Rancio se entrevista

La cita es en la bodeguita Intramuros, en la calle Matahacas. Nada más entrar, hay una trabajadera en el techo, varios parroquianos en las mesas y Ranciosevillano apoyado en la barra.

¿Por qué me has citado aquí?

Bueno, Antonio, el dueño, es amigo de mi padre y además, quitando El Tremendo y el Jota, para mí es la mejor cerveza de Sevilla; pero vamos, que eso es muy personal. Tengo un amigo que me dice que cualquier día le voy a llevar a un bar y le voy a decir que ahí dan la mejor Coca-Cola de Sevilla. Yo le digo que en seguida le voy a llevar a un bar a tomar Coca-Cola. En fin, que me gusta mucho y, además, es uno de los sitios en los que pasan cosas en la novela.

¿En el primer libro, “El Asesino de la Regañá”, hubo muchos sitios que no eran muy conocidos incluso para algunos sevillanos, en “El Crimen del Palodú” también los habrá?

Hombre, no sé los sitios que conoce la gente. Ojalá, porque una de las cosas que más me sorprendió de la primera novela fue que había gente incluso que quedaba para hacer una ruta por los sitios que aparecían y los bares de alrededor, claro. En esta salen lugares no típicos también, sí, de hecho, en 100 metros a la redonda desde aquí pasan muchas cosas. Mi padre tiene una imprenta cerca y es una zona que me encanta.

¿Cuál es la trama de esta segunda parte? ¿Se puede seguir sin leer la primera?

Pues se puede entender sin leer la primera parte, pero lo suyo es leer primero la Regañá. El primero ocurre en Semana Santa y en este segundo todo, o casi todo, pasa en la Feria, que tiene muchas cosas que contar semidesconocidas, la verdad. Voy a pedir otra cerveza, ¿te pido otra?.

Sí

Antonio, dos cervezas y dos montaditos de pringá de La Algaba.

¿Eres capaz de notar la diferencia entre la pringá de La Algaba y la de otro sitio?

Por supuesto que sí, pero la duda real respecto a la pringá no es saber de dónde es. La duda que genera es saber qué fue antes, si el pulgar o la pringá. Iker Jiménez se vino a hacer un programa de misterio al bar ese al lado de Bellas Artes y de esto no dijo nada. Silvio decía que no se podía entender la Semana Santa en Sevilla sin el bacalao y viceversa, con el pulgar y la pringá pasa lo mismo: no se entienden el uno sin el otro.

Oye, Silvio el rockero, ¿sale?

A ver, lo de “el rockero” sobra. Si hablas del cubano se dice “el cubano”, si es de Silvio se dice “Silvio” y ya está. Prefiero no decir si sale o no, porque una de las gracias del libro es ir descubriendo a uno y a otro. Eso sí, te puedo decir quién no sale: La Duquesa de Alba por ejemplo, no aparece. Se cayó al final.

¿Vuelve a haber pseudónimos?

Sí, ahora tanto el Palodú como la Regañá salen con una editorial nueva, un poco mayor que la anterior. Con la regañá, hubo mucho cariño hacia el libro y todos los fallos que tenía, porque la verdad es que era caro y estaba editado con algunos errores. Ahora ojalá no traiga errores, pero me gusta que siga siendo cutre en el buen sentido. El Palodú no es un best seller, así que no tiene que ser demasiado bonito… Así que los pseudónimos se mantienen porque le dan ese aromilla a “pirata”. Por lo mismo, después de muchas negociaciones, el libro traerá manchas en las hojas, concretamente de botellines, de la grasilla que se quedaría si pasaras las hojas comiendo adobo de Blanco Cerrillo, o de miguitas de Inés Rosales. Aparte de solo estética, es una manera de aconsejar cómo es la mejor manera de leer el libro: bebiéndote una cervecita y comiéndote una tapa de adobo. El diseñador tuvo que alucinar, por cierto. Mi mujer, @labambola, vuelve a hacer las ilustraciones de los capítulos.

¿Y lo de las manchas de botellines… para qué?

Hombre, así me aseguro que el libro va a gustar, porque bebiéndote un botellín y comiéndote unos adobitos, a ver qué libro es malo.

Bueno, ¿y de trama cómo va?

Igual que de cortijos. Verás, apaga la grabadora, pido dos cervezas más y te cuento…