La “compleja” agricultura andalusí y su cocción de alimentos, nuevos hallazgos en la Torre de Haches de Bogarra
La historia se hace con las cosas sencillas. Las grandes fechas o las batallas mitológicas no se entenderían sin el conocimiento de lo mínimo y cotidiano. Porque, ciertamente, la mayor parte de la humanidad ha pasado por el tiempo sin dejar huella y, sin embargo, saber cómo vivían es la mejor formar de conocer de veras nuestro pasado.
En este sentido, la Torre de Haches, en Bogarra, es uno de esos lugares que esconden más de lo que parece y sigue ofreciendo novedades. La primera es muy evidente y espectacular. Y es que ha terminado la primera fase de la consolidación del edificio. Ahora ya visible sin andamios. La rehabilitación ha sido posible gracias a la colaboración de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, la Diputación Provincial de Albacete, el Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel” y el Ayuntamiento de Bogarra.
Un impulso al proyecto, especialmente intenso en el caso de la Diputación con 10.000 euros y el IEA con otra subvención similar para la recuperación de este recurso patrimonial y turístico. Además, el Instituto de Estudios Albacetenses también ha financiado con 8.000 euros la prospección y excavación que ha permitido la otra importante novedad en Haches. Acaban de conocerse los resultados de los análisis realizados a los materiales recuperados en la primera campaña de excavación.
El equipo de arqueólogos de Haches ya adelantaba que el trabajo proseguiría en el laboratorio. La ciencia arqueológica se prolonga más allá del periodo de excavación. Tanto es así que sin esta labor cualquier investigación sería incompleta. Hoy, mientras el equipo de profesionales organiza la próxima campaña en Haches, damos a conocer los grandes datos que se ocultaban en los minúsculos vestigios del subsuelo.
Estas tareas de identificación del registro aqueofaunístico sobre los huesos de animal se han llevado a cabo con la ayuda de la colección de referencia del Laboratorio Arqueobiología del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid.
Un estudio liderado por Marta Moreno y que ha dejado algunas curiosidades sobre la vida cotidiana de los habitantes de este espacio entre los siglos XII y XIII. En total se han analizado 240 restos de vertebrados (sobre todo mamíferos) procedentes de los sondeos realizados. La presencia principal corresponde a ovejas y cabras, y en menor medida, ganado vacuno. Además, “sobresale la ausencia total de los suidos que apoya la identidad musulmana de la comunidad responsable”, explican los autores de la investigación en un artículo que verá la luz en los próximos meses. Es decir, no han aparecido ni cerdos ni jabalíes por evidentes razones religiosas.
Sin embargo, sí que hay presencia constante de conejos y ciervos. Y también un único resto de gallina. “Somos conscientes de que el material disponible no permite plantear hipótesis interpretativas definitivas en lo que se refiere a patrones de subsistencia y gestión de los recursos de origen animal, pero sí esbozar el interés de integrar los datos arqueofaunísticos en las diferentes propuestas que se barajan sobre el establecimiento y el funcionamiento de este enclave histórico en la serranía de Alcaraz”, dejan claro los investigadores. Pero gracias a estos restos y a las semillas, esas huellas diminutas cargadas de información, sí que se puede esbozar una idea sobre la alimentación de los habitantes de Haches.
Como ya evidenciaron en 2020 los arqueólogos, Haches es más que una simple torre militar o atalaya. Se trata de un asentamiento complejo, tipo alquería fortificada; un recinto amurallado que se extiende a las 0,2 hectáreas. Hasta la fecha no se había constatado en la cuenca alta del río Mundo, salvo excepciones de yacimientos medievales identificados por sus estructuras defensivas conservadas, ningún poblamiento en alquería existente en época andalusí.
El equipo afina aún más el contexto: “De acuerdo con los repertorios cerámicos hallados en los trabajos de excavación de 2022 sobre los últimos niveles de ocupación, Haches habría tenido su principal fase de ocupación desde finales del siglo XII a inicios del siglo XIII, constatándose un abandono generalizado en la primera mitad del siglo XIII sin ocupaciones posteriores”.
Una alquería de fortificación
Todo apunta a que Haches fue una alquería inserta en el proceso de fortificación auspiciado por el estado almohade, en aquel tiempo de frontera e incertidumbre en que las poblaciones abandonaron el llano para buscar sitios más a resguardo. Los cristianos venían apretando desde las conquistas de Toledo, Cuenca y Alarcón. Y, posiblemente, Haches fuera una “pequeña agrupación poblacional de carácter agrario circunscrita territorialmente al hisn Alcaraz, el principal enclave andalusí de la zona”. Su propia existencia demuestra la importancia productiva de al-Andalus en espacios agrarios complejos, como es este. Agricultura de secano combinada con algo de regadío, ganado en áreas de montaña y caza como complemento alimentario.
Los habitantes de Haches criaban ovejas y cabras, mantenían gallinas en el corral, consumían conejos y ciervos y, además, cocinaban los alimentos en guisados y estofados. La presencia de carcasas y las marcas en los huesos, ha permitido a los investigadores sugerir que, así como indican las fuentes de la época, estos habitantes andalusíes usaban la práctica culinaria de la cocción. Un menú que se completaba con alguna forma pan. Así lo demuestra también la gran cantidad de semillas descascarilladas de cereal aparecidas en la habitación donde hallaron dos molinos y el esparto carbonizado. Unos hábitos alimentarios que además incluían la uva, el higo o las aceitunas, como han puesto en evidencia los estudios de arqueobotánica en curso, dirigidos por Leonor Peña-Chocarro, arqueobióloga del Instituto de Historia del CSIC.
Según el análisis de esta institución científica, todo indica que esto era lo que comían los habitantes de Haches mientras, en varias fases constructivas, ampliaban la fortificación del enclave. Tal vez la vida era más dura y peligrosa conforme pasaban los años. Una muralla que iba creciendo “con mejor calidad constructiva, con mampuestos de mayor tamaño y sobre todo con una mayor presencia de mortero de cal”, argumentan los arqueólogos de Haches. Mientras se preparaban para la defensa, la comunidad campesina explotaba al máximo este profundo valle. Puede que esta fuera la doble identidad de este lugar: tierra y guerra.
Quizá la clave para resolver el secreto de este enigma aún abierto es otro de los fragmentos encontrados durante los sondeos de 2022 e identificado en la mesa del laboratorio del Instituto de Historia. Se trata de un hueso de caballo. Un animal de gran importancia en aquel tiempo. Dicen los autores de esta investigación que “las fuentes andalusíes son bastantes explícitas sobre el papel del caballo como vehículo de guerra y su papel en las aceifas contra los reinos cristianos del norte”.
Podría ser la llave que resuelva el resto de incógnitas. Pronto sabremos más. En octubre, el equipo volverá a Haches, con el pico en la mano y los ojos atentos al asombro. Trabajarán sobre dos sondeos: uno, en la cimentación oeste de la torre y otro, en la ampliación de la estancia donde se han encontrado gran parte de los materiales. El objetivo es ver si este espacio se integra en un hábitat doméstico o en una zona de producción ligada a la guarnición de la torre. Los secretos seguirán desvelándose.
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