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Acoso y derribo

Mariano Sánchez Soler

Como dice la zarzuela, por el humo se sabe dónde está el fuego. El ayuntamiento de Alicante echa un humo denso, irrespirable, cuando apenas ha pasado un año. Los trabajos para mejorar la ciudad, las decisiones trascendentales en urbanismo, la transparencia en los procedimientos, la búsqueda de una participación ciudadana sin precedentes, la solución de problemas que el anterior gobierno municipal dejó voluntariamente como legado envenenado… En Alicante, día a día, nada de esto parece tener demasiada importancia. El humo de la política local que acabará asfixiándonos. O asfixiando a los pirómanos mientras una parte de la ciudadanía se va a la playa (en defensa propia).

La guerra interna se ha recrudecido después del verano hasta adquirir una dimensión insoportable. Tan monótona ya que, desgraciadamente, aburre a las ovejas. Todo comenzó en el minuto cero. La bisoñez y una cierta “alegría” pusieron en marcha la primera campaña de desgaste contra la concejala de Juventud, de Guanyar, que entró en la política local como si subiera al escenario de Clan Cabaret para interpretar un monólogo. Confundió una red pública con un wasap privado. La tunda fue monumental, con paseíllo y condena en la Audiencia Nacional incluidas. ¿Quién filtró esos comentarios penosos y les dio aire?

Después, le tocó el turno a una concejala que daba concesiones a sus amiguetes y que confundió lo legal con lo ético. Si vienes a regenerar la vida política no se pueden hacer las cosas con el mismo método a que nos tenía acostumbrados el PP. Ya es una tránsfuga expulsada de Guanyar y de su partido, pero con capacidad para bloquear en los plenos lo que le dé la gana. ¡El espectáculo debe continuar! El resentimiento en política es un mal compañero. ¿Quién filtró los datos de unas contrataciones legales pero corrompidas?

A la concejala de Acción Social, de Guanyar, le buscaron las vueltas cuando todavía era candidata. A los papeles de supuestas condenas judiciales en su país de origen, se sumó la denuncia periodística de que había aprobado un proyecto vinculado a uno de sus asesores. Al final, llegó el culebrón de un hermanamiento con una ciudad en la que su propia hermana es la vicealcaldesa. ¿Errores e incomprensión de lo que se debe (y se puede) hacer? Sobre todo, desconocimiento de lo que es y debe ser, desde la izquierda, la gestión política en una ciudad donde el PP ha hecho de su capa un sayo durante veinte años. Aquí se sabe quién filtró algunos de los datos en una guerra personal declarada.

También está el asunto de las ratas filmadas en directo. La limpieza en las calles de Alicante está atada y bien atada por “la polla insaciable”, que sigue teniendo poderosos aliados en las entretelas consistoriales. La ciudad siempre ha estado tan sucia como la “Poisonville” (la ciudad ponzoñosa) de Dashiell Hammett, y el concejal que buenamente trata de limpiarla se encuentra con la resistencia de una trama con capacidad para poner palos en las ruedas. ¿Quién orquesta y facilita campañas como la de las ratas? ¿Por qué la empresa de limpieza se mueve como si viviéramos en Tombstone? Tercer edil de Guanyar a batir.

Todas estas movidas “políticas”, este goteo persistente de acusaciones (mientras destacados ex ediles populares se sientan en el banquillo o son acusados por la fiscalía), acompañadas por las declaraciones tibias de la máxima autoridad local, están calentando motores para el verdadero objetivo: batir al vicealcalde Miguel Ángel Pavón, de Guanyar, responsable de Urbanismo y “bestia negra” de ciertos poderes fácticos para los que “la pela es la pela”. Así de simple. Su pecado: tratar de desarrollar las ordenanzas municipales, que se garantice la limpieza medioambiental para la ciudadanía, que se cumplan las leyes. Esto ya no es “Dodge city”, no vivimos en una ciudad sin ley, parece decir. Pero quizás se equivoque.

En la última semana, dos algaradas “políticas” muestran el verdadero rostro de lo que está pasando en Alicante. Una, durante la entrega de los premios de la Plataforma Comarcal por la Movilidad de L’Alacantí varias personas, capitaneadas por una edil socialista, trataron de reventar el acto porque se criticaba a uno de sus compañeros de equipo municipal y de partido. La otra: el acoso, con zancadilla e insultos, contra el vicealcalde Pavón, por parte de un grupo de estibadores del puerto (algunos de ellos afiliados al PSOE), que tuvo una muy tibia respuesta del alcalde, tan comprensivo con quienes la ayudaron a ser candidato de su partido.

Qué mala suerte ha tenido Alicante. La mediocridad acomodaticia se ha instalado donde antes solo había dejadez y corrupciones varias. Qué pena. Quizás todo se deba a un problema de calidad democrática. O simplemente, a la pequeña maldad en el “modus operandi” de algunos personajillos a quienes el humo ciega sus ojos. Pero la reacción química que están desencadenando será devastadora para todos nosotros; tóxica ya lo es. El tripartito vive una escalada de la tensión sin precedentes mientras los concejales del PP, silenciosos y sonrientes, se frotan las manos. El incendio no ha hecho más que empezar.

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