La pugna entre la conservación y la explotación medioambiental desata la polémica en el Parque Natural del Penyagolosa
La reciente adquisición por parte de la Generalitat del emblemático pico del Penyagolosa –o al menos de parte del mismo- ha supuesto, según anunciaba desde la cima el propio Ximo Puig, la recuperación del patrimonio cultural de la sociedad valenciana y de uno de los símbolos valencianos más importantes. No obstante, los esfuerzos de la Generalitat por garantizar la conservación del parque natural, descuidado durante años por administraciones más partidarias de la explotación de sus recursos, parece haber despertado la animadversión de algunos sectores locales.
Si bien desde el Consell sitúan sus objetivos en “potenciar la protección del patrimonio y la promoción económica en la Comunitat”, las primeras críticas a la gestión proteccionista de la dirección vinieron por parte de un empresario castellonense que pretendía establecer un coto de caza mayor en el parque. El establecimiento del coto era condición sine qua non del empresario, que gestiona también diversos cotos en otros puntos de España, para realizar toda una serie de inversiones en la cercana localidad de Vistabella. El rechazo a la propuesta por parte de Agricultura, que consideró esta actividad incompatible con la conservación del entorno, y el voto desfavorable de Miquel Ibáñez, director de conservación del Parque Natural, acabaron por tumbar las aspiraciones de empresarios y aficionados a la caza.
En una línea parecida se sitúan ahora algunas voces locales críticas, las cuales achacan la falta de desarrollo económico y los problemas demográficos –prácticamente omnipresentes en todas las zonas de interior- a un excesivo celo conservacionistas de la dirección del parque. Algunos de los vecinos de la zona, que consideran estar siendo estigmatizados por las autoridades del parque, vieron un ataque en la observación del director –presente en la memoria de actividades de 2017- de “una falta de implicación en la conservación del patrimonio natural en la población local, propietarios y autoridades”, se aprecia “un interés por la explotación directa o indirecta de los recursos naturales como si fuesen infinitos”.
El apoyo de las plataformas ecologistas
Muy distinta es la opinión que desde diversos colectivos ecologistas se tiene de la labor de Ibáñez. Ya en diciembre, el Grupo para el Estudio y la Conservación de los Espacios Naturales (Gecen) salía en defensa del director de conservación “ante las fuertes presiones que está recibiendo por parte de distintos sectores privados y ayuntamientos de la zona”. Hacían especial énfasis en denunciar lo que consideran una presión abusiva, “incluso rayando lo personal”, al director por “hacer cumplir la normativa de conservación del parque”.
Además apuntaban como posible causa de estas crítica el hecho de que muchas veces los municipios cuyos términos forman parte del Parque Natural del Penyagolosa lo ven como un atractivo turístico para celebrar eventos y atraer visitantes –como con la celebración de carreras-, pero no están dispuestos a aceptar los límites y las incompatibilidades de dichas actividades con la conservación del entorno.
Una situación que no lleva a ningún sitio
Amat Sánchez, presidente de la Junta Rectora del Parque Natural del Penyagolosa, rebaja el tono de la polémica, aunque admite que ha habido divergencias e insiste en que lo que en ocasiones se ha criticado ha sido “la simple aplicación de la norma vigente, y a un funcionario no se le puede pedir que no aplique la norma”. Además, afirma que aunque ha habido situaciones tensas, la dirección nunca se ha negado a negociar y asegura que “siempre se han puesto alternativas”.
Sánchez también niega que la preservación del parque haya afectado socioeconómicamente a la zona y subraya que “muchas de las críticas tienen un carácter subjetivo y que a la mayoría de los problemas que han surgido se les ha encontrado siempre una solución”. Las pocas peticiones que se han resuelto de forma negativa, explica, se han debido a incumplimientos de la autorización o a excesos, “hablar de una falta de permisividad no se corresponde con la realidad”.
“Es cierto que existe una cierta contaminación emocional e intereses personales que no son el interés general. Mucha gente afirma que el parque no les deja hacer nada o que no piden permiso porque les dirán que no. Después, cuando les preguntas, nadie sabe realmente nada, es todo de oídas. Hay cosas que se han contado estos días que son directamente bulos. Es necesario destensionar la situación y buscar consensos”, apunta el presidente.
Un problema de origen
Que la Generalitat haya invertido más de un millón de euros en la compra de parte del emblemático pico –y haya iniciado el proceso para adquirir el resto-, permite ser optimistas de cara a ampliar las necesarias inversiones en la zona. Siendo uno de los parques naturales más pequeños de la Comunitat Valenciana, el del Penyagolosa ha acusado la falta de inversión prácticamente desde su nacimiento en 2006 –en tiempos de Rafael Blasco–. Durante el año 2017, el presupuesto anual con el que contó el parque seguía limitado a los 6.000 euros.