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El 15 de mayo de 2011 se abrió una etapa de cambio político en España. Miles de personas salieron a la calle y ahí se quedaron durante varias semanas, pidiendo en público lo que tantas veces habíamos pensado en privado. El establishment lo consideró al principio como una manifestación más, y después se dedicó a criminalizarlo. Dijeron que la forma de cambiar España era en las urnas y no en la calle; y nació Podemos.
En 2011 se abría una ventana de oportunidad que este 2019 puede cerrarse. En positivo o en negativo. Los cambios políticos profundos son procesos, no golpes de timón; pero eso se ve a posteriori. Y tengo la impresión de que en 2030 veremos este proceso y entenderemos mucho mejor lo sucedido.
Dentro de apenas 5 meses hay elecciones municipales, autonómicas, europeas y, quizá, generales. Será casi un plebiscito al sistema actual. Por eso hay tanto en juego. No son unos comicios más.
Hace un tiempo, hubiéramos pensado que en mayo se iba a decidir entre los viejos y los nuevos partidos. PP y PSOE bajaban en cada elección, y Podemos y Ciudadanos eran las alternativas lógicas. Pero ahora aparece un partido de extrema derecha y cambia las cosas. Aunque siempre han existido Falange, España 2000 y partidos similares, nunca obtenían representación sustancial; aquellas personas que creían que el PP era demasiado blando tienen ahora una opción viable. Sus votos se traducirán en escaños.
Creo que debemos asumir que la extrema derecha va a estar durante un tiempo en las instituciones, igual que sucede en la mayor parte de Europa. No es una buena noticia, pero hay que ser realistas. Existen miles de personas de extrema derecha en España, pero no hay 400 mil personas de extrema derecha en Andalucía. El voto es una decisión compleja, a veces no tan racional como queremos pensar; hay muchos factores que llevan a una persona a escoger una papeleta. Algunos votantes de Vox lo harán por Cataluña, otros por la defensa del machismo que hacen sus dirigentes, otros por la inmigración… Y otros porque no quieren saber nada de los partidos tradicionales y ven en Vox un partido casi antisistema.
¿Cómo lograr que Vox obtenga el menor número de escaños posible? Lo primero es una autocrítica: algo hemos hecho mal. Y lo segundo es buscar soluciones realistas y factibles a los problemas que hacen que personas que no son de extrema derecha vea en Vox una solución. El paro, la corrupción, las mejorable gestión de las autonomías, la relación con Cataluña... Vox propone soluciones fáciles a problemas complejos. Y eso, por desgracia, es difícil de rechazar. Debemos trabajar en esos problemas y demostrar que la solución no es la ultraderecha.
Y una vez que estén en las instituciones, no debemos caer en su estrategia, que no marquen la agenda política y comunicativa. Hay que preguntarles sobre el paro, la desigualdad, las pensiones, el problema de la vivienda, las energías renovables, etc.
Pero la clave para que este ciclo se cierre con más o menos derechos, con mayores o menores libertades, la tiene en cierta medida el PSOE. Susana Díaz quiso acercarse a Ciudadanos y la gente votó al original, y no a la copia. Pasará lo mismo en mayo. Si el PSOE aragonés sigue caminando ciegamente hacia la derecha, se verá en la oposición.
Hay que elegir: gobiernos progresistas o gobiernos conservadores. Derechos para la gente o menos impuestos para las grandes fortunas. No se puede estar en misa y repicando. Últimamente el PSOE de Lambán da malas señales, su color rojo se destiñe y muta en naranja.
Ojalá reflexionen y sean responsables. Ojalá piensen a largo plazo y no en términos puramente electoralistas.
De lo contrario, este ciclo de cambio puede cerrarse con siete llaves marcadas a fuego por la derecha radical. Habremos perdido una oportunidad única en años. Y tardaremos en recuperarla.
Para 2019 pido un deseo: que todos los partidos políticos reflexionen y sean responsables. Esperemos que se cumpla.
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