El Caixaforum de València da vida cultural al contenedor del Ágora de la Ciudad de las Artes y las Ciencias

El esqueleto de la ballena que proyectó Santiago Calatrava vuelve a tener vida una década después. Tras años vagando como contenedor para eventos deportivos y de ocio, una forma de intentar aprovechar el proyecto millonario inasumible para una Administración en crisis, el Ágora de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia ya tiene un uso estable y abierto a la ciudadanía.

Desde este miércoles el monumental edificio será la sede del Caixaforum Valencia, el último de los proyectos culturales de la Fundación la Caixa, que abre sus puertas con una semana de actividades divulgativas. El proyecto arquitectónico, capitaneado por Enric Ruiz-Geli del estudio Cloud 9, cuenta con cerca de 10.000 metros cuadrados dedicados a la difusión del conocimiento, dos salas de exposiciones, un auditorio con capacidad para unas 300 personas, una librería, un restaurante y un espacio familiar y educativo.

“No hay museo y contenido: el paisaje es contenido y plataforma; no se disocia”, apunta Ruiz-Geli, que insiste en la complejidad de crear un proyecto arquitectónico en un edifico ya construido. El titular del estudio aboga por “un diálogo disruptivo con la obra de Calatrava” que se genera “produciendo tensión e innovación” con la estructura del polémico arquitecto, vacía desde 2015. Tras cinco horas inmerso en el edificio, asegura, dibujó “el sueño dentro del sueño y del sueño”, como en las películas de Nolan, bromea el autor del proyecto, que ha mostrado varias imágenes del Ágora abandonada, tal como la encontraron, y de algunos bocetos del nuevo diseño.

Ruiz-Geli insiste en el contenido paisajístico del edificio y sus significados y quiere que el visitante vea más allá de lo estético. “Aún no hay arquitectura porque esta ocurre cuando hay un diálogo entre el espacio y la ciudadanía. Solo habrá arquitectura cuando este espacio sea un paisaje lleno de gente con actividad cultural”, reflexiona. Así, pasa a explicar las metáforas empleadas en la construcción, llenando de verde el blanco, y la parte más física: la nube indica la temperatura de los océanos, el jardín vertical cuenta con su propia zoología o las hojas que “han pasado por todas las estaciones” hasta la pared del restaurante. El Caixaforum es un “espacio para ser vivido con un tiempo mediterráneo” y quiere trascender la idea del museo como contenedor cultural, con el impacto ambiental como parte de la edificación.

Tres exposiciones inaugurales

Bajo los caparazones estéticos, en el corazón del edificio, se encuentran las tres exposiciones que la fundación de Isidro Fainé ha seleccionado para inaugurar el espacio. 'Faraón. Rey de Egipto', sobre las civilizaciones a orillas del Nilo hasta el periodo romano, que se nutre de obras del British Museum; 'Horizonte y límite. Visiones del paisaje', una reflexión sobre los elementos disruptivos que rompen la horizontalidad terrestre, y la experiencia inmersiva de La Nube, sobre la inteligencia artificial aplicada a la educación.

La Nube, el órgano que ocupa el centro del Ágora, se conecta con los océanos y cambia de color según su temperatura, una forma visual de mostrar los efectos del cambio climático. Su interior está dedicado a actividades divulgativas, destinadas a concienciar sobre la inteligencia artificial, como un espejo biométrico que indica al visitante en qué grado es atractivo o agresivo, una invitación irónica a la reflexión sobre la tecnología.

Las exposiciones temporales, que se podrán visitar durante un año, convivirán en el Caixaforum con dos obras permanentes, diseñadas por dos artistas valencianas: 'Arc al cel', de Inma Femenía, una escultura que reproduce el arcoíris, y 'Palafit', de Anna Talens, que en el exterior del edificio hace un guiño a las construcciones de los agricultores de L'Albufera de Valencia, una propuesta sobre la relación de la ciudad con el agua y la luz.