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Yo también estoy perdida: Nicki Nicole y Lamine Yamal

Nacho Escutia y Marina Álvarez en Sagita Magma. Seminario-Dopamina. Estética Política y Ontología de la Comunicación, en la UCLM en el campus de Cuenca

José An Montero

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Lo que hace apenas unos minutos era un aula de la Facultad de Comunicación de Cuenca, se ha transformado, casi por arte de magia y por el intenso trabajo del equipo de Sagita Magma, en un auténtico espacio magmático. Las luces, ahora teñidas de rojo, bañan las paredes mientras dos proyectores lanzan imágenes de las jugadas mágicas de Lamine Yamal y los videoclips de Nicki Nicole. Las sillas, expectantemente vacías, se disponen en semicírculo alrededor de lo que antes fue una simple tarima y hoy se ha convertido en un escenario.

“Soy toda la sombra de lo que se robaron. Soy una fábrica de humo. Mano de obra campesina para tu consumo. Las caras más bonitas que he conocido. Soy la fotografía de un desaparecido frente al frío en medio del verano. El amor de los tiempos del cólera. Mi hermano, el sol que nace y el día que muere con los mejores atardeceres. Soy el desarrollo en carne viva. Un discurso político sin saliva. Una canasta con frijoles. Soy Maradona contra Inglaterra anotando dos goles.”

Serán las palabras con las que Nacho Escutia y Marina Álvarez presentarán en unos minutos a Pelayo Guijarro y Luis Espericueta, ambos de la Universidad de Granada, en esta sesión en la que propondrán un experimento filosófico ante estudiantes de Bellas Artes, Comunicación, Periodismo y Humanidades del Campus de Cuenca de la Universidad de Castilla-La Mancha.

El “fenómeno” mediático de Lamine Yamal y Nicki Nicole servirá como clave de lectura para el mundo contemporáneo: una lupa sobre los procesos de globalización, mestizaje e hibridación cultural. “Daría todo por volver a lo de antes, pero no se vuelve al pasado”, canta Nicki Nicole en las BZRP Music Sessions, Vol. 13. Antes de arrancar la sesión conversamos con Pelayo y Luis sobre este tema.

Al principio fue una idea “un poco de broma”, como explica Guijarro, que se transformó en una ventana de visibilidad hacia debates centrales de la academia: la construcción de la identidad, los procesos transculturales y la tensión entre estética, ética y poder. “Queríamos una charla más informal, no divulgativa, para conectar con la juventud desde temas de radical actualidad”, comenta el filósofo granadino.

Para ambos, la conversación parte de un punto en común: la necesidad de leer la cultura desde la política. “Es ingenuo creer que la cultura es algo aislado. Detrás hay estructuras de poder, de visibilidad, de capital”, explica Guijarro. Desde la estética y la filosofía política latinoamericana, su investigación busca desarmar el eurocentrismo cultural y devolver al mestizaje su potencia crítica.

Luis Espericueta, jurista y filósofo especializado en bioética, complementa la mirada desde el cuerpo y la norma: “La cultura que consume la gente cotidiana es también el campo donde se disputan las jerarquías morales y económicas”. Para él, la globalización se presenta como un fenómeno que produce amnesia de los contextos, un proceso que arrasa las singularidades locales bajo una apariencia de diversidad homogénea. “No se trata de negar la globalización, sino de mantener una mirada crítica para que no se convierta en una máquina que homogeneiza todo el planeta”, añade Pelayo.

Luis Espericueta, en un acto en la UCLM

En ese sentido, el caso de Yamal, joven, racializado y exitoso, encarna muchas de las tensiones de nuestro tiempo. “Es hijo de inmigrantes y símbolo de éxito, pero también está siendo observado desde una exigencia más dura. A quienes son racializados se les pide perfección, pureza. Cualquier error se convierte en escándalo”, reflexiona Espericueta. Ese doble rasero, añade, opera también sobre las mujeres y las personas migrantes: “Hay que ser el doble de buenos para ser apenas aceptados”.

Guijarro retoma la idea desde lo simbólico. Habla de Granada, su ciudad de origen, como escenario de hibridación permanente: “Vivir en Granada es convivir con una cultura musulmana que no es universal, sino granadina. Esa especificidad nos recuerda que la identidad es siempre una traducción, una negociación, nunca una esencia”.

Pelayo Guijarro, en un acto de la UCLM

La conversación avanza hacia el corazón del problema: la identidad. Para ambos, es una construcción política, no una herencia. “La identidad se construye mientras tiene sentido. Cuando deja de funcionar, se transforma o se derrumba.” En las pantallas, las imágenes de Yamal, de Nicki Nicole, de equipos de fútbol y videoclips urbanos son metáforas del nuevo mestizaje global: una mezcla que oscila entre la reivindicación y la mercancía.

Espericueta recuerda que las jerarquías culturales nacen de la modernidad y de su lógica racial. Desde la vieja distinción entre “alta” y “baja” cultura, asociada al logocentrismo y a lo letrado, hasta las formas actuales de racismo cultural, el mismo impulso clasificador persiste bajo otras máscaras. “La cultura escrita era civilización; la oralidad, barbarie. Esa frontera sigue viva, ahora en la música urbana, en las lenguas locales, en los acentos que el mercado decide cuándo son exóticos y cuándo son vulgares.”

Guijarro y Espericueta recuperan los nombres de Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda para ilustrar cómo las formas de colonización pasaron de la violencia directa a la legitimación simbólica. Hoy, explican, esa violencia adopta el rostro amable del espectáculo.

“En la cultura popular, el dinero ha reemplazado a la raza como frontera. El capitalismo no discrimina, siempre que seas rentable”, explica Luis. Un fenómeno que define como aporofobia, el miedo al pobre. En la música urbana, esa tensión se expresa con brutal claridad: “No hay tiempo pa' feelings, solo money machine”. Lo que antes era identidad ahora se vende como soundtrack del éxito.

Guijarro apunta la paradoja de la pareja mediática Yamal–Nicole, que funciona como “fábula conciliatoria”, una historia que celebra la mezcla mientras oculta las estructuras de clase, raza y género que aún persisten. “El riesgo es que el mestizaje se vuelva una estética neutralizante, un simulacro de diversidad que evita el conflicto”, explica.

Para ambos, el reto contemporáneo no es inventar nuevos ídolos, cuya creación es continua, sino devolver al arte y al deporte su capacidad de pensamiento. “Ni el fútbol ni la música son inocentes”, afirma Guijarro. “Allí se juega la batalla simbólica del futuro.” En ese territorio híbrido, el artista y el deportista se convierten en agentes políticos, mediadores entre mundos. Una responsabilidad que no se impone, pero sí compromete, explica Luis: “No es una obligación jurídica, pero hay una carga moral. Si tienes visibilidad, tienes poder. Y el poder implica responsabilidad.” En su trabajo con la ética del cuidado, suele recordar que las luchas no se libran solo en los parlamentos ni en los tribunales, sino también en la calle, en la red, en la palabra que se elige y se pronuncia.

Guijarro propone reinyectar memoria crítica en los fenómenos culturales glocales, hacer visibles las capas coloniales y las asimetrías que el mercado borra. “Se trata de restaurar el contexto, de devolver al mestizaje su densidad política. Sin memoria, la mezcla se convierte en decoración.”

No todas las historias de mestizaje son historias de éxito; más bien al contrario. Son mayoría los exiliados del neoliberalismo, quienes migran no solo por guerras armadas sino también por guerras económicas. Guijarro recuerda las palabras de la activista boliviana María Galindo sobre los “exiliados del capitalismo global” y las de Rita Segato, que renunciaba simbólicamente a su condición de “humana” ante la violencia en Palestina. “La cuestión no es de dónde venimos, sino desde dónde resistimos.”

Como dijo el poeta Héctor Castrillejo: “No existen caminos nuevos que no hayan sido pisados. Toda lengua es una trenza, de lenguas y de salivas. El color de nuestra piel se hizo al trenzar senderos. Trenzas son los verdaderos cánticos y melodías.” Espericueta apostilla: “La pureza es un mito que sirve para excluir.” De fondo sigue sonando Nicki Nicole mientras Yamal marca por enésima vez un gol a Francia con la camiseta de la selección española: “Yo sé que soñás con poder cambiar las cosas.”

La frase que da título al artículo: “Yo también estoy perdida, buscando la paz”, pertenece a la canción Fucking Diablo de Nicki Nicole.

Nota del autor: la entrevista con Pelayo Guijarro y Luis Espericueta se realizó poco antes de su intervención en la cuarta sesión de Sagita Magma. Seminario-Dopamina. Estética Política y Ontología de la Comunicación, celebrada el 14 de octubre de 2025 en el campus de Cuenca de la Universidad de Castilla-La Mancha. El seminario, coordinado por Ignacio Escutia, Andrés M. García Romero y Laura Budia Piña, cuenta con la colaboración de la Facultad de Bellas Artes, la Facultad de Comunicación y la Facultad de Educación y Humanidades. El ciclo se prolongará hasta diciembre con trece encuentros que cruzan filosofía, arte y militancia.

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