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Una legislatura caliente en el 'polvorín' del Parlamento cántabro: tránsfugas, no adscritos, expulsiones y guerras internas

Miguel Ángel Revilla, líder del PRC, en el Parlamento de Cantabria. | ROMÁN GARCÍA

Laro García

Iba a ser la legislatura de la regeneración y de la nueva política. La irrupción de partidos como Podemos o Ciudadanos en el Parlamento de Cantabria, donde durante dos décadas solo habían tenido representación PP, PSOE y PRC, anticipaba cambios importantes en las formas y una revolución interna en la Cámara autonómica, cuyos responsables tenían previsto incluso que se aumentaran los tiempos de los plenos y las comisiones ante el más que previsible incremento de la actividad.

Sin embargo, las expectativas han estado muy lejos de la realidad, que se ha aproximado más a las épocas convulsas de los años 80 y 90, cuando la inestabilidad política salpicó de lleno a Cantabria. Las crisis internas que han sacudido a la práctica totalidad de los partidos con representación en la Cámara -solo el PRC de Miguel Ángel Revilla se ha salvado por el momento- han provocado cambios de portavoces y en la organización de los grupos, la reaparición de la figura de los diputados tránsfugas o no adscritos, amenazas de expulsión y enfrentamientos personales que han llegado incluso a los tribunales.

“Estamos viviendo una legislatura complicada, que está siendo convulsa. Lo que sí agradezco a los grupos parlamentarios es que estén intentando por todos los medios no trasladar sus problemas internos a los ciudadanos. A veces lo consiguen… y otras veces no. Está claro que los conflictos internos en los partidos hacen que se resienta la actividad parlamentaria. Eso no es buena ni nueva política, es mala política”, reconocía recientemente la presidenta del Parlamento de Cantabria, Dolores Gorostiaga.

La dirigente socialista sostenía en esa entrevista con eldiario.es que “no hay vieja y nueva política, sino buena y mala política, y se ha demostrado que los partidos que venían con el reclamo de la nueva política no han dado la talla”. Sin embargo, lejos de esa consideración, la confrontación en el seno de las fuerzas políticas de Cantabria no ha hecho distinciones, y ha alcanzado tanto a las nuevas marcas, desde Podemos a Ciudadanos, como a partidos con gran tradición e implantación, como PP y PSOE.

Traiciones y humillaciones públicas en el PP

De hecho, los primeros en entrar en esa espiral autodestructiva fueron los populares. El Congreso Regional en el que consiguió la victoria por tan solo cuatro votos de diferencia la actual presidenta y candidata autonómica, María José Sáenz de Buruaga, frente a su predecesor y 'padrino' político, Ignacio Diego, partió por la mitad al PP, en un enfrentamiento que se mantiene abierto. Las acusaciones de “traición”, las denuncias por “pucherazo”, los insultos públicos entre compañeros y la división interna han sido una constante desde la primavera de 2017.

No ha habido forma de cerrar las heridas, como ha quedado patente en las últimas semanas. Aquel cónclave interno de los populares cántabros llegó a los tribunales y dividió al grupo parlamentario del PP entre los tres diputados que apoyaban a Buruaga y se integraron en la nueva dirección del partido y los ocho 'díscolos' del sector crítico que se han mantenido fieles a Diego durante todo este tiempo.

Estos últimos hicieron valer su mayoría en el grupo parlamentario para impedir que la nueva presidenta fuera nombrada portavoz en la Cámara y adquiriera mayor protagonismo, en contra del mandato de la dirección regional, lo que les valió la apertura de un expediente disciplinario por la humillación pública a la que sometieron a Buruaga, que no ha podido tomar las riendas de la actividad política durante toda la legislatura.

Además, con la imposición de Ruth Beitia como candidata en las elecciones del mes de mayo por orden de Génova, los críticos asestaron un fuerte mazazo a Buruaga y su equipo, que llegó a plantearse incluso una dimisión en bloque tras la desautorización expresa de Pablo Casado. La exatleta formaba parte del núcleo duro de Diego, por lo que este golpe de mano estuvo a punto de tumbar a la actual presidenta del PP cántabro, que solo ha conseguido salvar los muebles como consecuencia de la repentina 'espantada' de la medallista olímpica.

Ahora, como candidata por descarte tras esa renuncia sorpresa de Beitia, Buruaga ha recuperado el mando y tendrá vía libre para elaborar las listas de cara a los comicios autonómicos y municipales. Todos dentro del PP de Cantabria dan por hecho que se cobrará venganza por el intento de 'golpe de estado' que casi la descabalga del poder y purgará a todos los diputados y alcaldes que intentaron mover su silla a solo cuatro meses de las elecciones.

El primer tránsfuga de Ciudadanos

Las cosas tampoco han sido fáciles para el otro partido de la derecha. Ciudadanos entró al Parlamento de Cantabria con dos diputados en su primera aparición en la política autonómica. Su participación ha sido clave a lo largo de la legislatura, ya que han servido de apoyo para sacar adelante varias cuentas anuales al Gobierno bipartito integrado por PRC y PSOE, que está en minoría en la Cámara y necesita un voto para aprobar los presupuestos.

Sin embargo, la decisión de Albert Rivera de imponer al cómico Félix Álvarez, -conocido popularmente como Felisuco-, primero como candidato número 1 por Cantabria en las elecciones generales, y después como portavoz autonómico de la formación naranja, generó recelos entre los que habían dirigido el partido en la comunidad hasta ese momento y provocó una crisis que acabó en ruptura, cuando el parlamentario regional Juan Ramón Carrancio y cerca de un tercio de la militancia salieron abruptamente de Ciudadanos y crearon un nuevo partido.

Carrancio nunca entregó su acta de diputado, -igual que tampoco lo hicieron los dos concejales de Cs en el Ayuntamiento de Santander que también rompieron la disciplina-, reduciendo a la mínima expresión el número de representantes del partido en las principales instituciones cántabras y recuperando la figura del tránsfuga en el Parlamento, que tanto se repitió en décadas anteriores dentro de la política de la comunidad autónoma.

La guerra total en Podemos

Y si Carrancio dinamitó a mediados de legislatura el funcionamiento del Parlamento de Cantabria, que tuvo que adaptarse y revisar su reglamento para encajar en su aritmética la aparición del transfuguismo, la situación de guerra total en Podemos ha terminado de romper todas las previsiones. La formación morada ha sido un auténtico avispero desde que se fundó en Cantabria, donde suma tres secretarios generales distintos y dos gestoras en apenas cuatro años de existencia.

Sus tres diputados apenas se hablan desde el inicio de la legislatura y los enfrentamientos han sido una constante entre ellos, con crisis cíclicas que han lastrado las posibilidades de que el partido repita su presencia en el antiguo Hospital de San Rafael a partir de mayo. Tanto es así que el grupo parlamentario fue disuelto finalmente hace solo unos días, con dos de los diputados -José Ramón Blanco y Alberto Bolado- integrándose en el grupo mixto, mientras que la tercera en discordia -Verónica Ordóñez- ha pasado a ser no adscrita tras abandonar voluntariamente el grupo.

Las batallas por el poder orgánico han abierto en canal a Podemos en Cantabria desde su nacimiento en 2015. La formación morada vive actualmente una situación de máxima tensión, con disputas judiciales en marcha y las primarias para elegir a la cabeza de lista en las próximas elecciones autonómicas paralizadas por los tribunales.

Además, el Parlamento de Cantabria ha disuelto hace solo unos días el grupo parlamentario de Podemos en la Cámara autonómica como consecuencia de la escisión en el partido. El enfrentamiento entre los tres representantes institucionales de la formación morada está en manos también de la justicia, con acusaciones de “acoso laboral”, insultos y descalificaciones públicas a través de los medios y una querella que tiene al borde de la imputación al que fuera cabeza de lista en los comicios de 2015.

Legislatura plácida para el Gobierno

En este panorama de fragmentación ha salido ganando el Ejecutivo liderado por regionalistas y socialistas. El bipartito que preside Miguel Ángel Revilla consiguió sacar adelante la investidura con el apoyo de Podemos, que convirtió en presidente al secretario general del PRC. Los diputados morados también apoyaron las primeras cuentas de la legislatura, mientras que Ciudadanos en dos ocasiones, y el tránsfuga Carrancio permitieron la aprobación de los presupuestos en los siguientes ejercicios.

De esta manera, y a pesar de su minoría en la Cámara, PRC y PSOE han podido gobernar y legislar prácticamente a su antojo, tirando de la geometría variable y buscando acomodo en aquellos grupos que más les convenían en cada momento. Salvo contadas excepciones, en las que socialistas y regionalistas han optado por votar de forma distinta por diferencias entre los socios, el grueso de los plenos han transcurrido sin sustos o grandes sorpresas.

Aún con todo, los problemas internos también han surgido en el bloque gubernamental. En concreto, en el PSOE. Los socialistas tuvieron unos meses muy complejos tras la reelección de Pedro Sánchez como secretario general a nivel nacional. Y es que ese tsunami propiciado por el 'sanchismo' también alcanzó a Cantabria en las primarias en las que los militantes dieron la espalda a la anterior líder del partido en la comunidad autónoma y todavía vicepresidenta, Eva Díaz Tezanos, que perdió el poder orgánico en favor de Pablo Zuloaga.

Con la llegada del exalcalde de Santa Cruz de Bezana se realizaron cambios en el Ejecutivo, que se concretaron con el cese del consejero de Educación, Cultura y Deporte, Ramón Ruiz, que había ejercido de número 2 de Díaz Tezanos durante años. También hubo modificaciones en algunas empresas públicas, con la salida de pesos pesados del viejo PSOE, y se realizó una sustitución en la Portavocía del grupo parlamentario, que recayó en el diputado Víctor Casal, cercano a Zuloaga.

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