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Autoconsumo
El precio de la luz da un impulso a las comunidades energéticas en Andalucía

Autoconsumo.

Consuelo Durán

7 de noviembre de 2022 19:47 h

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Las trampas del sistema eléctrico y las facturas cada vez más elevadas, pese a un consumo igual o menor, están suponiendo un impulso para las comunidades energéticas, una figura reciente que posibilita el camino a la transición energética y por la que sus promotores se pueden encargar de la producción, el consumo, el almacenamiento e incluso la venta de energía. 

En Andalucía, se ha puesto en marcha una docena desde que en 2016 la Unión Europea creó esta fórmula. La mayoría está en estado embrionario porque se han empezado a gestar estos últimos años coincidiendo con la crisis energética, mientras que otras ya avanzan hacia su constitución como cooperativas para su consolidación jurídica. Había un terreno abonado en Andalucía para ello: la comunidad autónoma vio nacer la segunda cooperativa de energía renovable creada en España, Zencer, en 2011 en Málaga, tras la catalana Som Energía, impulsada en 2010 a partir de la iniciativa de un grupo de profesores y estudiantes de la Universidad de Girona junto a una asociación de participación ciudadana y desarrollo sostenible. Son estos dos, de hecho, los pilares en este tipo de proyectos: sostenibilidad y participación.

La realidad es que, de los 45 proyectos de comunidades energéticas subvencionados por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) en su primera convocatoria, y cuyos resultados se acaban de dar a conocer, solo cuatro han sido en esta autonomía, si bien es la tercera con más, por detrás de Catalunya (10) y País Vasco (8). Se ultima todavía -exponen desde el IDAE- otorgar la financiación de una segunda convocatoria, dirigida a aquellos proyectos que superan el millón de euros de inversión, y de los que han seleccionado 28, dos de ellos en Andalucía.

Toda Sevilla

Uno de ellos es Toda Sevilla, un proyecto en gestación y liderado por la asociación Gran Vega. Su afán es impulsar la innovación social y la participación ciudadana en energías renovables. Les motivan “los elevados costes de la energía, unido a una concienciación por la sostenibilidad y por minimizar los efectos del cambio climático”. La idea consiste en que los diferentes integrantes, entre los que se encuentran administraciones públicas, cedan espacios para la instalación de paneles fotovoltaicos de la que puedan beneficiarse el conjunto de la ciudadanía que se adhiera al proyecto. Hay integrantes de casi 40 municipios de la provincia y que van desde la comarca del Aljarafe hasta la Sierra Sur, pasando por La Vega, Campiña, Sierra Norte y Bajo Guadalquivir.

Son proyectos, pues, que en ocasiones desafían el ámbito puramente local, incluso el provincial, como es el caso de Licle (Liderando Comunidades Energéticas Locales). Este está desarrollado por los grupos de desarrollo rural Guadajoz y Campiña Este de Córdoba (Adegua), Aljarafe Doñana, Medio Guadalquivir y Valle del Guadalhorce. José Rafael Guijarro, gerente de Adegua, subraya que “las comunidades energéticas son instrumentos para empoderar a los ciudadanos como productores de su propia energía usando fuentes renovables abundantes en el territorio”. En la actual situación, “los ahorros son muy altos, llegando a la amortización de las inversiones en menos de tres años”.

La experiencia de Torreblanca como modelo para Andalucía

Destaca también que “el interés es enorme ante los precios de la energía eléctrica y las expectativas de una mayor dependencia de la electricidad para la actividad descarbonizada de familias y pymes, especialmente agrícolas y ganaderas”. De esa comunidad energética ya ha nacido la Comunidad de Energías Renovables Andalucía Centro SCA (sociedad cooperativa andaluza), constituida a finales de 2021. Se trata de una cooperativa que asume el papel de comunidad energética local en ese territorio: Guadajoz y la Campiña Este de Córdoba. “Ya se están haciendo los primeros proyectos de generación de energía para el autoconsumo de los socios”, asevera José Rafael Guijarro.

Desde la Agencia Andaluza de la Energía apuntan que para conseguir que las comunidades energéticas sean una realidad en el territorio han trabajado el último año en estrecha colaboración con la Asociación Torreblanca Ilumina. El objetivo es el desarrollo de “un proyecto piloto dirigido a canalizar y testear todo el proceso de puesta en marcha de una comunidad energética en este barrio de Sevilla”, uno de los más pobres de España, según los Indicadores Urbanos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Precisamente, cuenta con el respaldo del grupo local de Sevilla de Som Energía, la que mencionábamos como primera cooperativa de energía renovable en España.

Mientras, el modelo de asociación ha permitido el nacimiento de Alumbra, en Arroyomolinos de León, en Huelva, un proyecto impulsado desde 2019 por la asociación Muti, que se creó con el objetivo de trabajar por el desarrollo sostenible del mundo rural. “Es de esperar que a corto y medio plazo maduren, porque seguro que se irán habilitando incentivos específicos para su constitución”, indican desde la Agencia Andaluza de la Energía, que entiende que su trabajo realizado “a través del proyecto europeo Powerty para la puesta en marcha de Torreblanca Ilumina, es muy importante para ayudar a otras comunidades energéticas que se emprendan en el futuro”.

Las cooperativas pioneras

De la comunidad energética se puede avanzar a cooperativa. Después de esa pionera Zencer, se han sumado algunas más. Como Cooperase, creada en 2017 en Monachil, Granada, para poner en marcha instalaciones de energías renovables, mejorar el ahorro y trabajar por la eficiencia energética, con el impulso de nuevo de Som Energía, y Candela. 

“Se ha notado un mayor grado de interés por las alternativas a las grandes comercializadoras. La gente se ha empezado a preocupar seriamente cuando los precios de la electricidad se han disparado y buscan reducir sus facturas”, describe Pepa Beiras, presidenta del consejo rector de Candela. Y es que, prosigue, “la mayor parte se interesan exclusivamente por el precio que les ofrecen en sus contratos de consumo y eso va acompañado de una táctica de las grandes compañías eléctricas similar a la que antes han seguido las telefónicas: captación de clientes, con precios imbatibles para las cooperativas y con letra pequeña y de compromiso de permanencia que muy pronto salen caros”.

Esta experiencia la aporta Candela desde su creación como cooperativa de consumo y sin ánimo de lucro, cuyos promotores se unieron en el marco de unas jornadas de transición energética celebradas en Granada en 2018. “El grupo promotor lo constituyeron una treintena de personas procedentes de diferentes organizaciones ecologistas, vecinales, sindicales y políticas, que se pusieron a trabajar a título personal”, recuerda Pepa Beiras. Hasta finales de 2020 no se constituyeron como SCA, y lo hicieron también tras un pacto con Som Energía. De este modo, sus socios contratan la electricidad a través de la catalana mientras logren el peso suficiente para operar como comercializadora independiente, que es su objetivo. “Vistas las dificultades por las que han pasado las cooperativas comercializadoras con la subida de los precios de la luz, se entiende que el proceso de expansión esté siendo lento. Tenemos socios en todas las provincias de Andalucía, pero estamos aún lejos de alcanzar la masa crítica necesaria para independizarnos”, expone.

Y avisa de un riesgo: “Han surgido multitud de iniciativas desde el sector de la economía especulativa en forma de cooperativas y comunidades energéticas que busca mantener el control de la producción y el consumo, ajeno al interés social”.

Las grandes empresas los observan

De hecho, las grandes empresas han empezado a mirar con interés estos proyectos. El Ayuntamiento de San Juan del Puerto y una treintena de familias crearon hace poco más de un año una comunidad energética. Pero este año, San Juan del Puerto se ha convertido en el primer municipio del país elegido por la Fundación Acciona para desarrollar “un proyecto energético de autoconsumo colectivo que contribuirá a combatir la pobreza energética de medio centenar de familias y reducir la huella de carbono”, según la entidad vinculada a esa gran empresa.

Otro caso: en Almería está la comunidad energética de Almócita, un municipio con dos centenares de habitantes que trabaja ya para convertirse en cooperativa. Nació para la producción de su propia energía, a través de placas fotovoltaicas, y compartirla con los vecinos. Ha despertado ya el interés de australiana Powerledger, una empresa tecnológica global que ha desarrollado una plataforma de comercio de energía renovable basada en blockchain.

Su ventaja es que “los que tengan en su tejado energía solar podrán generar mayores ingresos con su excedente y los que no la tengan podrán comprarla a sus vecinos a menor precio que en la red”, defienden sus impulsores. Esto está allanando el camino para que “las comunidades energéticas locales del país tengan un mayor acceso a una energía sostenible, fiable y asequible”.

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