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El libro '¿Cómo conversar con un fascista?' propone el diálogo como forma de resistencia ante los discursos de odio

Los supremacistas blancos ganan visibilidad en la era Trump. |

Juan Miguel Baquero

Va a ser que no. No es posible. Al menos no en su tablero de juego, con sus propias reglas. Porque el propio título del libro de la escritora y filósofa brasileña Marcia Tiburi es una paradoja. ¿Cómo conversar con un fascista? (Akal, 2019) se ha convertido en un ensayo que dibuja el ascenso del “fascismo social” como un fenómeno que se extiende por todo el mundo a lomos de las redes sociales.

La obra, con el subtítulo Reflexiones sobre el autoritarismo de la vida cotidiana, propone el diálogo como forma de resistencia ante los discursos del odio y el auge de la extrema derecha. Y lo hace desde el ejemplo del actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Anteponiendo el poder de la palabra a los mensajes vacíos, a la política irracional y las fake news.

“El libro te lleva a una contradicción en términos, desde el principio. Es imposible hablar con un fascista porque el fascismo por definición cortocircuita la posibilidad de diálogo, impone una idea. Además falsa”, explica Jesús Sabariego, doctor en Derechos Humanos y traductor al castellano del libro de Tiburi.

¿Entonces? En tiempos “en el que los nervios y las emociones se encuentran a flor de piel”, el libro alienta un argumento principal: pensar en un método o una postura que se contraponga a los crecientes nacionalpopulismos “y a sus reflejos en la sociedad”. Ya sea Bolsonaro, Vox, o cada político que alimenta el miedo y la intolerancia.

Las grietas por donde cuela el fascismo

“El fascismo es incomunicable e incomunicante”, define Sabariego. “No se puede hablar con un fascista en los términos en que un fascista establece la comunicación. Habría que sacarlo de su propio estatuto”. Y Bolsonaro es un ejemplo. “No acudió a un solo debate electoral y lanza consignas vacías”.

Es su campaña. Estar, romper. Provocar grietas por donde colar soflamas, en los sumideros de la democracia. Por eso el libro tiene “un propósito filosófico- político” que busca la complicidad de los lectores. Que la gente vuelva a conectar con “cuestiones de cultura política que se viven día a día, de un modo abierto”, y lo hace “sin caer en la jerga académica”.

Tiburi parte de la realidad brasileña. Pero el alcance del ensayo es global. El nuevo “fascismo social” que delimita Marcia Tiburi “se extiende por todo el mundo y se filtra en todas las capas sociales, sin que muchas veces seamos conscientes de ello”, sostiene. Bolsonaro pasó en poco tiempo de representar a un partido minoritario, “que proponía brutalidades”, a presidir la nación.

Con esos mimbres, “los nostálgicos reivindican la idea de volver a lo que alguna vez significaron elementos de protección ante momentos de incertidumbre: la patria, la bandera, la familia…”, enumera Jesús Sabariego.

“¿Pero alguien imagina que una familia blanca de clase media represente el modelo de Brasil?”, cuestiona. ¿O toros, religión, militarismo, nacionalismo, xenofobia, misoginia y racismo en España, quizás? Marcia Tiburi, a cambio, reivindica la diversidad. De Brasil, y más allá.

¿Y cómo romper esa tendencia? ¿Cómo vencer las teorías del miedo y los discursos del odio? “Con el poder de los feminismos, la visibilización de las minorías, de las culturas indígenas…”, de ese nuevo mundo que también surge teñido de verde y de futuro atado al ecologismo y la lucha contra el cambio climático.

Claves para enfrentar el “fascismo social”

Una de las claves es ser consciente de que “el fascismo social está modelando la forma de relacionarnos socialmente, con nuestros vecinos, con el que está enfrente”, como alerta Marcia Tiburi. “Las formas de relación son cada vez más fascistas, más competitivas”, incide Sabariego.

O cómo la extrema derecha cala entre gente joven, en capas que años antes sumaban movilizaciones al estilo del 15M español. Con las redes sociales y en una suerte de “agenda global para el ascenso de las derechas” de la mano de Steve Bannon, que asesora a Donald Trump, a Bolsonaro, a Vox… ¿y a Pablo Casado?

“No soy sospechoso de teorías conspiranoicas pero sí son las mismas ideas fuerza, está en todas partes: en la extrema derecha en Europa, en EEUU con el Tea Party, con la vuelta del autoritarismo en América Latina… en muchos procesos”, explica el doctor de Derechos Humanos.

En Brasil el discurso del odio alimenta la mirada “al enemigo interior”. El que está en las favelas, “el bandido”. En España “es el enemigo exterior”, la inmigración. Y, en ambos casos, las minorías étnicas, los excluidos o los colectivos homosexuales. O una idea calcada: la dictadura progresista, como si las ideas de izquierda hubieran formado un sistema dictatorial“. Ahí está, señala, ”el caso de las feminazis“.

Otro elemento a tener en cuenta es “la incapacidad de la propia izquierda para hacer un frente común, una unión ideológica, una suerte de frente popular que pueda hacer frente a esto”. Un discurso con piel, de calle, “una política más conectada con las necesidades humanas” como único camino para superar el auge de los neofascismos.

Un nuevo relato que la propia Marcia Tiburi ha sufrido. La filósofa, activista y política ha tenido que abandonar su país “ante las continuas amenazas de muerte”. Ahora vive en Francia. En un caso similar al de Jean Willys, el único referente gay del Congreso en Brasil, acosado por seguidores de Bolsonaro. Ambos eran amigos de la concejala y defensora de los derechos humanos Marielle Franco, asesinada a tiros hace un año en Río de Janeiro.

Y, ante la violencia, el discurso del odio, el miedo y la intolerancia, Marcia Tiburi propone en ¿Cómo conversar con un fascista? “el diálogo como forma de resistencia, un reconocimiento –y un elogio– del poder de la palabra y de cómo lo que decimos puede tener resultados tangibles”. Como frenar, o no, el auge de la extrema derecha y el nuevo “fascismo social”.

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