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El referéndum sobre la República Catalana conducirá a la III República

Asamblea en Sol tras la marcha por la celebración de un referéndum / Juan Luis Sánchez

Joan Tardà i Coma

Los partidos y las instituciones del régimen del 78 se oponen frontalmente al referéndum catalán porqué supondría el triunfo del principio democrático de la voluntad popular sobre las reglas establecidas hace 40 años. Se redactó entonces una Constitución que nació muerta, bajo la presión de los poderes fácticos, a instancias del ministro de Franco Manuel Fraga. Los expertos constitucionalistas consideran “muerta” una Constitución que no se puede adaptar a la evolución de la sociedad. Sólo en el mes de mayo pasado 17 Estados modificaron sus constituciones vivas, entre ellos la República Federal Alemana para resolver las reclamaciones de Baviera sobre su contribución excesiva al fondo de solidaridad entre los “lands”.

La Constitución española no sólo no se ha adaptado, sino que ha retrocedido. La prevaricación del Tribunal Constitucional que modificó el Estatuto aprobado en referéndum por los ciudadanos de Cataluña vulnerando el artículo 152.2. de la Constitución de 1978 que establece que un Estatuto aprobado en referéndum sólo puede ser modificado por el mismo procedimiento, es una muestra extrema de este caminar hacia atrás como los cangrejos. La respuesta de la mayoría del pueblo catalán han sido siete años de movilizaciones extraordinarias de más de un millón de personas y las victorias soberanistas en las elecciones de 2012 y 2015. La metamorfosis popular y política catalana han conducido al plebiscito sobre el estado independiente en forma de república. Un referéndum que abrirá el camino para proclamar la III República.

La gigantesca propaganda del régimen del 78, que controla todas las televisiones y los principales periódicos españoles, que enaltecen a todas horas sus supuestos grandes logros, no consigue esconder su naturaleza corrupta y su incapacidad para ofrecer un horizonte de futuro a los jóvenes. Éstos, que no habían nacido en 1977 ni en 1978, son los más perjudicados por la incapacidad de la oligarquía española. Un dato irrefutable: la tan cacareada recuperación económica de 2015 y 2016 no ha impedido que en estos dos años ha habido menos nacimientos que defunciones, lo que no ocurría desde 1939. Con más de un 40% de paro juvenil, con contratos precarios y a tiempo parcial, con sueldos de menos de 1000 euros y alquileres de más de 700 euros los jóvenes no pueden emanciparse y mucho menos fundar una familia.

Al mismo tiempo, la corrupción y las cloacas del Régimen del 78 proyectan la verdadera naturaleza del sistema político vigente. La lista de 60 casos del PP que recordó Irene Montero dejó clara la dimensión de la codicia de los partidos que monopolizan el poder. Por mi parte, añadí la negativa a investigar los 1600 millones que ha acumulado Juan Carlos I en sus años de reinado y el papel de los corruptores de las grandes constructoras.

Además, tenemos la malversación legal. El Banco de España ha cuantificado en más de 60.000 millones los euros que los contribuyentes tendremos que pagar para cubrir la quiebra de tantas cajas de ahorros derivada de la burbuja inmobiliaria. Era una buena ocasión para destinar esta enorme cantidad de dinero para crear un gran parque público de vivienda, como el que existe en la mayoría de países europeos. La oligarquía ha utilizado estos 60.000 millones para concentrar todo el poder financiero en sólo cinco megabancos.

Al mismo tiempo, la investigación de periodistas valientes ha sacado a la luz las miserias policiales. En el documental «Las cloacas de Interior» el policía Jaime Barrado lamenta: «El sistema está tan corrupto que expulsa a los decentes». A su lado las maniobras del Gobierno español en la fiscalía general del Estado, en anticorrupción, en desplazamiento de jueces para entorpecer los procesos judiciales que abordan los casos de corrupción muestran que el poder judicial es manipulado para mantener la impunidad de los poderosos.

La conmemoración de los 40 años de las elecciones de 1977 se ha utilizado para magnificar el mito de la Transición española. Ya lo denuncié en la fallida investidura de Pedro Sánchez: el modelo español de transición solo fue seguido por el General Pinochet en Chile. El modelo de reconciliación y democratización, admirado por todo el mundo, fue el de Nelson Mandela en Sudáfrica, con su Comisión de la Verdad. Por esta razón recibió el premio Nobel de la Paz y a su entierro asistieron todos los jefes de Estado del mundo. Al funeral de Adolfo Suárez, acaecido pocos meses más tarde, sólo asistió un jefe de Estado extranjero: el dictador Teodoro Obiang. No hay evidencia más clara del ínfimo prestigio del régimen postfranquista.

Hay las condiciones para repetir en España la metamorfosis contra el régimen del 78 que se ha producido en Catalunya. Como en el 14 de abril de 1931 España puede acostarse monárquica y despertarse republicana. El triunfo del “si” al Estado independiente en forma de república el 1 de octubre generará una crisis en el régimen monárquico que ni la piel de elefante de Rajoy podrá resistir. Los siguientes pasos del Parlament de Catalunya para implantar la República Catalana desencadenaran un conflicto democrático de altísima intensidad, con el retorno de los presos políticos en España. La situación será tan convulsa que se convocarán elecciones generales.

Ante estas elecciones se debería plantear una actualización del Pacto de San Sebastián de 1930. Todos los partidos contrarios al régimen del 78 deberían incluir en su programa, como mínimo, un punto común: la convocatoria de un referéndum sobre monarquía o república. Si la proclamación de la República Catalana fuese reprimida por la fuerza y sus representantes democráticos estuviesen encarcelados, se debería añadir la amnistía como otro punto central del programa común. Si estos partidos obtuviesen la mayoría absoluta en el Congreso se convocaría el referéndum sobre monarquía o república. Si ganase la república, el paso siguiente no sería otro que la celebración de elecciones constituyentes. La victoria de las fuerzas republicanas habría finiquitado el corrupto e incapaz régimen del 78 y la proclamación de la III República sería realidad.

Si Catalunya no ha conseguido la independencia a causa de la represión del Reino de España, la III República deberá reconocer la República Catalana. Si por contra, ésta ya se ha consolidado debería proponer a la república española y a la portuguesa una Unión Ibérica como entidad reforzada dentro de la Unión Europea, siguiendo el ejemplo del Benelux. Se cumplirá el proyecto de Francesc Macià al proclamar la República Catalana dentro de la Unión de Repúblicas Ibéricas el 14 de abril de 1931.

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