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La fe verdadera

Chus Villar

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Una pequeña, delicada, talla de madera de la Virgen con el niño en brazos descansaba en la humilde mesita de noche de aquel cuarto austero y a la vez cálido, inundado por la luz del sol de marzo. Por la modestia de aquel hogar, sabía que no estaba ante la obra de un escultor afamado, quizás injustamente, pues el cincelador había logrado que la estampa de madre e hijo desprendiera una ternura y una vida que había visto en pocos altares rebosantes de pan de oro.

Como si la imagen de María con su hijo irradiase su potencia maternal, mi anfitriona tenía esa misma expresión de placidez y alma plena cuando miraba a su niño, tendido en la cama a causa de su parálisis, sonriendo él también, cuando ella le acariciaba el pelo, colmado su deseo con la sola presencia de su madre.

Envidié a Carmela en silencio. Quise para mí su alegría en la adversidad, su lucha incesante con la sonrisa y la palabra amable en los labios, su fe. La de Carmela es una fe primigenia, pura, intuitiva; es una energía vital que no la sume en un estado de contemplación sino de acción humana. Y en esa comunión con lo humano reside para ella la divinidad.

Cuando veo el compromiso inquebrantable de Carmela con las personas dependientes dentro de esa asociación que no se cansa de recordar a los que mandan la obligación legal y moral que tienen contraída con los más débiles; cuando observo cómo multiplica las horas del día para crear “los panes y los peces” que ayuda a repartir en el comedor social de su parroquia; cada vez que la miro repasar los botones de esa ropa usada, pero aún utilizable que entregará a las familias que lo requieren… no puedo evitar sentir asco por esos otros, falsos profetas, esos que se jactan de sus ruegos para luego golpear con el mazo de su poder a los que más sufren.

Me pregunto si no sienten vergüenza, pero enseguida me respondo que no la conocen, igual que no conocen y nunca conocerán a Dios, por mucho que cada día repitan su nombre en vano. Porque lo buscan –o simulan buscarlo- donde no está: en las prebendas dadas a las jerarquías eclesiásticas en forma de conciertos educativos o de leyes del aborto a la carta. Porque llevan crucifijos a los parlamentos pero pisotean a las víctimas del accidente de metro. Porque se arrodillan en el confesionario pero roban dinero público de las visitas papales para abonar sus cortijos privados. Porque algunos hoy pondrán ramos en la Ofrenda a la Mare de Déu pero se quedarán con el dinero de la cooperación para los que viven en la miseria. Porque la ortodoxia católica los seguirá paseando bajo palio pero ellos no se preocuparán de hacer políticas para frenar la pobreza creciente de muchas familias que están pasando hambre.

No sé si un Dios justo los castigará, pero espero que el peso de la ley caiga con toda su fuerza sobre los que roban al pueblo al que han empobrecido, y que el peso de las urnas se desplome siempre contra los que no entiendan que alimentar al hambriento y dar agua al sediento es la primera ley divina y humana, sean del partido que sean.

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