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La mayor fosa de la guerra civil en zona rural: la venganza de Franco contra la resistencia minera

Varias cruces señalan desde hace años la fosa común de Nerva. |

Juan Miguel Baquero

Nerva (Huelva) —

Huesos enredados entre tierra rojiza y metálica. Es la escena que desvela la mayor fosa común de la guerra civil en zona rural, abierta en el cementerio de Nerva (Huelva) como paradigma de la venganza franquista contra la resistencia minera. La intervención arqueológica de la tumba ilegal muestra evidencias de la brutal represión que dejó cientos de víctimas ejecutadas.

La cifra total de muertos oscila entre 500, según las estimaciones más cortas, y 2.000. Muchos eran trabajadores que protagonizan el último foco de resistencia a los golpistas en la Cuenca Minera de Riotinto. El pueblo, asediado por tierra y aire, se rinde con un pacto en la mano: que no haya más sangre. Pero, como cuenta la historia, las tropas de Franco traicionan el acuerdo y el mes de agosto de 1936 termina azotado por la barbarie en Riotinto.

Las primeras catas ya dejan al descubierto cadáveres que aparecen a escasos 30 centímetros de la superficie y en posiciones de enterramiento no ritualizado. Justo donde marcaban los testimonios orales, a uno y otro lado de la puerta de entrada y extendiéndose por toda la fachada principal del cementerio. En total, casi 200 metros cuadrados de fosa.

Los trabajos en el camposanto están en la primera fase: localización y delimitación de la sepultura. A raíz de los resultados obtenidos, si es viable, se procederá a la exhumación, estudio antropológico e identificación genética de los restos óseos hallados.

“Los traían vivos, los chiquillos venían a mirar”

“Ya se sabe que están aquí”, dicen los familiares de víctimas cuando ven la tierra abierta salpicada de huesos. Las suelas de los zapatos indican que los cuerpos cayeron boca abajo. “Porque los fusilaban aquí, en la verja, y delante tenían la fosa; ahí caían directamente o los arrastraban adentro”, cuentan. En las rejas hay marcas, cicatrices de las balas “y trozos de forjado que están rotos”.

“Mi padre dice que, de pequeño, los chiquillos se venían a mirar y [los fascistas] los echaban, pero veían como llevaban gente”, cuenta a pie de fosa María de los Ángeles Herrera. “Los traían vivos”, subraya. Ahora su padre, Antonio, regresa al cementerio de Nerva con la esperanza de que allí esté su hermano, “el tío Eloy”.

“Siempre hemos sabido que aquí había una fosa de la represión de Franco”, certifica. “Que mejor condena que esta, que se sepa lo que hicieron”, describe mirando los huesos. Pero “faltan muchos familiares” de las víctimas, lamenta. “Los que se fueron o han estado en silencio... ya las siguientes generaciones a lo mejor ni saben que tienen gente aquí”, apunta con los dedos en dirección a la tierra.

La impulsora del proyecto ha sido la Coordinadora Cuenca Minera del Río Tinto para la Recuperación de la Memoria Histórica. La intervención está coordinada y financiada por la Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía, con la colaboración logística del Ayuntamiento de Nerva y la dirección técnica del arqueólogo Andrés Fernández.

Las fosas comunes del cementerio de Nerva están declaradas Lugar de Memoria Histórica de Andalucía desde el año 2013. Es, después de las de la capital, la más grande de las 120 localizadas en la provincia de Huelva, una de las más castigadas del país. En mitad de las codiciadas colinas cargadas de metales han estado tiradas por más de ocho décadas numerosas víctimas del franquismo. Las estimaciones hablen de 1.000, o el doble. Toca concretar a la labor arqueológica.

“Ahora tratamos de definir el perímetro de la fosa, ver hacia dónde va”, explica Cristóbal Alcántara, arqueólogo, con el cuerpo sumergido en la tumba reabierta y la ropa teñida del color bermellón de la arena. Los cuerpos aparecen en disposición anómala, con partes en diferentes cotas: “Aquí hay otro que está boca abajo, con el cráneo y los brazos a este lado y las piernas hacia allá”.

Aparecen restos de calzado duro y resistente. “¿De la mina?, puede ser”. Una suela enseña las letras “LA”. En todas las catas aparecen huesos a escasa distancia de la superficie y la evidencia de que debajo sigue habiendo más. “Están saliendo”.

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