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“La cultura de la homofobia es una subcultura dentro del patriarcado”

Ramón Martínez

Lourdes Cifuentes

El activista y escritor Ramón Martínez (Madrid, 1982)  ha visitado Albacete con motivo del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia,que se celebraba el jueves. Lo hacía para participar en las jornadas organizadas por el Colectivo Abanico y el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha para hablar sobre la homofobia, que detalla en su libro 'La cultura del homofobia y cómo acabar con ella', de su origen y de lo que supone en la sociedad actual.

¿Qué es la 'cultura de la homofobia'?

La escritura del libro nació de la necesidad de saber qué pasaba con la homofobia 10 años después del matrimonio igualitario en España, después de la primera Ley Trans. Quería saber qué estaba pasando después de esto. Me puse a investigar y me di cuenta de que los avances legales son importantes, pero solo crean un principio de realidad que hay que seguir trabajando.

¿Qué es lo más arraigado en esta sociedad de lo que llama 'cultura de la homofobia'?

Cuando hablo de 'cultura de la homofobia' esa expresión la tomé del feminismo, de esa idea de la 'cultura de la violación'. Al fin y al cabo la lucha feminista y la LGTBI son luchas hermanas.

Queda mucho en la sociedad de esa cultura de la homofobia. En el libro puse algunos principios que todavía se instauran y que son esos fundamentos del pensamiento homófobo. El más complicado y necesario de cambiar es la diferencia radical que se interpreta entre las personas heterosexuales y las que no somos heterosexuales. Se parte de la base de que esa característica que es la homosexualidad, la bisexualidad y la transexualidad, supone una diferenciación suficiente como para otorgar derechos suficientes. Creo que esa es una cuestión muy profunda pero  ahí puede radicar uno de los principios que sostienen esa cultura de la homofobia.

Este es sólo un ejemplo y hay 50.000 millones de cosas más. Hay muchas cuestiones que poco a poco vas percibiendo. Hoy ya menos, pero en su momento percibíamos que dos personas del mismo sexo no son una pareja real o que estas parejas no pueden criar hijos. Son ideas con las que se ha adoctrinado en contra de nosotros.

En el libro analiza los años que han pasado desde que aprobó el matrimonio igualitario. ¿Qué es lo que ha cambiado en estos 10 años?

La gran revolución es que 10 años después, una cuestión que hace 15 años que apenas poca gente lo aprobaba (el matrimonio igualitario), ahora todo el mundo lo hace o hay muy poquita gente que esté en contra. Se ha cambiado mucho la perspectiva de la sociedad sobre la homosexualidad y la transexualidad pero se percibe que todavía hay algunos prejuicios que quedan enquistados.

¿Cómo son de tolerantes los jóvenes?

Tenemos un problema con la juventud y es un síntoma de que la batalla final está llegando. Cuanto más derechos consigue una minoría, cuanto menos diferencia hay, la represión que antes se hacía de una forma institucional, a través de leyes, va desapareciendo. Con lo cual hay mucha gente que piensa que tiene que tomarse la justicia por su mano para mantener ese régimen de homofobia, de machismo. Vemos que la juventud que no ha vivido esa transición social, que hemos hecho y que ha durado mucho más que la transición política, parte del desconocimiento que hemos provocado los mayores y con esa falta de concienciación sobre cosas que ellos dan por supuestas, pero que no tienen asumidas. Como por ejemplo el matrimonio igualitario. La inercia del patriarcado sigue diferenciado, criminalizando y persiguiendo algunas posibilidades de vida que se apartan de la norma.

 

¿Se legisla a la misma velocidad que la sociedad avanza en la consecución de derechos para el colectivo LGTBI?

Esto es un debate muy interesante. Hay gente que mantiene que primero debe cambiar la sociedad y luego las leyes y lo que hizo el gobierno de Zapatero fue casi adelantarse y educar a través de la legislación.

Hay casos en ambos sentidos.  El matrimonio igualitario es uno de ellos. A día de hoy vivimos una tensión entre lo que la realidad manifiesta, que es una tolerancia casi absoluta, y el reconocimiento legal de los derechos. Sólo hay que ver que las mujeres lesbianas todavía tienen muchas dificultades para acceder a la reproducción asistida mientras que las parejas heterosexuales tienen acceso a ella. Hay cuestiones que hay que seguir perfilando porque la realidad ya está ahí y hay que darle forma.

¿Hay desigualdad entre hombres y mujeres en el colectivo LGTBI?

Evidentemente. La cultura de la homofobia es una subcultura dentro del patriarcado y eso implica que también las mujeres, ya sean transexuales, bisexuales o lesbianas parten de una desventaja mayor que los hombres transexuales, bisexuales u homosexuales.

La diferenciación entre sexos sigue vigente pero tengo la confianza de que el feminismo irá avanzando y el movimiento LGTBI debe ayudar a ese avance.

¿En qué hay que trabajar para erradicar la homofobia y conseguir que toda la sociedad reconozca los derechos de las personas LGTBI?

Para acabar con la cultura de la homofobia hay que trabajar mucho más en la realidad cotidiana. Las leyes son importantes pero lo que importa es que en el día a día las personas LGTB puedan vivir con la misma libertad que las heterosexuales y para eso todavía queda mucho trabajo. Por ejemplo, en una pareja de dos varones, donde uno de ellos es funcionario y otro asalariado, el funcionario quizá pueda contar que se ha casado. En el caso del otro, la realidad es diferente, quizá no pueda decir en su trabajo que ha podido casarse.

El matrimonio es un principio pero lo que parecía un final, en realidad, es sólo el principio de todo lo que hay que seguir cambiando.

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