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101 kilómetros de Ronda: 24 horas de “sufrimiento y dureza”

Varios participantes en la prueba, en los caminos de Setenil de las Bodegas // Foto: Miguel Heredia

Néstor Cenizo

  • Se dice que correr está de moda, pero la 101 es algo más que correr, como coinciden todos los participantes.

En la empinada cuesta de salida, que los primeros (los que quieren ganar) suben corriendo y los demás (los que quieren llegar) hacen andando, alguien entre el público grita: “¡Hay que correr con cabeza!”. ¿Se puede correr con cabeza 101 kilómetros? “En estas competiciones, aunque el cuerpo te diga que no, la cabeza te pide seguir”, explica más tarde un corredor. Para correr la 101 hará falta cabeza, pero también tener el alma preparada para llevar la contraria a lo que diga la razón. La 101 de Ronda es una de las carreras de ultrafondo más populares (si no la más popular) de España. “Sufrimiento y dureza”, dice el peto oficial de la carrera. Este fin de semana 7.000 personas han ido a Ronda a sufrir, y 18.000 se han quedado con las ganas, porque las plazas se agotaron en apenas minutos.

Se dice que correr está de moda, pero la 101 es algo más que correr. La carrera, que organiza desde 1995 el Tercio Alejandro Farnesio 4º de la Legión se divide en cuatro modalidades: mountain bike, marcha individual, marcha por equipos y duatlón. Se han celebrado 17 ediciones porque las misiones en Kosovo, Irak y Afganistán obligaron a cancelar las carreras de 2001, 2004 y 2010, y a su alrededor ha crecido un evento que va más allá de lo deportivo sin llegar a ser del todo festivo. Ronda es un hervidero durante un fin de semana en el que no cabe nadie más. 20.000 personas abarrotan la ciudad y los hoteles, al 100%, reservan con un año de antelación. Hay hostales que piden 300 euros por habitación. Las terrazas están abarrotadas. Solo la Legión comparte el protagonismo con la carrera. 600 militares se despliegan en la zona, con decenas de camiones, vehículos ligeros y tiendas de campaña. La organización tiene el rigor de lo castrense y los corredores lo aprecian. Esta es la crónica de 12 horas en la carrera que dura un día.

La salida: “¡Viva España, viva el Rey, viva la Legión!”

La salida: “¡Viva España, viva el Rey, viva la Legión!”A las 11.00 ya se superan los 20 grados. A esa hora salen los participantes en la carrera a pie. Los ciclistas y los duatletas llevan una hora pedaleando. “¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!”, se escucha en el estadio. Y empiezan. Los primeros corredores, deportistas de élite, pasan la cuesta a la carrera; los demás, miles, se lo toman con más calma porque no tienen que dejar a nadie atrás. Para la gran mayoría, la competición es con uno mismo. Tienen 24 horas para volver a Ronda. No hay tanta prisa. Llevan meses preparándose para esto.

La carrera: “Como dice el sargento cuando llevamos un kilómetro: 'Esto está acabado'”

En Setenil de las Bodegas (Cádiz) está el principal puesto de avituallamiento. Los corredores pasan corriendo bajo los tajos de la calle Cuevas del Sol (donde la gente les aplaude desde El Frasquito y La Escueva y todos esos bares al abrigo de las rocas), pero deciden caminar en cuanto llega la pendiente. Han cubierto 56,5 kilómetros, y queda otra maratón. O dos medias maratones, que cada uno se hace las cuentas que más le consuelan. “Como dice el sargento cuando llevamos un kilómetro corriendo: 'Esto está acabado'”, comenta Mario. Es parte de un grupo de cinco del Regimiento Isabel La Católica. Vienen de Pontevedra, y lo notan: “Es cuestión de voluntad. A 30 grados, corriendo como animales, ¡en mi puta vida!”. Uno de ellos sufre un golpe de calor, baja lívido de la enfermería y pide reposo. Quiere seguir. Al lado, Matilde le pide a Álvaro (que ha venido de Madrid) que no se pase: “Si ves que eso… te retiras”. Las familias de los corredores locales jalonan el camino a su paso por Setenil, pertrechadas con neveras para ofrecer agua y refrescos a sus maridos, sus mujeres o sus hijos. “¡Esperemos que llegue! Porque cada vez que vemos una ambulancia, pienso que es él”, dice una señora. No sufre únicamente quien participa.

La pájara no avisa, solo llega. Cristina Morán ha sufrido un golpe de calor. Ha hecho caso a su cuerpo, aunque la cabeza le dijera que podía, porque pudo el año pasado, cuando fue cuarta. “Iba dando tumbos... Iba quinta…”. En las palabras y el rostro de quien abandona hay frustración, como si fuera necesaria una justificación al hecho de no completar una prueba así. La cuesta de Chinchilla está poco después del avituallamiento. En mitad de la pendiente, un corredor tendido grita de dolor. Cuatro compañeros le rodean y le ayudan a estirar las piernas. Otros corredores le animan, le dan clorotil. Él se muerde los nudillos y vuelve a soltar un alarido. Pasan diez minutos. Y cuando se levanta, sabe que no seguirá. Cuando se da cuenta, llora como un niño. “Lo has dado todo”, le dicen sus compañeros. No cae quien lo intenta, le dicen. Lo abrazan y él vuelve al punto de avituallamiento, llorando cuesta abajo. Lleva los dos bastones y casi no puede andar. El cuerpo le dijo que no veinte kilómetros atrás (“vengo arrastrándome”), pero la cabeza le pidió más. “Lo hice el año pasado… ¡Ahora tendré que volver!”, explica cuando deja de llorar.

Francisco Javier Ruiz y Francisco Javier Ruiz, padre e hijo, tienen 48 y 22 años y vienen de Priego de Córdoba. Dice el padre que sufrir juntos les une y que su objetivo no es llegar antes, sino llegar, que su hijo está “tocaíllo” de una rodilla. Borja Arribas es de Barakaldo. “A mí dame frío, que con ropa se quita. Pero con este calor, bebes y se te llena la barriga”. ¿Por qué lo hace? “Porque engancha: ver que si a tu cuerpo le das, responde. Llegar al límite…”. Sol Martínez, de Madrid se apunta “a todas las ultramaratones”. El 15 de marzo completó la Transilicitana: “Te preparas física y mentalmente, pero aquí lo duro es el calor. Es una lucha contra ti misma”. Nunca sufrió una pájara. Está prejubilada y tiene 59 años.

La llegada: “Quizá es que le ha dado mucho el sol…”

La llegada: “Quizá es que le ha dado mucho el sol…”A esa hora entra en la meta de Ronda Juan Manuel Cortés, el primero de los corredores. Son casi las nueve de la noche, y ha tardado 9 horas, 58 minutos y 24 segundos en recorrer a pie 101 kilómetros. Gemma Arenas, la primera mujer, tardó 10 horas 54 minutos y 14 segundos. Antonio Guerrero (Ciclos Ruiz), ganó el duatlón (5:39:58), la primera vez de sus 14 participaciones en que corría en esta categoría. Y José Márquez (ControlPack), campeón de Andalucía de Maratón MTB, ganó la prueba de mountain bike con un tiempo de 4:04:48 y dijo esto: “La verdad es que también sufro”.

Él es la cara del deportista de élite. Pero hay otras caras. Poco antes de la meta, ya dentro de la Alameda, unos legionarios atienden a un ciclista desorientado. No se explica su estado, porque, insiste, no recuerda haber bebido cerveza. Tratan de hacerle razonar, de que comprenda que no está mareado por beber, sino porque lleva diez horas pedaleando: “Quizá es que le ha dado mucho el sol...”. Lo tumban en la camilla, mientras él mira al cielo ya negro con la mirada perdida. No ha cruzado la meta porque su cuerpo y también su cabeza dijeron 'basta'.

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