El Mercado Central, una joya artística, comercial y social para el siglo XXI
El caduceo, la vara delgada, lisa y cilíndrica, rodeada de dos culebras, atributo del dios romano Mercurio y empleada como símbolo del comercio es el ornamento preminente del Mercado Central de Lanuza, dedicado por su arquitecto, Félix Navarro y Pérez, a esa deidad protectora de los caminos, de los viajeros, del comercio y de la comunicación.
El caduceo preside en cada arcada de la gran nave comercial el simbolismo del Mercado, plagado de figuras ornamentales en hierro o en cerámica, alusivas a productos que allí se venden para transformarse en alimentos con los que sobrevive el género humano. La recuperación del Mercado Central que ahora se emprende quiere rescatar y exponer al público ese sentido espiritual y social del edificio para mostrar en todo su esplendor la riqueza artística y el gran valor ciudadano de un lugar emblemático de Zaragoza.
“La presencia en el Mercado Central del dios Mercurio sería la clave del sentido de toda su ornamentación vegetal”, señala el profesor Javier Delgado en su estudio sobre la ornamentación en el hierro y el hormigón que componen el edificio modernista.
Figuras y cerámicas de animales y plantas que integran nuestra alimentación habitual adornan los elementos arquitectónicos del edificio para transmitir con su simbolismo la “idea de copiosidad, fecundidad, abundancia, prosperidad y felicidad”, sostiene Delgado. El caduceo reina entre todos esos mensajes artísticos como acción que transforma la materia en sustancia espiritual, como explicó en su día el propio arquitecto del edificio, el turiasoniense Félix Navarro.
Lo hizo en 1903, cuando se inauguró el mercado que había comenzado a construirse en 1895, con un artículo de prensa en el que explicaba el sentido espiritual que había querido transmitir al edificio como centro de relaciones humanas inspiradas por normas superiores venidas desde el cielo de Mercurio y transmitidas a través de su caduceo.
Más que una lonja de comercio, Navarro quiso construir un templo dedicado a los mejores valores de la humanidad, expresados en el trabajo y en las tareas que contribuyen a la alimentación material y espiritual. De hecho, su planta de tres naves, una central y dos laterales recuerda la estructura de las catedrales y grandes templos cristianos.
Una recuperación total
Ahora, un siglo después, la primera gran reforma de este vetusto y valioso edificio quiere recuperar su importancia como lonja y como punto neurálgico donde se expresan los valores del trabajo y la comunicación.
El arquitecto aragonés optó por el estilo modernista de la época, con tono historicista adaptado al carácter y función del edificio, que sustituyó al mercado al aire libre que desde la Edad Media se instalaba junto a las murallas de la ciudad. Incorporó nuevos materiales como el hierro fundido y laminado, combinado con la piedra, el hormigón, el ladrillo y la cerámica, incluso el esmalte en algunos elementos decorativos.
Algunas de las piezas que sustentan el edificio, como columnas de hierro, presentan en la actualidad graves deterioros, con curvaturas, inclinaciones y grietas. El proyecto de rehabilitación contempla reforzarlas con columnas nuevas adheridas a las originales, para que estas mantengan su diseño original.
El arquitecto concibió el mercado, pese a su magnitud, como algo ligero, dispuesto a elevarse hacia el cielo con las alas de su dios Mercurio. No tenía paredes.
Esa circunstancia se fue revelando con el tiempo como un inconveniente, conforme cambiaban los hábitos de compra y mejoraban las condiciones de vida. La exposición al cierzo y al frío en invierno, a los insectos, pájaros y aire caliente en verano, contribuía a hacer más incómoda la lonja y menos salubre.
En 1978, el edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional, pero eso no evitó su olvido institucional. Tras 79 años sin apenas conservación, solo la mínima para su mantenimiento, en 1982 se emprendió una reforma para hacer más confortable el edificio, a costa de mermar su grandiosidad y esconder su belleza. De esa actuación datan los paneles de plástico a modo de pared que se instalaron en las fachadas este y oeste del mercado, que al poco tiempo empezaron a amarillear y a exhibir un aspecto deteriorado.
También entonces se colocaron falsos techos de plástico blanco y opaco sobre los pasillos de los puestos de detallistas, que permitieron incorporar climatización, pero ocultaron la techumbre, las cerchas, las arcadas y las columnas del edificio original.
Actuaciones parciales
La remodelación integral que ahora se va a emprender recupera la grandiosidad del ‘templo comercial’ y exhibirá la ligereza del gran armazón.
En el interior del edificio, en paralelo a su columnata, se instalarán grandes paredes de vidrio practicables mediante sistema informático para facilitar la ventilación y colocadas a modo envolvente, que permitirán cerrar el mercado, aislándolo frente a elementos externos pero a la vez recuperando su estructura original, que será totalmente visible puesto que el cerramiento será transparente. La climatización se efectuará mediante suelo térmico, aparte de que cada puesto dispondrá de su propio sistema de acondicionamiento.
Tras la dudosa actuación de 1982, el siguiente hito vivido por el Mercado Central zaragozano se produjo en 2001, cuando el Gobierno aragonés lo declaró Bien de Interés Cultural, con lo que se garantizaba su protección, de acuerdo con la Ley de Patrimonio.
Tras una reforma fallida en 2004, se proyectó otra intervención en 2006-2008. De esa época data la construcción de todas las cámaras de la planta sótano, así como las plataformas de carga/descarga y los elevadores para las basuras.
Pero no se ejecutó la obra integral prevista y el edificio continuó con su lento deterioro y sin planes de conservación propiciados por una indolencia política que contrastaba con la preocupación ciudadana, expresada sobre todo desde el tejido social y vecinal del Casco Histórico, por los estragos cada vez más evidentes en una de las joyas arquitectónicas de la ciudad.
Cambio político que relanza el mercado
La llegada de Zaragoza en Común al gobierno de la ciudad ha invertido el olvido en el que estaba sumido el Mercado Central, que ahora retomará su grandeza porque su recuperación integral es uno de los proyectos estrella de la legislatura. El Mercado Central va a recobrar todo su esplendor artístico y se va a convertir en centro comercial, social, vecinal, de convivencia, además de símbolo del consumo responsable y de la sostenibilidad, en un enclave caracterizado por el respeto al entorno histórico, jalonado por vías semipeatonales, por el tranvía y por terrazas donde disfrutar de la conversación y la contemplación.
Más de 9,5 millones de euros se van a invertir para solventar los problemas del edificio acometiendo la reforma y consolidación de la estructura, mejora de las instalaciones, garantía de accesibilidad total y de la higiene alimentaria.
Además, el proyecto pretende convertir el Mercado Central en centro neurálgico de la ciudad y en especial del Casco Histórico, donde se constituirá como foco que refuerce las relaciones de cooperación y colaboración con los comercios de la zona e incentivo de la vida del barrio.
La actuación prevé una renovación total de las redes de abastecimiento de agua, saneamiento, pluviales, electrificación, climatización y telecomunicaciones.
Se instalará sistema de prevención de incendios. Se acabará con los graves problemas de accesibilidad al edificio, que ahora dificultan el trasiego de personas con movilidad reducida, de avanzada edad o que transitan con sillas de niños pequeños o carros de compra. Para ello se instalarán cuatro ascensores transparentes en cada una de las puertas del edificio, además de suprimir algunas escalinatas y otros elementos que dificultan la entrada y salida del recinto.
Imagen original
La reforma contempla recuperar la imagen original del histórico mercado, volviendo a la estructura de un gran pasillo central de 7,6 metros de anchura y dos perimetrales más estrechos, con los puestos mirando hacia el exterior. Ello implicará una drástica reducción de las cabinas de detallistas, que pasarán de las 130 actuales a 74, más cuatro de restauración. Con esta medida, los puestos ganarán en dimensión, se uniformarán sus cualidades estéticas y se distribuirán según criterios comerciales e higiénicos.
Se eliminarán los actuales falsos techos de los pasillos, de forma que se puedan ver desde cualquier posición las estructuras de las cubiertas y sus ornamentaciones.
La zona central del mercado albergará los cuatro puestos previstos para bar-restauración, que dispondrán de terrazas en el exterior. En la planta sótano se habilitará una zona abierta al público, con área de exposiciones y de formación y comunicación.
Toda la estructura del edificio se reforzará, se restaurará y se limpiará.