y Lebrija, pero la Comisión Europea hizo que, por entonces, la Junta de Andalucía metiera las cabras en el corral. Un cinturón de asfalto para nuestro pequeño Amazonas de bolsillo.

A fragmentar las marismas, todo sea por la pasta. A ver qué cara se le pone a Bruselas y a Estrasburgo cuando dañemos a los espacios protegidos por la Red Natura 2000, como el Corredor del Guadiamar, aquel hermoso río envenenado por Boliden.

No en balde, la Comisión Europea ya denunció a España ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TUE) por no haber tomado las medidas adecuadas para proteger el acuífero de Doñana ni para evitar el deterioro de los hábitats protegidos en los humedales, como ocurre con los famosos pozos: “Ahora que no hay ningún móvil grabando”, escucharon decir hace unos meses a Alberto Fernández, vicepresidente del Partido Popular en Huelva. Se dirigía a los agricultores de Lucena del Puerto que protestaban por el sellado de los pozos que afectan a Doñana. Que allí era donde tenían que estar, les animó, pegándole cuatro gritos al poder: “No hay una cosa que le joda más a un político”, afirmó como si él se estuviera quitando del oficio. “Así que ahí es donde tenéis que seguir peleando, partiéndoos la cara, lo estáis haciendo de puta madre y eso no os lo quita nadie”, proclamó.

De seguir por esa vía, más temprano que tarde, a todos nos quitarán Doñana. Y ya no habrá remedio. Felices 50 años, por ahora.  

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