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Escribir para entender lo que (nos) pasa

Ignacio Blanco

Hace hoy justo un año, el 28 de octubre de 2015, empecé a escribir esta columna. Desde entonces he publicado, con periodicidad quincenal, sobre las más diversas temáticas: elecciones, cultura, feminismo, laicismo, memoria histórica, lucha contra la corrupción... Si una cosa intento, ante todo, es no repetirme; si alguna cosa temo, es la vacuidad. Después de 25 entregas, estoy razonablemente satisfecho y con ganas de seguir dándole a la tecla a pesar del pánico a la hoja en blanco que alguna vez me ataca. Escribir se ha convertido, de alguna manera, en mi forma de comunicarme con el mundo: gente que antes me seguía por mis intervenciones parlamentarias ahora lo hace por mis artículos.

Reconozco que para escribir con cierta perspectiva ha sido una ventaja quedarme fuera de la primera línea política. Los tiempos son otros, menos acelerados, más aptos para el análisis y la reflexión crítica. Cambian también los temas y los enfoques: la obsesión por la política -por no decir el politiqueo- deja paso a la preocupación por las políticas, esto es, las respuestas concretas que desde el ámbito público se pueden dar a los problemas de la sociedad. No es una diferencia baladí, y por eso los anglosajones distinguen entre “politics” y “policies”. Los valencianos hemos podido comprobar en carne propia que no es lo mismo hacer política con la lengua que política lingüística, política con RTVV que política audiovisual, política con el territorio que política territorial. ¡Y cuánta falta nos hacen esas políticas!

Otra carencia importante que sufrimos en nuestro país es de literatura política. En cualquier librería podemos encontrar fácilmente un buen número de publicaciones sobre cualquier asunto de la actualidad política estatal o internacional, pero sobre un hecho histórico tan relevante como el cambio en el País Valenciano hasta ahora sólo había una: “Botiflers!!”, el libro que me publicó la editorial Balandra hace también poco más de un año. Afortunadamente, ahora ya son dos, pues acaba de salir “El despertar valencià”, un magnífico análisis del periodista Víctor Maceda, que da las claves políticas, sociales y culturales tanto de los veinte años de hegemonía del PP como de su derrota en las elecciones de mayo de 2015. Muy recomendable.

Borges dijo que somos lo que somos por lo que leemos. Y Fuster que leer es comprender a los otros y a uno mismo. Podríamos preguntarnos entonces cómo es y cómo se comprende el pueblo valenciano con tan bajo índice de lectura. Afortunadamente, en los últimos tiempos están surgiendo nuevas iniciativas editoriales que contribuyen a agitar el debate público con la palabra escrita y, también poco a poco, se van ganando espacios de visibilidad como la Plaça del Llibre celebrada el fin de semana pasado en Valencia. Ahora hace falta que los lectores estemos a la altura, porque seguimos necesitando leer para saber lo que (nos) pasa. Y algunos escribir para tratar de entenderlo.

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