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La manipulación del pasado por la ultraderecha y la reacción académica

Profesor de Historia de la Universidad de Huelva
Celebran el aniversario de la Toma de Granada entre gritos pero sin incidentes

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Desde hace varios años hemos venido analizando en este mismo medio de comunicación el amplio desarrollo de la sistemática ofensiva desarrollada por la ultraderecha española para revitalizar la narrativa, de cuño franquista y nacionalcatólico, de la Reconquista, según la cual España sería una nación ‘forjada contra el islam’, una nación, por lo tanto, cuya identidad colectiva estaría basada en la legitimidad única del catolicismo. Decimos revitalizar y no resucitar porque, en realidad, dicha narrativa nunca desapareció por completo tras la muerte de Franco, aunque sí es cierto que llegó a perder la hegemonía académica que tuvo hasta 1975.

El objetivo final de este proyecto de sistemática manipulación del pasado es lograr su institucionalización. Hace unos años, Vox proponía que el día de Andalucía pasase a celebrarse el 2 de Enero, coincidiendo con la Toma de Granada, y más recientemente ha hecho lo propio en Murcia, planteando que el día de la Comunidad se celebre el 2 de Febrero, en la fecha que conmemora su definitiva conquista cristiana. De hecho, esta ofensiva ya ha comenzado a dar sus primeros frutos, no por casualidad, precisamente, en la única capital de provincia en la que Vox participa en el Gobierno, junto a sus socios de derecha.

El Ayuntamiento de Badajoz, gobernado por el PP con el apoyo de Vox y Ciudadanos, decidía hace apenas una semana declarar el 19 de Marzo como día oficial de la ciudad, en conmemoración de su conquista en 1230 por el rey leonés Alfonso IX. Curiosamente, se da la circunstancia de que la ciudad fue fundada en 875 por Ibn Marwan al-Yilliqi, un rebelde musulmán enfrentado a los emires omeya de Córdoba, por lo que su origen histórico nada tiene que ver con el cristianismo ni con la conquista leonesa. De hecho, en la ciudad se viene celebrando desde hace casi 25 años la festividad conocida como Almossassa Batalyaws, que conmemora, precisamente, dicha fundación, y fue declarada en 2017 Fiesta de Interés Turístico en Extremadura.

Pero los yonquis de las grandezas de la patria no se limitan a chutarse con la Reconquista, sino que consumen substancias aún más tóxicas. Solo unos días después de que se tomase la citada decisión, un concejal de la ultraderecha pedía en un pleno del Ayuntamiento pacense que se pusiese una estatua a Franco en la ciudad que, en agosto de 1936, fue escenario de una de las carnicerías franquistas más sangrientas . No se trata de un caso aislado. Los propios historiadores académicos de ultraderecha realizan indisimuladas apologías públicas del franquismo algo que pasa desapercibido en un país en el que se hacen homenajes públicos a los franquistas que ayudaron a los nazis y en el que uno puede ser enjuiciado por ofender sentimientos religiosos, pero en el que sale gratis insultar a las víctimas del dictador.

El caso de Badajoz demuestra, por un lado, la facilidad con la que los partidos conservadores asumen el proyecto de la ultraderecha. Asimismo, permite comprobar la escasa atención mediática que recibe esta permanente manipulación del pasado, sobre todo si lo comparamos con lo que sucede cuando se cuestiona el relato conservador. Hace solo unas semanas se produjo el último ejemplo, cuando una horda de mandriles enfurecidos se lanzó a una campaña mediática inmisericorde de insultos y descalificaciones contra la diputada de Unidas Podemos que tuvo la osadía de responder a ese relato conservador en el Congreso de los Diputados.

Podría pensarse, tal vez, que carece de relevancia preocuparse por el pasado en un contexto como el actual, en pleno desarrollo de la pandemia más grave de los últimos cien años y con una crisis económica galopante que afecta a miles de familias. Pero enfocar el problema desde esta perspectiva sería un grave error. El pasado es un material altamente inflamable, que la ultraderecha utiliza para legitimar su discurso sectario y azuzar el odio. En la ‘guerra cultural’ que libran, las ideas sobre el pasado juegan un papel de extraordinaria relevancia por su capacidad para cimentar una conciencia colectiva orientada hacia un proyecto de futuro: la respuesta a quiénes somos depende fundamentalmente de saber de dónde venimos y a dónde vamos.

La permanente manipulación de la ultraderecha no ha pasado desapercibida en los medios académicos de nuestro país. En noviembre de 2019, más de 2.500 investigadores, pertenecientes a todas las áreas de ciencias sociales, suscribieron un manifiesto en contra de las mentiras de Vox en cuestiones de inmigración, igualdad o funcionamiento de las autonomías. Dada la singular relevancia que desempeña el pasado en la agenda política e ideológica de la ultraderecha y su indisimulada voluntad de dar respaldo institucional a la narrativa histórica nacionalcatólica, resulta inevitable preguntarse por la reacción de los medios historiográficos al respecto.

Instituciones como la Real Academia de la Historia, ¿tiene algo que decir ante este evidente proyecto de manipulación institucional del pasado.

Los historiadores no están organizados en ‘colegios’ profesionales como los que aglutinan a otros profesionales, pero existen organismos que, si no los representan de forma colectiva, al menos poseen una visibilidad social relevante. Cabe, entonces, legítimamente plantear si instituciones como la Real Academia de la Historia, cuya honda y legítima preocupación por los contenidos de los manuales de enseñanza de Secundaria la llevó hace dos décadas a elaborar un polémico informe, tiene algo que decir ante este evidente proyecto de manipulación institucional del pasado. Lo mismo cabría preguntar a otros organismos académicos que cuentan con representación en nuestro país, como la Sociedad Española de Estudios Medievales o la Sociedad Española de Estudios Árabes, por citar dos ejemplos conocidos. Como se suele decir, la lluvia fina acaba calando y los viajes más largos empiezan con un pequeño paso. Si la ultraderecha llega al poder en ámbitos superiores al municipal, y no parece descabellado que lo haga, ejemplos como el de Badajoz podrían dejar de ser una simple anécdota.

Parece ocioso, en estas circunstancias, recordar que el que calla otorga y que el silencio nos convierte en cómplices de algo de lo que, hasta el momento, solo hemos visto la punta del iceberg. Si nadie dice nada, si nadie hace nada, cuando aún se está a tiempo de denunciar la manipulación, nadie podrá después encogerse de hombros y eludir su responsabilidad. Sería conveniente que el proyecto de la ultraderecha de imponer desde las instituciones la narrativa histórica franquista y nacionalcatólica tuviese una respuesta adecuada desde las propias instituciones académicas.

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