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“En conductas como la 'manada' de Alicante prevalece un pensamiento machista hiperviolento, unido a una cosificación psicopática de la mujer violada”

Emilio J. Salazar

Alicante —

En un inicio de año marcado en la provincia de Alicante por la presunta violación a una joven en Nochevieja por la manada de Callosa d’en Sarrià, y por el intento de agresión sexual a una trabajadora del hospital de la Marina Baixa esta semana, nos paramos a reflexionar con Carmelo Hernández. Psicólogo criminalista y mediador, este experto en violencia de género coordina en la Audiencia Provincial de Alicante programas de reeducación para varones condenados por violencia machista.

¿Cree que existe un cambio de comportamiento en el violador, de actuar solo a hacerlo en grupo o manada como en Callosa d’en Sarrià?

En términos generales, podemos afirmar que son individuos que probablemente por sí solos no se atreverían a cometer la violación, pero en grupo se empoderan y retroalimentan, a través del propio sentimiento gregario de pertenencia al grupo. Siempre hay uno o dos que son quienes han ido conformando “la manada” e iniciando a nuevos miembros en la salvaje dinámica de la violación o asalto sexual cometido en grupo. Ese líder es muy probable que haya consumado previamente otras agresiones, pero prefiere la actuación grupal y el modus operandi basado en la narcotización e inmovilización de la víctima, para asegurarse, de este modo, la máxima impunidad. En este tipo de conductas prevalece un pensamiento machista hiperviolento, unido a una cosificación psicopática de la mujer asaltada y violada.

A ese respecto, desde el punto de vista psicológico, ¿qué lleva a los agresores a grabar en vídeo la violación?

La satisfacción que obtienen se basa en experimentar un total control sobre la víctima y la necesidad de visualizar posteriormente la situación crítica y de compartir “su trofeo” (es decir, la grabación) con otros individuos afines es lo que lleva sistemáticamente a registrar esa violencia extrema en la que se instrumentalizan todas las formas de violencia posibles, pues a la propiamente sexual se unen también la física y la psicológica. La grabación también puede ser un medio de propiciar interpretaciones contradictorias de lo sucedido, debido al estado de postración e indefensión en la que los violadores grupales dejan a sus víctimas, como ha sucedido, lamentablemente, en el caso de “la manada” de Pamplona.

¿Las violaciones guardan relación con el porno? Su consumo sigue disparado entre la población de todas las edades con la posibilidad de tener a un click vídeos no solo de violaciones, sino de comportamientos de dominio/sumisión del hombre sobre la mujer.

Parece ficción, pero es realidad. Basta con entrar en internet y escribir la palabra violación para descubrir la bolsa de entropía de violencia sexual que está a disposición de cualquiera que quiera acceder a esos contenidos. Esta cuestión está muy enraizada con la falsa creencia o estereotipo de que la masculinidad se forja y requiere para su consolidación de un cierto gradiente de agresividad y violencia instrumental en los hombres. Cine, literatura, chistes… eso que llamamos los psicólogos “el subconsciente colectivo”, están plagados de esta fuente tóxica de inocular violencia a la expresión de la sexualidad masculina. Por mencionar solo algo muy explícito y elocuente, un ejemplo lo tenemos en uno de los diálogos de la película de Howard Hawks ‘La fiera de mi niña’, en la que para disculpar al protagonista masculino se afirma con rotundidad: “El impulso amoroso en el hombre se revela con frecuencia en algunas demostraciones violentas”. Era 1938. ¿Hemos avanzado lo suficiente desde entonces?

¿Por qué ha aumentado la violencia de género entre los más jóvenes?

Las nuevas tecnologías de la comunicación están afectando las relaciones amorosas de los jóvenes. Es necesario acercar a la población adolescente elementos de análisis y cuestionamiento de los fundamentos tradicionales del amor romántico, porque se está volviendo peligrosamente a la ecuación que creíamos superada: “si no tienes celos es que no me quieres”. Las tecnologías digitales de comunicación pueden reforzar el control y el dominio, al ofrecer la posibilidad de tener una coartada perversa de renuncia a la intimidad personal a favor de una demostración de amor tóxico en sí mismo, que exige el conocimiento de las claves de acceso al mundo de relaciones sociales de la parte sometida. Esta situación, mucho más habitual de lo que se piensa, es muy peligrosa, pues abre la puerta a la indefensión aprendida, con su correlativa pérdida de la autoestima por parte de la víctima perjudicada.

En el caso de la manada de Alicante fue la hermana de uno de los agresores la que llamó a la policía mientras que se ha sabido que antes de llevar a la víctima a Callosa, cuando estuvieron con ella en una casa de Benidorm “al parecer ya habían comenzado los abusos” y aun así uno de los habitantes de la casa que se dio cuenta, en vez de llamar a la policía dio por finalizada la fiesta. ¿Cuándo los hombres también se rebelarán contra el patriarcado?

Esta secuencia de acontecimientos da la medida de la miopía y minimización que existe todavía a nivel de conciencia social, respecto de la expresión de la sexualidad y los papeles que se siguen asignando a hombres y mujeres. Lamentable, pero cierto y constatable: la falta de implicación es evidente y forma parte de esa doble moralidad farisea con que todavía se juzga a las víctimas y disculpa a los agresores.

Sin embargo, las generaciones que han crecido en democracia están evolucionando en el umbral del despertar a una nueva conciencia feminista, que pasa por la inclusión de un nuevo término que ya no debe chirriarle a nadie, porque ha venido para quedarse: masculinidad feminista. La conciencia igualitaria ha de dar un paso adelante en la consolidación de la masculinidad feminista que apoye y defienda activamente las reivindicaciones de las mujeres contra el sexismo y la violencia. No basta ya con las palabras. Es necesario que los hombres se posicionen y manifiesten activa y públicamente sobre estas cuestiones.

En un momento como el actual en el que la derecha y extrema derecha plantea modificar la ley de violencia de género, ¿usted introduciría cambios? ¿En qué sentido?

La violencia de género es una realidad absolutamente evidente y constatable en todo el mundo. Las estadísticas sobre violencia de género y desigualdad sobre las mujeres que recaban información al respecto, en todo el mundo, llevan décadas alarmando tanto a los gobiernos democráticos, como a los organismos internacionales, que se refieren a esta violencia, con criterio y seriedad, como una epidemia mundial. Solo en los gobiernos donde hay una estructura de poder asimilable al neofascismo de nueva cifra, que se camufla con la derecha que ha pasado en falso el filtro previo para su legalización, cuando llegan o rozan el poder, es cuando se quitan la careta y muestran la realidad de sus planteamientos, donde la mujer vuelve a ser visibilizada e incorporada a su visión sociopolítica, como ciudadanas de segunda.

La Ley contra la violencia de género fue un proyecto de izquierdas fruto de un consenso y esfuerzo colectivos, más allá de las posiciones ideológicas, pues contó con el apoyo de todos los grupos políticos. En estos momentos, lamentablemente está siendo instrumentalizada, en base a una sesgada reinterpretación de sus objetivos y una irreal evaluación de los resultados hasta la fecha, para ganar votos en otros caladeros que no son precisamente las víctimas o la ciudadanía que busca derechos igualitarios y protección para grupos vulnerables y expuestos. Todo es susceptible de mejora, pero las propuestas que se están presentando por algunas “voces”, son insostenibles desde un análisis contemporáneo riguroso, con perspectiva de futuro; más bien, dan vergüenza ajena, porque sesgan la realidad y revictimizan a las víctimas, en un sentido amplio.

Es cierto que todavía subsiste una cierta confusión en el uso de los términos violencia de género y violencia doméstica, pero la última sentencia del Tribunal Supremo viene a poner una nueva lupa de aumento y luz sobre conceptos que ya existían y se manejaban, pero que todavía tenemos que explicar con mayor precisión y perfeccionar.

¿Tiene resultados o constancia de la rehabilitación de hombres agresores violadores?

La cuestión fundamental subyacente es si este tipo de delitos es realizado por hombres con un deseo y una excitación sexual diferente a la de la mayoría. Los investigadores manejamos diferentes hipótesis de trabajo. Una de las más extendidas es la de la falta de inhibición de los violadores ante situaciones de sexo forzado, en las que la mayoría de los hombres “normales” inhibirían sus respuestas. En todo caso, los delincuentes sexuales tienen un peor pronóstico de adaptación y rehabilitación.

Los programas de intervención en prisión se basan en la constatación de sus cogniciones machistas, su inestabilidad conductual e impulsividad emocional para prever las consecuencias de sus actos, como objetivos terapéuticos importantes que necesitarán de un tiempo largo de tratamiento para esperar o predecir cambios posibles en su comportamiento de manera que posibilite la inserción en la sociedad. Las estadísticas son muy socorridas, por lo que para mi son solo indicadores temporales que debemos utilizar con mucha prudencia, porque ni reflejan todos los que son, ni a todos los que están.

Cómo confiar en la Justicia si da la impresión de que abundan los jueces machistas.

Esta percepción es consecuencia de algunas sentencias muy polémicas que han dejado una suerte de “tierra quemada”, tras su firmeza, que realmente ha sembrado el desánimo y la pérdida de confianza, por parte de las víctimas, en el sistema legal, pero en el otro extremo, hay un sector de la judicatura que está continuamente construyendo el futuro, teniendo que hacer frente no ya a la realidad de los transgresores de la norma, sino también reaccionando frente a esas actitudes del propio sistema legal.

En relación al otro extremo que menciona, usted colabora con el Magistrado Vicente Magro Servet, quien acaba de publicar una novela sobre la violencia de género.

Vicente Magro ha marcado un antes y un después en estos temas. La inclusión de los programas de reeducación se debió a su impulso y sentido de la protección a las víctimas a través de la intervención con los agresores. Su trabajo en el Tribunal Supremo y en el Observatorio del CGPJ contra las violencias de género y doméstica, es impecable. Me siento orgulloso por el trabajo que durante tantos años he desarrollado con él y con mi colega José Pablo Cuellar. La novela es un estudio sobre el maltrato psicológico, aspecto sobre el que los tres hemos publicado varios artículos y documentos científicos. Es magnífica y recomiendo su lectura.

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