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El limbo de los coches de caballos en Málaga: establos precarios y trabajadores sin cotizar durante décadas

Antonio Domínguez, junto a su caballo Morante | N.C.

Néstor Cenizo

En este lugar hay muchas moscas y una cuadrilla de hombres jugando al parchís. Hace calor, en el verano malagueño que se alarga y no termina, y más dentro de las cuadras donde ya descansan algunos caballos. Son las caballerizas de Málaga, donde reposan los caballos que pasean a los turistas en busca del estereotipo folclórico.

La realidad es esta: apenas quedan treinta coches con licencia; los cocheros han desarrollado su actividad sin cotizar hasta hace apenas unos meses; el recorrido en Málaga es cada vez más limitado y no satisface a nadie; y los caballos viven en unas condiciones que nadie ha mejorado desde hace décadas, cuando las cuadras se construyeron con materiales precarios.

Este cóctel ha provocado una curiosa confluencia de intereses: los animalistas tienen como aspiración de máximos acabar con la actividad, pero si eso no es posible, piden que se mejoren con urgencia las cocheras de Málaga, levantadas por los cocheros hace 24 años en suelo municipal. Los cocheros llevan años reclamando al Ayuntamiento que levante unas nuevas instalaciones o adecente las que ya existen.

“Yo levanté mi cuadra en 50 días, con mi mujer de peón. Lo hicimos todo con mucha fatiga. Las vigas me las traje de la trapería, y el techo, que es de uralita, también”, explica Manuel Domínguez. Dice que tiene diez hijos y que todos han vivido de esto gracias a las cuatro licencias que acumulaba. Ahora le quedan dos, después de que el Ayuntamiento recuperase otras tantas. La de Manuel es una de las dos cocheras que podemos ver. Es de las grandes. Además del coche y los boxes para los caballos, hay una moto y un pollo corre por la estancia.

Las cocheras están cubiertas con techos de hojalata y uralita. Aunque hay electricidad, las averías son frecuentes. La última de importancia ocurrió este verano en plena Feria. El Ayuntamiento tardó varios días en arreglarla porque los servicios operativos no daban abasto, y tuvo que intervenir la protectora de animales. Cuentan cocheros y animalistas que el calor fue tal que tuvieron que dejar las cuadras abiertas y refrescar a los caballos durante toda la noche.

Los boxes para cada caballo son tan pequeños que estos apenas pueden darse la vuelta, y tan bajos que no pueden ponerse a dos patas. Hay objetos cortantes. No hay ventilación adecuada. Según relatan los cocheros, el lugar se anega con las lluvias. “Incumple toda la normativa de protección animal. No hay un solo artículo del Decreto 804/2011 que se cumpla en ese lugar”, asegura Concordia Márquez.

Ella es una de las responsables del centro CYD y Santuario Santa María, dedicado a los caballos. Cuenta que fueron los propios cocheros, hace unos años, quienes la llamaron para visitar el lugar: “Cuando fui a las cuadras creí que me moría. No podía creer lo que vi”. Llegó a poner el asunto en conocimiento de la Fundación Brigitte Bardot, que les ofreció su apoyo.

Sin embargo, Sergio Márquez, responsable de la Oficina Comarcal Agraria de Málaga, asegura que el lugar no presenta incumplimientos significativos de la normativa autonómica de bienestar animal. “Sabemos que hay denuncias por ruido y molestias, pero son temas locales”, explica.

Cocheras cerca de la Universidad

Cuando el Ayuntamiento decidió colocar aquí las cocheras, hace 24 años, este era un lugar alejado de las viviendas. Sin embargo, la ciudad se expandió por esta zona cercana a la Universidad. Hoy están rodeadas de edificios e instalaciones deportivas, y apenas guardan el centenar de metros reglamentario con la vía pública. Una parcela que puede ser muy golosa para otros usos.

El Ayuntamiento viene consignando partidas presupuestarias para trasladar las cocheras de lugar, pero no las ha ejecutado. Llegó a barajar una “ciudad del caballo” y hace cuatro años propuso instalarlas junto a la desembocadura del Guadalhorce, pero cocheros y animalistas se negaron. Aquello, argumentaron, estaba lejos del centro (a unos nueve kilómetros), lo que obligaba a los caballos a realizar un tremendo sobreesfuezo. Además, es una zona pantanosa, llena de mosquitos y húmeda.

Tras eso, nada. “Hará un par de años que está todo parado”, admite Salvador Farfán, portavoz de los cocheros. “Ellos dicen que no nos van a hacer cuadras, que tendríamos que buscar un sitio para guardar los caballos. Nos han dicho que nos busquemos la vida. También que nos van a ayudar”. Según Farfán, las cocheras están “un poquillo regular, pero no tan mal”. “Nosotros no es que desinfectemos, echamos zotán, todo lo que es la limpieza posiblemente se cumple. Pero los desagües…”, comenta, antes de admitir que las condiciones no son “profesionales”.

Para Concordia Márquez, la solución es tirar lo que hay y levantar unas cuadras “en buenas condiciones y bonitas, que además puedan visitar los niños y las familias”. Patricia Lara, de Resistencia Animal, no se explica que el PGOU no contemple una ubicación: “Lo que menos gasto va a causar es que se queden ahí y se arreglen las instalaciones por fuera. Algo hay que hacer, pero el Ayuntamiento no mira absolutamente nada por los caballos y su bienestar”.

Manzano cree que necesitan una reforma “integral”: “Yo estoy en contra, pero a día de hoy donde están es donde deben quedarse, acondicionándolas”. La protectora ha propuesto sustituir los coches de caballos por tuk-tuk, en los que sólo ve ventajas: “No piden pan, los apagas, tienen exenciones, mantienes los puestos de trabajo y se puede ir por más sitios”.

En la última reunión, los técnicos municipales habrían dicho a los cocheros que debían “salir” de ese lugar, sin ofrecer un espacio alternativo. El Ayuntamiento de Málaga no ha respondido a las cuestiones planteadas por este medio.

Décadas sin cotizar a la Seguridad Social

Sobre los coches de caballos en Málaga pesa una amenaza latente de extinción. El recorrido, corto por la orografía de la ciudad, se ha limitado hasta el mínimo por la peatonalización del casco histórico. “El alcalde y los concejales sólo quieren los caballos el primer día de Feria, y los pagan a los particulares”, se queja Antonio Domínguez, uno de los cocheros más respetados.

Además, el Ayuntamiento viene recuperando licencias heredadas desde hace generaciones. En 2017 recuperó 18, pagando 35.000 euros por cada una, según los cocheros. Quedan 32, y cada una da derecho a la utilización de dos caballos, en teoría. La estimación del Ayuntamiento es que con ese dinero se cubren siete años de beneficios, lo que supondría unos 5.000 euros anuales.

A esto se une la regularización de la situación laboral de los cocheros, que ellos ven como una amenaza. Durante años, han trabajado sin cotizar a la Seguridad Social. Esto les ha permitido sumar subsidios públicos a los ingresos de su actividad. “Antes salías, echabas la mañana y tenías para mantener el caballo. Luego en invierno con la ayuda y la mujer que trabaja en la limpieza, tenías para comer”.

Al declarar sus ingresos como cocheros, dejarán de percibir el salario social. Algunos piensan que el Ayuntamiento presionó a la Inspección de Trabajo para que regularicen su situación. “Esto es para quitarnos de en medio. Piensa que son 30 euros, y la gente cada vez se sube menos porque no hay recorrido oficial y quieren ver la Catedral, la Casa Picasso…”, explica Domínguez. “Yo he ganado 30 euros hoy. Desayuno y bocadillo son diez euros. Otros diez para el caballo. Y diez, a la hucha de autónomos”.

Sin otros ingresos, creen que no podrán seguir realizando la actividad cuando deban pagar la cuota íntegra de autónomos. Además, la falta de negocio dispara la competencia entre ellos: hay un acuerdo para salir de las cocheras en torno a las cinco de la mañana para coger sitio en las paradas, pero hay disputas frecuentes cuando alguno se adelanta.

Antonio Domínguez lleva en esto desde los 12 años, y es la tercera generación. Cree que esto es el fin: “En un año, cuando tenga que pagar 280 euros, habrán acabado con esto”. Con esa incertidumbre, no quieren asumir el coste de rehabilitar unas cuadras en una parcela que no es suya y de las que podrían echarles en cualquier momento. Mientras tanto, los caballos siguen hacinados bajo techos de uralita.

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