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Las promesas incumplidas de Torra: de la restitución de los consellers cesados por el 155 a 'resucitar' la legislatura

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante su reunión telemática con el presidente del Gobierno Pedro Sánchez y el resto de presidentes autonómicos EFE/Enric Fontcuberta

Arturo Puente

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La remodelación del Govern efectuada esta semana por Quim Torra supone un portazo a la posibilidad de acabar la legislatura antes de acabar el año. Nada sorprendente si no fuera porque fue el propio president quien anunció en enero pasado que la legislatura estaba “agotada” y quien se comprometió a anunciar la fecha de las elecciones cuando la Generalitat tuviera nuevos presupuestos, cosa que ocurrió hace cuatro meses.

Es difícil saber si el jefe del Govern ha cambiado de idea o, simplemente, prometió algo que nunca pensó cumplir. Sobre todo porque este tipo de incumplimientos, cambios de planes y carpetazos han sido incontables y han jalonado el mandato de Torra desde su llegada a la presidencia hasta la actualidad. Repasamos en este artículo hasta ocho episodios a lo largo de los últimos dos años y medio en lo que el presidente de la Generalitat ha dicho una cosa para acabar haciendo la contraria.

1- Restitución de los consellers

Torra llegó a la presidencia de la Generalitat con el compromiso de volver a nombrar en su cargo a los consellers y el resto de cargos cesados con la aplicación del 155. “El principio de restitución es la base de este Govern. Es para todos. Todo el que quiera ser restituido lo será”, anunció en una entrevista en Catalunya Ràdio. Poco después aseguró que nombraría a Jordi Turull en la conselleria de Presidència, a Josep Rull en Territori y a Lluís Puig en Cultura. Pero Torra jamás pudo llegar a nombrarlos, pues el Diario Oficial de la Generalitat (DOGC) estaba bajo el control del Gobierno central, que reclamaba que nombrase a otros para levantar el 155.

Finalmente Torra aceptó las condiciones de Mariano Rajoy y acabó buscando sustitutos para los encausados, cuyos nombres finalmente pudieron aparecer en el DOGC. Un paso que sirvió para desbloquear la formación del Govern y levantar el 155, pero que también anunció la tendencia de Torra a anunciar solemnemente cosas que después acabaría no cumpliendo.

2- La pancarta

Un capítulo similar ocurrió en marzo de 2019, cuando se produjo el episodio de las pancartas en la fachada del Palau de la Generalitat que acabó en una condena por desobediencia del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya. Durante la campaña electoral de la generales, la Junta Electoral Central (JEC) emitió una resolución que ordenaba a Torra retirar los símbolos considerados “partidistas”, como era el lazo amarillo que denunciaba el encarcelamiento de los políticos independentistas y que la sede del Govern lucía en su fachada. El tira y afloja duró durante días. El Ejecutivo catalán reclamaba “aclaraciones” a la JEC y esta respondía apurando los plazos. Desde la presidencia de la Generalitat se aseguraba que mantendrían estos carteles por respeto a la libertad de expresión.

Pero finalmente el president acabó aceptando retirar varios elementos, entre él el más polémico, la pancarta que tenía en el balcón del Palau. La justificación oficial era que lo hacía para “preservar” a los Mossos d'Esquadra, que habían sido requeridos para entrar en la sede presidencial e impedir la exhibición del letrero. La renuncia no evitó, sin embargo, que Torra acabase en un proceso penal por desobediencia, en el que el tribunal entendió que no había cumplido con lo exigido por la JEC en su plazo.

3- “No aceptaré la sentencia del Tribunal Supremo”

La sentencia del juicio del procés se esperó en Catalunya durante meses, entre el final de la vista oral y la publicación del fallo. Durante todo este tiempo el president aseguró una y otra vez que no “aceptaría” esa sentencia, sin llegar a concretar nunca en qué consistiría esa no “aceptación”, pero sugiriendo y dando pie a un abanico de especulaciones, entre las cuales estaban la convocatoria de elecciones, su dimisión o la desobediencia.

Ninguna de estas tres opciones fue la que tomó Torra cuando se conoció la condena contra los 12 líderes independentistas, con penas de prisión de hasta 13 años. El president no solo no realizó ninguna acción que pueda ser entendida como una “no aceptación” de dicha sentencia, sino que la institución que preside la acató y siempre obró conforme al fallo judicial a través de sus Instituciones Penitenciarias.

4- Otro referéndum

Lo que el jefe del Govern hizo tras la sentencia del procés fue comparecer en un pleno del Parlament para explicar su posición respecto al futuro político. Y allí lanzó un nuevo compromiso: volver a “ejercer el derecho de autodeterminación” durante la legislatura. “Habrá que volver a poner las urnas para la autodeterminación”, proclamó el president. Unas palabras que desconcertaron tanto en las filas de la oposición como en las del propio Govern, pues ni sus aliados de ERC ni algunos de los consellers de su propio partido conocían el envite que Torra iba a lanzar desde la tribuna. Aquella promesa, como es notorio, quedó en nada, y ni siquiera se conoce que haya habido trabajos de ningún tipo para llevarla a cabo.

5- La auditoria más grande de la historia de los Mossos

Octubre de 2019 fue un mes fértil para las promesas y los anuncios pomposos que no acabarían cumpliéndose. Tras la actuación policial de los Mossos d'Esquadra durante los disturbios producidos en las protestas contra la sentencia del procés, Torra se comprometió a depurar responsabilidades, y el Govern anunció pocos días después “la auditoría interna más grande de la historia” realizada en el cuerpo policial catalán. Esta revisión comenzó con el examen a 15 casos, luego ampliados a 33, de supuestas malas praxis que habían quedado registradas en vídeo.

Finalmente el pasado mes de junio la conselleria de Interior de la Generalitat presentó los resultados de aquella auditoria. Los detalles que trascendieron revelaban que los Mossos habían suspendido solo a uno de los 50 agentes investigados y que la Generalitat no había llevado ninguna actuación a los tribunales de justicia.

6- Condiciones en la mesa bilateral

La segunda investidura de Pedro Sánchez salió adelante con el apoyo de ERC, que pidió a cambio constituir una mesa bilateral entre el Gobierno y la Generalitat. Lo que ninguna de las partes podía prever es que aquel foro se convertiría en terreno abonado para nuevos bandados del president de la Generalitat. Entre la Navidad y el 26 de febrero Torra adoptó casi todas las posiciones posibles respecto a la mesa de negociación, imponiendo condiciones y desdiciéndose de ellas en varias ocasiones.

Primero avisó a ERC de que la mesa de negociación con Sánchez no comprometía al Govern, pero pocos días después exigió presidirla. Aprovechando su reunión con Sánchez le trasladó que quería celebrarla “cuanto antes” y evitó exigir que hubiera un mediador pero, solo una semana después, frenó el inicio de la negociación asegurando que era “imprescindible” incorporar la figura del intermediario. Entre todo esto, el Govern aseguró que era un requisito que la autodeterminación y amnistía fuera incorporado al orden del día, algo que después se rebajó a que fueran temas que la parte independentista pudiera exponer. Finalmente el president acudió a un foro sin mediador y sin orden del día.

7- Inhabilitación como diputado

El jefe del Govern ya había dejado claro con la sentencia del Supremo que, para él, “no aceptar” significaba protestar contra algo pero no contradecirlo o desobedecerlo. Sin embargo tras su inhabilitación dictada por TSJC, Torra fue mucho más claro sobre su propósito de desacatar la sentencia y aseguró: “Soy president y soy diputado, porque así lo decidió la ciudadanía de Catalunya y el Parlament. No ha cambiado nada y no nos vamos a echar atrás”, aseguró en tono decidido.

La voluntad expresada, de nuevo, volvió a tener poca concordancia con los hechos y aquel “no nos vamos a echar atrás” duró poco. Solo cuatro días después el secretario general del Parlament ejecutó la orden judicial y retiró el acta de Torra. Una situación por la que su partido y él mismo protestaron, pero que Torra acabó encajando absteniéndose de votar o presentar iniciativas como diputado y limitándose a actuar dentro de su papel presidencial.

8- Legislatura agotada y elecciones

El president acabó asumiendo que sus días como diputado habían acabado, pero tanto él como los suyos culparon al president del Parlament, Roger Torrent, y a sus socios de ERC por no haber hecho suficiente para que Torra conservara el acta. Aquel desencuentro provocó una extraña comparecencia en la que aseguró que la legislatura “ya no tiene más recorrido político” y anunció que diría la fecha de las elecciones después de que se aprobaran los Presupuestos, una ley que era fundamental para Catalunya, que llevaba tres años sin renovarlos.

No fue así. El 24 de abril el Parlament aprobó los Presupuestos pero, desde entonces, el president se han negado reiteradamente a dar la fecha electoral, pese a que cada vez que se le preguntaba aseguraba que la tenía “pensada”. Tras la remodelación del Govern de esta semana se descarta definitivamente que las elecciones vayan a convocarse. Durante este verano se le ha insistido al propio Torra y a representantes del Govern sobre por qué incumplirá lo que él mismo anunció en enero e invariablemente su respuesta la ha relacionado a la necesidad de combatir la pandemia. La realidad es que el 11 de febrero, antes de que hubiera un solo contagio en Catalunya y sin que el Mobile World Congress hubiera anunciando aún su cancelación, el Ejecutivo ya abría la puerta a que el president, una vez más, incumpliera su promesa de anunciar la fecha de las elecciones cuando ya se dispusiese de Presupuestos.

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