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El Gobierno recorta la onda corta

Chus Villar

Se me hace difícil resistirme a comentar esta semana las sonrisitas del agricultor Cotino simulando orgullo por su dimisión y dándole el relevo a otro imputado pero, como lo prometido es deuda, yo la última vez les anuncié que hoy les contaría otro capítulo del ataque a RTVE, y ahí va (de todos modos, cotinadas, fabradas y otras “adas” políticas varias me temo que va a seguir habiendo para rato).

Para que comprendan mejor los que voy a relatarles, les voy a pedir un ejercicio de memoria: ¿recuerdan ustedes el secuestro de Ingrid Betancourt y Clara Rojas, que estuvieron más de seis años retenidas por las FARC? ¿Y el del buque español Alakrana por piratas somalíes? Seguramente sí, pues fueron casos con mucha presencia en los medios de comunicación. Son además, de esas historias que se recuerdan, pues tienen ese componente humano tan irresistible que posee la narración de una tragedia con final incierto que nos hace sentir las desventuras de sus protagonistas como propias.

Es fácil empatizar con estas mujeres obligadas a permanecer un día tras otro durante seis eternos años en la selva. Es sencillo preguntarse cuál sería el nivel de desesperación de ambas, cómo pudo soportar Clara traer un hijo al mundo durante su secuestro, ver cómo su hijo nacía y vivía en cautiverio, o qué harían para distraerse, para no pensar, para no volverse locas…

Pues bien, una de las cosas que mantuvo el contacto con la realidad de estas mujeres fue la radio. Una radio en concreto: Radio Nacional de España a través de su emisora internacional, Radio Exterior de España (REE). Así lo declaró una emocionada y agradecida Clara Rojas al ser liberada. Y lo mismo ocurrió con el capitán del Alakrana, 47 días secuestrado con una tripulación amenazada de muerte por los piratas, que escuchaba las noticias del suceso en esta cadena a través de un receptor que logró ocultar a sus captores.

Hoy en día, si se cumple el plan previsto para REE, ninguno de los protagonistas de estas historias hubiese contado con el desahogo de informarse y escuchar voces amigas en su lengua materna. Radio Exterior, una de las seis cadenas con las que cuenta la radio pública española, destinada a ser la voz de nuestro país en el extranjero desde hace 72 años, ya no emite en onda corta, sólo por Internet y satélite. Para los profanos en tecnología, hay que aclarar que la corta es la que permite emisiones por ondas de radio a larga distancia. Para los profanos en desmanes del Partido Popular, hay que aclarar que la genial idea de eliminar esta tecnología ha sido de nuestro inefable Gobierno.

Lógicamente, la importancia de esta medida no es que afecte a casos como los de los secuestrados que, aún siendo conmovedores, son minoritarios, sino que tiene consecuencias en los millones de emigrantes o desplazados españoles repartidos por el mundo. Según los que mandan en la corporación RTVE, la onda corta se ha quedado obsoleta por su “alto coste” (¡en realidad es de sólo algo más de un millón de euros!) y porque los oyentes de Radio Exterior en los cinco continentes pueden seguir las emisiones por Internet, radio digital o satélite. Se trata de una afirmación ridícula, porque una gran parte de la población mundial, unos 3.000 millones de personas, según la UNESCO, sigue sin tener acceso a Internet, sea por motivos técnicos, económicos o ambos a la vez. Además, más de un 83% de los oyentes de Radio Exterior sigue escuchando esta emisora a través de este “obsoleto medio”, según un estudio de REE.

Las emisiones en onda corta dan a apoyo al importante grupo de compatriotas emigrantes, hoy en aumento; contribuyen a la difusión de España y de lo español (incluidos los idiomas cooficiales del Estado), permiten la información a misioneros, cooperantes y militares en países en vías de desarrollo y misiones humanitarias donde no es posible acceder a Internet, satélite o TDT; facilita el contacto a los marineros y pescadores que pasan meses fuera de su hogar sin poder tener noticia de lo que pueda estar pasando en ellos; es la única forma de recepción de la mayoría de personas de avanzada edad por el desconocimiento de las nuevas tecnologías; ayuda a los estudiantes de castellano y conecta a los profesores con los alumnos en las iniciativas de educación a distancia.

La onda corta tiene, además, una dimensión democrática muy importante: transciende barreras políticas y restricciones gubernamentales en los países donde regímenes totalitarios manipulan y controlan la información. Además, contribuye a disminuir la brecha digital a favor de las sociedades más desfavorecidas y marginadas. Sortea también barreras geográficas, pues llega a aquellas pequeñas poblaciones donde el único medio de información son los receptores de onda corta.

La mayoría de oyentes de REE (un 62%) vive en América y de ellos, un 91% escucha la emisora por onda corta. En este continente, España es el referente de Europa por nuestra historia e idioma común, por lo que la medida nos hace perder posiciones estratégicas en beneficio de otra lengua pujante en el continente, el inglés, y de países como EE.UU.

En África y Oceanía el 100% de los oyentes sintonizan por onda corta, también casi la totalidad lo hace así en Asia, y quizás pueda resulta sorprendente que incluso en Europa un 64% escucha la radio internacional española por este medio.

Teniendo en cuenta la repercusión estratégica y social de la medida, creo que 1,2 millones de euros que cuesta a nuestro país el mantenimiento del centro emisor de onda corta es despreciable. De hecho, supone el mismo importe, por ejemplo, adquirir dos películas de estreno para emitir en La 1 en horario de máxima audiencia. Es más, el coste de la emisión por satélite será mucho más caro.

Dada la inconsistencia económica de la medida, algunos en la casa, como la sección sindical de CC.OO. apuntan a que la corporación pudiese tener intereses comerciales, al intentar vender paquetes de contenidos digitales de TVE y RNE a otros países.

Una emisora pública moderna no solo debe apostar por las nuevas tecnologías sino por el ciudadano, por ayudar a cubrir sus necesidades de conocimiento, información y pertenencia a una comunidad. Pero parece que a nuestro gobierno le interesa más llegar a aquellos con capacidad adquisitiva para generar negocio, a pesar de que la Ley 17/2006 de la radio y la televisión de titularidad estatal establece la obligación para RNE de difundir canales radiofónicos de cobertura internacional para la proyección de la lengua y la cultura española y la atención a los españoles en el extranjero, cosa que, si atendemos a los números mostrados, no se garantiza.

Se ve que Rajoy, que resucitaría si pudiese a Botín para relanzar la Marca España, no es capaz de frenar sin embargo el enterramiento de la onda corta y sus nefastas repercusiones para la imagen y posicionamiento estratégico de la nación. Una vez más, el gobierno del PP, que tanto alardea de españolismo, demuestra que su única patria es el bolsillo del que más tiene.

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