Demanda de agua para datos, modernidad líquida, antigüedad sólida, agua seca, poder y valles, poder y montañas y deportes de invierno, problemas invisibles, gentes recién llegadas al vacío y ya perdidas, instituciones listas para contraer más deuda, patrimonio a medio olvidar, ideas que van y vienen, gente que se va y no vuelve, turismo que no viene, campos y paisajes y parajes oxidados esperando incendios, carreteras imposibles, territorio invertebrado, paradas de autobús en medio del campo, contenedores rebosantes, cinco administraciones operando en el vacío, trenes regionales que no paran, estaciones cerradas, proyectos milenarios, autovías eternamente intermitentes, vergüenzas de siglos, grandes afueras, pocos adentros, la lluvia amarilla, poblachones derruidos, aldeas sin nombre, despojos, chatarras, avances atascados, proyectos semihundidos, niebla, polvo, ciercera, barrillas, capitanas, museos personales, aperos, vestimentas, cánticos, bolsas de plástico volando, aeropuertos inservibles, bases aéreas durmientes, búnkeres secretos, antenas, altozanos, castillos inaccesibles, rabias como hiedras, resquemores, decapitados, brujas ardiendo en sus hogueras, ortigas, carrascas solitarias, ermitas de un día, conventos arruinados, túneles ferroviarios abandonados, monasterios en alquiler, iglesias desvalijadas, escuelas clandestinas, plantaciones de marihuana, jabalíes, bombas antiguas, furgonas velocísimas sin tiempo para orinar, páramos, masías, purines, milagros olvidados, reliquias industriales, secaderos incendiados, oficinas bancarias clausuradas, carreteras de mulas, peñascos, cascadas, centrales cautivas, dolinas, caminos devorados por la maleza, fantasmas sin memoria, urbanizaciones piratas, pozos cegados, zahoríes, ríos tóxicos, cementerios, granjas plateadas con vivienda, camiones de cerdos aventados por sendas locales, celajes roturados, el logotipo descascarillado, el cartel de telégrafos y las cuatro banderas. Y todo lo que funciona y prospera, que es tanto y tan bueno.