Una buena base de bollo, agua de azahar, frutas escarchadas, almendras, azúcar, rellenos para los paladares más exquisitos, y el secreto de la tradición y el buen hacer, llenan de magia nuestras mesas en este Día de Reyes. Los roscones son la estrella indiscutible de esta jornada festiva. Las pastelerías y hornos de la ciudad han forzado la máquina de sus obradores para abastecer la demanda de los conquenses.
En lugares como la pastelería Casamayor, son más de 2.000 las unidades que calculan que se hacen durante el 5 y el 6 de enero, como pone de manifiesto su propietario, Peter Guba, un eslovaco que hace cuatro años comenzó de cero y ha ido perfeccionando la receta con un toque propio que no deja de ganar adeptos.
La elaboración de roscones comenzó aproximadamente en el Puente de la Inmaculada, “aunque algunos comenzaron antes”, señala. Guba. La venta ha ido de forma escalonada, “quizá más lenta que otros años”, añade Lorena, de Horno Romero, Ketydul, desde donde defienden que medio siglo de tradición hace que los suyos sean “unos de los mejores roscones del mundo”, lo mismo que cada una de las pastelerías y hornos consultados por Las Noticias de Cuenca.
Horno Romero está en Valverde de Júcar, pero la demanda de sus tradicionales dulces hizo que hace cinco años decidieran instalarse en la capital durante estas fechas, siempre en el entorno de la Plaza de la Constitución. “Quien lo prueba, repite, y no tarda más de dos días en volver”, dice.
Una de las novedades que han introducido son los roscones elaborados con harina de espelta, un antiguo cereal de grandes propiedades, que durante los últimos años se ha puesto muy de moda y que, entre otras cosas, “permite disfrutar de nuestros roscones a aquellos que les sienta mal el trigo”.
Por lo general, cada año las ventas suelen ser siempre buenas, aunque no será hasta que pase esta jornada festiva –que junto al día de ayer es el momento en el que se disparan las ventas– cuando se pueda hacer balance de beneficios. Pero, como siempre, los conquenses no han defraudado. Eso sí, la mayoría deja el grueso de las compras para el final, lo que conlleva el riesgo de que los días clave se queden sin roscón. Para evitarlo, son muchos los que hacen con tiempo sus encargos. Y este es el caso, por ejemplo, del Horno Tébar, donde realizan dos o tres tandas diarias de roscones.
Los de nata, los más demandados
Los más demandados son los de nata, pero en el mercado se encuentran para todos los gustos sin perder de vista el roscón original que nos permite un mayor aguante del dulce. Un precio asequible para todos los bolsillos y distintos formatos, desde dos raciones hasta las casi 20 del roscón gigante de Horno Tébar, hacen que estos días el roscón de reyes sea la estrella de los postres en todas las mesas. Y lo seguirán siendo aún por unas semanas. “Nosotros además tenemos las Fiestas del Santo Niño en Valverde, y la elaboración se prolonga”, apostilla Lorena.
Los rellenos son una costumbre relativamente joven en este típico dulce cuyos orígenes se vinculan a las saturnales romanas. La innovación ha ido cundiendo y en el mercado podemos encontrar deliciosos sabores que hacen que se mantenga viva la tradición de consumir el tradicional roscón al que se añade el ingrediente mágico de la ilusión con el hallazgo de un regalo sorpresa, o la tradicional haba que o bien nos corona como rey o reina o nos obliga a pagar tan suculento bocado. En algunos casos, como en Pastelería Casamayor, los dos; eso sí, de forma alterna, apostilla Peter.
Si la tradición pagana dice que este dulce simbolizaba la entrada de los días más largos tras el solsticio de invierno, la cristiana nos acerca a la ilusión y los buenos deseos; pero sobre todo, a compartir unas entrañables fechas en torno a una mesa en compañía de familiares y amigos.
Muy atractivo a la vista y más aún en el paladar, hasta la llegada a nuestros hogares los roscones de reyes pasan un proceso en el que el tiempo, el cariño y la destreza de las manos que los amasan, rellenan y adornan, nos llevan la más dulce despedida de la Navidad, una tentación a la que es difícil no sucumbir.
El secreto está en la masa
Más de tres horas necesita la masa hasta que pasa el proceso de fermentado y puede llegar al horno. Huevos, harina, leche, levadura, mantequilla, ralladuras de naranja y limón, con variantes al gusto, constituyen la base de este delicioso dulce en el que no puede faltar el agua de azahar. “Si no, no es un roscón”, apostillan en Horno Tébar. Y, por supuesto, como ‘mimosa’ que es la masa, la temperatura y tiempo justos de fermentación para que la base permita que el roscón sea único.
Además, para conseguir la cualidad de especial, desde la pastelería conquense Ruiz, destacan la importancia de que esté recién hecho, al estilo tradicional, “con el aroma que desprende el preparado en pastelería como se han hecho toda la vida”, señala Carmina Ruiz. Y es que, como defienden en esta pastelería con 67 años de tradición, nada tiene que ver uno de los roscones de ésta, o de cualquier otra pastelería u horno, con los que se pueden encontrar en supermercados o grandes superficies. Les gana la batalla en esponjosidad, frescura, sabor... “Es el tradicional de siempre, y en nuestro caso, no ha variado en nada desde que empezamos a elaborarlos”, señala Ruiz.
Eso sí, manteniendo la elaboración tradicional, los roscones han ido evolucionando atendiendo a todo tipo de encargos. Entre los encargos más extraños, los roscones de fresa o nocilla que, como señala Peter, se han encargado en alguna ocasión en la pastelería Casamayor.