“Me siento juzgada constantemente porque estoy viva, porque no me falta ninguna parte del cuerpo”
Anna Cortés tiene 42 años, vive en Sant Celoni, y es cajera de supermercado. El 17 de agosto del 2017 había quedado con una amiga en La Rambla de Barcelona. No llegaron a coincidir. Estaba a la salida de la boca del metro cuando la furgoneta que conducía Younes Abouyaaqoub le pasó a poco más de un palmo. Relata que vio como los cuerpos iban saltando mientras el vehículo recorría 500 metros hasta que el terrorista la abandonó para huir entre la multitud asustada. Anna volvió a trabajar pero tuvo que acabar cogiendo la baja porque sigue teniendo ataques de ansiedad que no le permiten tener una vida normal ni dentro ni fuera de casa.
¿En este año que ha transcurrido desde el atentado ha podido volver a la Rambla?
No, todavía no. Ni he podido acercarme. Me angustia solo de pensarlo. Todavía tengo imágenes, 'flashbacks', que me angustian mucho.
¿Qué recuerda de ese día?
Todo. Había quedado con una amiga y justo cuando salí del metro pasó una furgoneta muy cerca de mí. La gente gritaba y corría. A partir de ese momento me quedé como en shock mirando todo lo que hacía la furgoneta. Iba buscando a los grupos de gente y la gente saltaba como muñecos rotos.
¿En ese momento pensó que era un atentado?
No. Escuchaba a la gente como decía 'nos están matando'; pero no era consciente de que era un atentado. Me dí cuenta cuando empecé a ver que a mi alrededor había cuerpos. Me agaché para atender a una señora que estaba en el suelo y comprobé que aún tenía pulso. Lo que me dolió bastante fue ver a gente que estaba grabando con los móviles.
¿Qué hizo después?
Un mosso d'esquadra nos cogió y nos metió dentro de la estación de metro. Allí ya me encontré con mi amiga. Ella no se había enterado prácticamente de nada porque lo único que había visto dentro era mucho movimiento de gente. Una vez estábamos en la estación nos dijeron que había que desalojarla porque había bombas. No podíamos salir porque estaba todo cerrado. Pasé mucho miedo. Cuando ya abrieron las puertas empezamos a salir corriendo, la gente huía. Unos decían que había tiros, otros gritaban que había cuchillos... Yo eché a correr y avisé por teléfono a mi marido y mi hijo.
¿Pudo hablar con ellos?
Sí, mientras corría pude avisarles. Ellos sabían que estaba en La Rambla. Mi hijo es adolescente y vive con el móvil en la mano. Enseguida relacioné a la gente grabando con el teléfono a mi hijo mirando el móvil y sabiendo que yo estaba allí.
¿Cuando les llamó ya se habían enterado del atentado?
No, todavía no lo sabían. Entonces mi marido puso la tele y lo vio. Mi hijo se enteró al cabo de un rato porque no había escuchado mi mensaje de voz. Me llamó cuando yo aún estaba saliendo de la zona. Corriendo, sin zapatos... como podía para alejarme y ponerme a salvo. Había avalanchas, pasábamos unos encima de los otros. Quieres ayudar; pero quieres sobrevivir y la supervivencia no te deja actuar.
¿Cómo fueron los días posteriores?
Mis padres viven en Barcelona. Fui a su casa pero recuerdo pocas cosas. Escuchaba que había conversaciones, me intentaban tranquilizar aunque yo ya me noté ausente. Ellos pusieron la televisión pero yo no quería verla. No quería saber nada de lo que estaba pasando. Mi marido me llamó y me dijo que se comentaba que había un muerto. Yo le dije: no hay uno, yo he visto más.
Sé que cené algo y cuando me acosté para intentar descansar me di cuenta de que no podía. Las sirenas me mataban y me matan todavía. Era todo sirenas, una noche de locura. Después empecé a gritar y me acurruqué en un rincón. Mis padres se asustaron y llamaron al 061. Tenía un ataque de ansiedad. A partir de ahí me dieron medicación y descansé. Mi marido y mi hijo no pudieron venir ese día porque la ciudad estaba bloqueada. Al día siguiente ya pudieron recogerme y nos fuimos a la nuestra. Me dirigí al ambulatorio y me pincharon. Yo seguía escuchando sirenas y sentía miedo, terror, horror.
¿Todavía tiene miedo?
Tan fuerte, no. Estuve un mes sin salir de casa. No podía. Salía del ascensor y a la que abría la puerta ya no podía. Y eso que vivo en Sant Celoni y no hay los mismos ruidos. Pero casualmente había una furgoneta, también una Telefurgo, aparcada en mi calle. Incluso hubo una alarma y acabó viniendo la Guardia Civil. Cada vez que veo una furgoneta, sea como esa, o una furgoneta blanca me da miedo. Las sirenas, las furgonetas blancas y las aglomeraciones de gente al aire libre me provocan horror. A la que alguien corre te asustas. No es el miedo que tenía al principio pero estás siempre en alerta.
¿Tiene la sensación de que pese a ser una víctima del atentado hay gente que no la considera así?
Totalmente. La gente piensa que estás bien, que no te ha pasado nada, que estás viva. Eso llega un momento que duele horrores porque mis heridas no se ven y todo es mucho más complicado. Te dicen 'te he visto sonreír'. Y yo digo 'por suerte ya puedo sonreír porque antes solo lloraba'. Además, estás sola. Los primeros 11 días estuve atendida por psicólogos de la Cruz Roja porque la primera visita con la psicólogo de la Seguridad Social no fue hasta el 28 de septiembre. Me tuve que buscar un psicólogo privado porque enloquecía. Me estaba muriendo en vida.
¿En qué le ayudó el psicólogo?
Al principio tienes la sensación de que no avanzas. Siempre sales llorando... Yo lo que hacía era no visualizar, esconder, lo negaba. Poco a poco empece a tener 'flashbacks'. Es como un duelo. Lucho para olvidar pero sé que no lo podré olvidar.
¿Qué imágenes empezó a recordar?
La cara de miedo de la gente. Recordaba a la gente corriendo, los gritos. Jamás me han venido las imágenes de la gente rota, sangrando o muerta. Inevitablemente también te vienen a la cabeza los terroristas porque aunque ese día no los vieses es inevitable acabar sabiendo quiénes son. Eran chicos que tenían un par de años más que mi hijo.
¿Cuál es su sentimiento cuando se acuerda de los terroristas?
Al principio es odio. Después es rabia porque te han jodido la vida. Yo no soy la misma porque una parte de mí murió allí. Yo no me reconozco en el espejo. Cuando he visto las imágenes de los chicos ahí sonriendo, como cuando mi hijo compra chuches, me dieron pena. Lo último que se me había quedado era un sentimiento de pena aunque últimamente vuelvo a sacar la rabia.
Ahora se ha levantado el secreto de sumario y han aparecido vídeos, imágenes y mucha información. ¿Cómo se afronta?
Intento aislarme. Sigo las pautas de los psicólogos para intentar visualizar lo que pasó y así ir reduciendo la ansiedad. Prefiero no saber estas noticias. Mi marido compra el diario y estos días me dice que no lo mire. Me lo gira para que no vea la portada. Pero es inevitable que acabes viendo cosas porque, por ejemplo, en mi trabajo también vendemos periódicos. Además, están los comentarios de la gente y algunos son tonterías.
¿Qué tipo de tonterías?
Me siento juzgada constantemente porque estoy viva, porque no me falta ninguna parte del cuerpo. Entonces lo que te dicen es que lo que tienes que hacer es espabilarte. Hay un momento en que les pregunto '¿oye, tú estabas allí?'. Yo antes lo explicaba pero ahora callo. Prefiero no hablar del tema.
Entre los traumas posteriores uno de los más diagnosticados es el sentimiento de culpa del superviviente.¿Usted lo ha sufrido?
Yo he pasado esa fase. Necesitaba saber qué me estaba pasando, hablar con gente que hubiese pasado por lo mismo. alguien que estuviese como yo. Necesitaba no tener la culpa de estar viva. Llega un momento en que acabas pensando que no tienes derecho a estar así. Con el primero que hablé fue con Javi, el padre de Xavi, el niño de Rubí que murió en el atentado, y me sentí ridícula. Pensé qué hago aquí si me está animando un hombre que ha perdido a un hijo de 3 años. Claro que soy consciente de la suerte que he tenido, pero eso no me cura, eso me duele.
¿Cuál es el consejo que más le ha ayudado?
Pues el que dio Javi al principio y es que todos somos víctimas por igual. El dolor es dolor. Me quedo con eso. Y lo que aconsejaría es buscar a gente que haya hecho el mismo camino que tú con los mismos zapatos. Los que han pasado por lo mismo que tú son los únicos que te entienden.
Cuando escucha a los políticos, y no solo a ellos, polemizando por el acto en conmemoración del primer aniversario, ¿qué piensa?
Asco. A mí no me representa ningún político. Me considero apolítica y cuando veía los atentados y los actos siempre pensaba que era una vergüenza porque estaban ahí solo para la foto. Ahora que lo he vivido yo no he sabido nada de ellos. Los Mossos de Esquadra, la Cruz Roja y la gente de UAVAT (Unitat d'Atenció i Valoració a Afectats per Terrorisme) son los únicos que me han ayudado. Políticamente, nadie.
¿Va a asistir al acto del 17A en la Plaça Catalunya?
Sí, voy a ir. Será lo más cerca que estaré de La Rambla desde que pasó.