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Rubén Olmo: “Los artistas estamos más preparados para el éxito que para el fracaso”

Rubén Olmo.

Alejandro Luque / Alejandro Luque

Sevilla —

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Con ocho meses cumplidos al frente del Ballet Nacional de España, Rubén Olmo (Sevilla, 1980) hace balance de su trayectoria profesional, reconocida con múltiples galardones, al tiempo que pone la mirada en su próximo estreno, la Electra que se dará a conocer en el Teatro Real el próximo 28 de diciembre. “Es una propuesta de Antonio Ruz, coreógrafo contemporáneo cordobés. Está basada en el clásico griego, pero la obra se desarrolla entre la tragedia griega y la tragedia lorquiana”, adelanta.

El Ballet Nacional de hoy, ¿es el mismo lugar al que usted llegó con 18 años? ¿Qué ha cambiado?

El Ballet tiene una estructura muy fija, lo que cambia es la forma de trabajo del director que llega. Unos y otros somos diferentes en según qué aspectos, pero el Ballet se mantiene.

Usted formó parte de aquella generación de bailarines sobre la que se puso muchísimas expectativas. ¿Se han cumplido, o se les pidió demasiado?   

Creo que cada uno ha aportado lo suyo y ha hecho su carrera. Es verdad que cuando llegó la dirección de Aida Gómez, renovó el Ballet Nacional con gente muy joven, con muchísima energía. Tenía un ojo de maestra, de ver más allá, y de ahí salimos muchísimos que hoy tenemos nombre propio. Y otros, aunque parezca que no, son primeros bailarines o se han especializado en otras cosas…

Se ha destacado mucho su procedencia de Las Tres Mil Viviendas. ¿El barrio marca tanto, lo lo marcan a uno?

Nací allí y estuve hasta los 5 años. Me marcó no solo vivir en Las Tres Mil, porque al fin y al cabo vivía en un piso y casi no pisaba la calle, como empezar en una academia de Las Vegas, la de Soledad Rebollar. Eso sí me marcó, y cuando nos mudamos al Cerro del Águila, seguía yendo. Los comienzos siempre marcan, como escuchar al vecino guitarrista decir que esa noche iba a trabajar con Lola Flores, o que había venido Aurora Vargas.

En las Tres Mil se está haciendo una apuesta por el arte para superar la marginación. ¿Están en buen camino?

Se está haciendo, y muy bien. Cuando fui nombrado director del Ballet, me invitó la fundación Alalá, y vi la gran labor que están haciendo Emilio Caracafé, Bobote y otros vecinos. Me quedé impactado al comprobar cómo esos niños tienen una actividad cercana a lo que les gusta. También vi que se había creado una escuela de diseño donde se están haciendo maravillas con ropa reciclada. Es fantástico.

Librarse de la danza 

Recuerdo aquellas declaraciones emocionadas de Nacho Duato, en las que lamentaba que su padre nunca hubiera creído en él. Usted tuvo mejor suerte, ¿verdad?

En ese sentido he tenido mucha suerte, sí. Mi madre siempre ha apoyado que hiciéramos lo que quisiéramos, tanto mis hermanos como yo. No solo he tenido el apoyo de los dos, sino que lo han sufrido cuando tenían que llevarme a la academia o al conservatorio, trabajando muchísimas horas ambos, además. En esta profesión es muy importante ese respaldo.

¿Cree que en el flamenco se ha mitificado mucho las apreturas económicas? Ya sabes, cosas como aquello de que no se puede cantar bien por soleá si uno no tiene un remiendo en los calzones…

Hemos tenido a grandes bailaores que vienen de buenos barrios. Yo creo que todo eso va en la persona, y que yo sería el mismo si hubiera nacido en Los Remedios. El que es humilde de verdad, no solo de palabra, lo es en todas partes. Depende mucho de la educación, no solo la del colegio, sino lo que se te transmite en casa.

Se dice que es usted un ávido lector, que incluso pinta en privado. ¿Es un modo de recuperar el tiempo que le ha robado la danza?

Me gustaría tener mucho más tiempo para pintar, pero jamás se me ocurriría enseñar ni dos pinceladas mías, siento demasiado respeto por los artistas. Es una manera de librarme del trabajo. Hay quien sale de trabajar, llega a casa y sale de su profesión, pero a mí me cuesta. Es una forma de librarme de la danza, sintiéndome artista pero de otra manera. Y lo mismo es abandonarme a un rato de lectura agradable.

En busca de la personalidad 

Se arruinó al montar su propia compañía. ¿Descubrió que el arte era tan importante como las matemáticas y la letra pequeña de los contratos?

Hice mi compañía muy joven, y tenía muchas ganas de contar cosas. Soy muy dado a confiar, y ahí estuvo la equivocación, porque algunas personas no iban con el mismo cariño. Eso me hizo aprender a no confiar desde la primera hora. Después cogí mucho miedo, pero entendí que fue una experiencia, algo que pasó, y no le puedo quitar a los demás la oportunidad de confiar, solo porque aquella vez lo hice demasiado pronto.  

Gracias a aquella aventura, algunos descubrimos su arte y el de gente como Patricia Guerrero. ¿No hay mal que por bien no venga?

Sí, de allí salió gente maravillosa, David Coria, Ana Morales, Jonathan Miró, Eduardo Leal… Gente que ha aprendido mucho de mí, que seguimos estando juntos y me da unas satisfacciones enormes. Ver a Patricia en el Villamarta de Jerez, y que siempre tenga esas palabras tan bonitas para mí, me llena de orgullo.

Antes del Ballet Nacional, dirigió el Ballet Flamenco de Andalucía, que esta temporada cumplió 25 años. ¿Qué le falta al BFA para despegar de una vez por todas?

Tanto cuando empezó como Centro Andaluz de Danza como luego con el Ballet, se han hecho grandes obras. Hay un programa que ha quedado ahí para los restos, y que hoy puedo rescatar y recuperar para el Ballet Nacional, como es De lo flamenco, de Mario Maya. Todos los directores que han pasado han puesto su granito de arena, pero tras la época de Cristina [Hoyos], los nuevos creadores teníamos muy poquito tiempo para trabajar. Dos años es muy poco para hacer compañía nueva y crear un repertorio. Terminaba tu dirección, y había que volver a empezar. Era como un buen baile que no se remataba, quedaba siempre en esa línea fría. Creo que este año lo han comprendido y poco a poco va a cambiar.

¿No hay demasiado afán en el flamenco actual por parecer moderno?

Hay mucha obsesión con eso. Cuando alguna vez he dicho que antes eran más modernos, no es por nada, sino porque no lo buscaban. Solo querían tener su identidad, ser diferentes por sí mismos. Era una búsqueda más de su personalidad que de la vanguardia. Y el tiempo lo dice todo: Mario Maya o Antonio Gades marcaron vanguardia cada uno a su manera, viniendo ambos de Pilar López, pero no estaban pendientes de la tendencia. Ahora hay quien piensa que hay que ir por Rocío Molina, que si me va a ayudar de alguna manera… Pero no es eso. Rocío es Rocío, Israel Galván es Israel Galván, Isabel Bayón es Isabel Bayón. Y los jóvenes tienen que ir a por su personalidad.

Respeto a las críticas

Usted se forma toda su vida, monta compañía, arriesga su dinero, hace su trabajo lo mejor posible, y un señor sentado en primera fila que nunca se ha puesto unas botas se pone a ponerle peros. ¿Cómo vive las críticas?

Yo siempre he respetado las críticas, sobre todo las especializadas, pero entiendo que los artistas estamos más preparados para el éxito que para el fracaso. La mente está más hecha a levantarte por la mañana y leer piropos que a lo contrario. En el Ballet Flamenco de Andalucía estrené una obra y me pasé de tiempo. Hubo una crítica que me decía que había sido una noche muy bonita, pero muy sobrepasada. No me lo tomé a mal, la estudié y tres meses después llevé a Jerez una parte como obra completa. Fue constructivo.

Madrid ahora, ¿es su casa como Sevilla, con un poco más de frío?

Viví en Madrid muchos años, ahora he vuelto y echo de menos mi casa en Sevilla, mi núcleo. La verdad es que mi casa es ahora la sede del Ballet, paso mucho tiempo allí. Echo en falta sobre todo a la familia, los amigos íntimos, las miradas, poder irnos a Utrera en un cuarto de hora… Es difícil pasar una Navidad sin eso, aunque este año vendrán mis padres al estreno del día 28 y nos quedaremos aquí.       

Un estreno el Día de los Inocentes…

Sí, a ver cómo se lleva [risas]. Creo que va a ser un gran estreno, la compañía está motivada, hay mucha ilusión y todos están  trabajando a tope.  Y el Teatro Real nos recibe siempre con los brazos abiertos.           

 

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