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El fuego de la 'Cremà' cierra la edición más multitudinaria de las Fallas tras las restricciones de la COVID-19

'Cremà' en la Falla de la plaza del Doctor Collado.

Lucas Marco

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Buenas temperaturas, puente de San José en la Comunidad de Madrid y una pandemia que limitó al máximo las dos ediciones anteriores y que ya es historia. Ha sido la combinación perfecta que ha propiciado una de las ediciones de las Fallas de Valencia más multitudinaria de los últimos años. “Hemos vuelto a la normalidad de unas fiestas y hemos vuelto de una manera explosiva”, ha dicho el alcalde de la ciudad, Joan Ribó.

La 'Cremà', el último acto de la celebración josefina en el que arden unas 525 fallas de 88 municipios de toda la provincia de Valencia, pone fin a la fiesta señera de la ciudad en 2023, tras la anulación de la celebración en 2020 debido a la crisis sanitaria de la Covid-19 y las fuertes restricciones en los dos años siguientes.

La masiva celebración de este año ha reactivado la economía del sector (pirotecnia, indumentaria, artistas falleros o restauración, entre otros), muy afectada por las limitaciones de ediciones anteriores.

Este año, la falla Exposición-Micer Mascó ha roto la tradicional hegemonía de otras comisiones alzándose con el primer premio de la sección especial, gracias a un monumento del joven artista David Sánchez Llongo. La falla infantil de Convento Jerusalén - Matemático Marzal, una de las tradicionales ganadoras, se ha llevado el primer premio de la sección especial.

Además, las mascletades han contado con una masiva afluencia de espectadores durante las dos semanas previas a los días fuertes de Fallas. El puente de San José en la Comunidad de Madrid, así como el buen tiempo, han llenado hasta la bandera todos los tradicionales actos falleros.

Más de 100.000 falleros han desfilado durante las dos jornadas de ofrenda a la 'Geperudeta', volviendo al recorrido habitual después de tres años, tras la cancelación por la Covid-19 y las obras de la plaza de la Reina. De hecho, la peatonalización de la plaza de la Reina ha convertido el céntrico espacio en un lugar de afluencias masivas durante las Fallas.

Las últimas ediciones de la fiesta, muy limitadas debido a la pandemia, desdibujaron el tradicional ruido y trasiego de turistas y de bandas de música, que este año ha tenido un importante protagonismo. Los petardos y la música de las carpas falleras, que cortan gran parte del tráfico en la ciudad, han sonado como nunca. Y los conciertos de la Alameda también han tenido un notable éxito de asistentes.

Por otro lado, se ha mantenido una cierta descentralización de algunos actos como los castillos nocturnos, que además de adelantar su horario, se han mantenido en la zona de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, un cambio que el gobierno municipal pretende consolidar.

El ruido y la suciedad que provocan las Fallas, además de los cortes de tráfico, son algunos de los puntos más susceptibles del modelo festivo. Los barrios donde más se vive el conflicto entre falleros y vecinos, como Russafa, han vuelto este año a estar colapsados de carpas y de restos de la batalla alcohólica nocturna. No en vano, tradicionalmente, la fiesta fallera obliga a una parte de la vecindad a abandonar la ciudad huyendo del ruido.

El alcalde Joan Ribó ha destacado este año la necesidad de establecer un horario sin petardos para asegurar el descanso de los vecinos durante los días de Fallas y rebajar la afectación hacia las mascotas. “A mí me gustaría que hiciéramos un poco más serio el tema de las horas en las que no hubiera petardos en la ciudad”, ha dicho Ribó, quien apostó por “pasar de una recomendación a algo más serio en un futuro”.

La fiesta también pretende adaptarse a los tiempos de emergencia climática con una apuesta por la sostenibilidad de los monumentos falleros, que como cada año arden la noche del 19 de marzo.

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