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Perjudicados

El oso 'perjudicado' de Cádiz, en la cabalgata de 2022.

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Es un clamor, que diría en su terminología decadente la prensa de las tres letras; pide el pueblo que en Cádiz repita el oso perjudicado, el feliz bautizo de una compañera de la radio de Cádiz. Es lo suyo; equivale a averiado. Y no sé por qué se oponen desde la autoridad, de verdad que debería formar parte ya de la cabalgata, yo diría de todas las cabalgatas. Si en Catalunya repiten y repiten un tío cagando en el nacimiento, por qué no un oso perjudicado.

Sería, además, el fiel reflejo de la sociedad que vivimos. Estamos, reconozcámoslo, bien perjudicados y, cómo no, Cádiz nos lo recuerda y lo hace con un desdén particular hacia las cosas coreográficas y rituales.

Qué pasa si no con las instituciones y organismos constitucionales de nuestra joven democracia. ¿No están ni más ni menos que el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial muy perjudicados?

Desde las voces más serias se nos dice que lo importante es escuchar, será verdad pero es agotador. Llegamos al final del año, previo a las cabalgatas, ciertamente perjudicados

Acabamos de salir de una Nochebuena perjudicados, y no lo digo por los efectos de otros excesos, sean espirituosos o de la cartera, sino por la tabarra que a más de uno le habrá dado su cuñao, civil o espontáneo y voluntario que los hay. Porque hay que reconocer que ser cuñado ya no es una relación familiar, es una maldición fruto de años de poca lectura, poca educación y formación, mucho sofá televisivo y también de la osadía del que lo mismo es entrenador de fútbol, experto en epidemias y volcanes o economía del Gobierno, que de la economía de su casa es otra cosa. Y, desde luego, europeísta de oídas.

Es una noche evitable o, al menos, digna de más recogimiento. ¡Que el tardeo debería de haber sido suficiente, home!; una moda no importada de Belén, sí, pero que no los desanima. Los cuñaos están en pie de guerra. Es tal su empuje que hasta en la televisión, la radio, la prensa, las tertulias, todo el mundo se siente cuñao –o invita a uno– y ejerce de tal más que de periodista, en un alarde de intromisión en la vida y en el registro civil de cada uno de nosotros.

Dentro de unos días llegará el fin de año. Nueva ocasión para apalizarnos. Desde las voces más serias se nos dice que lo importante es escuchar, será verdad pero es agotador. Llegamos al final del año, previo a las cabalgatas, ciertamente perjudicados. Fuera de nuestras lindes no se lo explican. Las cosas van razonablemente bien en economía y hasta tenemos una cierta paz territorial, pero el cuñadismo privado y el publicado han dejado a las armas de destrucción masiva en solo un peligro leve. Lo que de verdad destruye son los cuñaos.

Fiel a la tradición heredada del oficio de su padre seminal, ha hablado Borbón Grecia. Muy esperado, pero no ha dado el perfil. Un árbitro también perjudicado

El cuñadismo ha fecundado las instituciones y así uno llega a pensar que con los andares pedestres observados en magistrados, jueces y juristas de desconocido prestigio no estamos sino ante la imagen de una democracia perjudicada, nosotros que creíamos que con la Transición estaba todo resuelto. No sería de extrañar que en esas listas que publica The Economist sobre calidad democrática aparezcamos como democracia perjudicada. Innovamos.

En las previas de la gran noche pasada era otro clamor que hablara el árbitro; una manera de republicanismo impropio. A Moreno Bonilla lo convirtieron en Juanma porque la guasa de Sevilla decía que tenía nombre de trencilla. Bueno, pues fiel a la tradición heredada del oficio de su padre seminal, ha hablado Borbón Grecia. Muy esperado, pero no ha dado el perfil. Un árbitro también perjudicado. Los árbitros expulsan, sacan tarjeta, pitan penal pero nada. No ha habido emoción –cero a cero–, no ha hecho falta ni el VAR; además, a los cuñaos de la corte les había llegado el discurso del árbitro con las instrucciones de uso pero sin pilas. Cosas de estos días que nos habrán pasado a todos. Cada uno de los cuñaos le ha puesto las suyas con toda su buena voluntad, ya que no las traía de la Zarzuela, en una pura competición de agradaores. ¿De verdad que no hace falta un oso perjudicado? Cádi, ilumínanos, por favor.

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