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Marx en su 200 aniversario: el elegido rescatado por la posmodernidad

Andrei Serban

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Hace pocos días se cumplieron dos siglos desde el nacimiento de Karl Marx, una de las figuras más influyentes en nuestra historia moderna por sus aportaciones filosóficas y críticas a las corrientes de pensamiento decimonónicas, pero no exclusivamente. Las figuras de Marx y su obra teórica, vagamente interesadas en cómo funcionaria o podría alcanzarse en realidad una sociedad comunista, tuvieron la capacidad de permanecer como bandera de los movimientos revolucionarios del siglo pasado. Karl Marx es uno de los pocos rostros que han sido reescritos y se han reinterpretado durante etapas históricas distintas, mundos completamente asimétricos y situaciones improvisadas. Por ello, su reflejo en la realidad fugaz y digitalizada de la posmodernidad es objeto de estudio y curiosidad para todos nosotros.

Marx, mucho más que doctrina política

Las estatuas de Karl Marx y Friedrich Engels reciben las visitas de miles de turistas en la capital alemana, y su población natal, Trier, al suroeste del país, ha desvelado otra gran pieza en honor a su héroe en este 200 aniversario de su nacimiento. Las comparaciones resaltan un contraste ridículo con la imagen de Vladimir I.Lenin, el otro elemento sin el cual la ideología comunista carece de sentido. Al mirar un simple mapa señalando las estatuas e instituciones dedicadas al culto de la memoria histórica leninista, sobre todo desde 1990 y pasando por la reciente colonización estadounidense del este europeo –y mas allá–, su número se reduce dramáticamente. Tan solo Rusia, ciertos regímenes asiáticos y naciones perdidas en la antigua órbita soviética conservan viva su imagen.

Han logrado, en pocas palabras, relegar a Lenin al simple estatuto de figura nacional rusa, muy a pesar de que él (también Stalin) son y serán mundialmente conocidos y mediatizados. Ninguno de ellos, sin embargo, está hoy por encima de otros líderes superados por el tiempo endiabladamente rápido en el que vivimos. Al parecer, no sabemos valorar ni siquiera la importancia histórica de la revolución de octubre o la liberación europea por parte de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Rusia es quien llevó el mensaje marxista al mundo y, lo más importante, lo llevó a la práctica e internacionalizó cumpliendo así su máxima premisa. Dentro de la propia Unión Soviética y otros aliados de la esfera socialista, las décadas de principios y mitad de siglo se sucedieron por unos años 70’ y 80’ que también acabaron disminuyendo los principios de estos iniciadores del comunismo, aunque glorificando sus imágenes en plazas públicas y aulas de colegio.

¿Cómo es posible que los liderazgos nacionales en los estados socialistas hayan sido capaces de reinventar gobernantes capaces de sustituir a Lenin o Stalin y tomar caminos distintos, moldeados por nuevos tiempos, pero no lo hiciesen con Marx? Los 80’ acabaron y con ellos también los Tito, Ceausescu o Hoxha que, al lado de otros muchos, como sus predecesores décadas atrás, tuvieron en sus manos demostrar al mundo por segunda vez cómo era una sociedad comunista funcional y próspera (con las discrepancias de rigor entre ellos). Todos dejando atrás el pasado y en cierto modo a Rusia… pero no a Marx.

Al otro lado del continente, en Europa occidental, ninguno logró plasmar otra imagen que la de una dictadura sangrienta. Pero Marx sí encontró su prestigio y se ubicó en todo momento como denominador común entre ambas mitades. Por esta razón, la de tener un vínculo con Occidente y una capacidad de influenciar pensadores continentales cruciales como Horkheimer o Luxemburgo, junto al atributo muy probable de no haber sido un líder político europeo, lo convierten en un símbolo inmortal.

Las limitaciones de los regímenes que han tratado o tratan de establecer un modelo basado en el marxismo y el socialismo no vienen al caso. También las tienen otros aquí, donde el discurso y la economía neoliberales que están matando las ideas socialistas quisieran vernos muertos de trabajar (explotados) y sin un resquicio de solidaridad, y no lo consiguen del todo. Quizás nadie es perfecto en sus intentos, pero para algunos de nosotros las intenciones siguen contando.

Y en relación a esto último, vaya intenciones tienen con nosotros en estos días cuando, sin lugar a duda, la izquierda esta derrotada en los escenarios políticos y se reinventa dolorosamente desde la juventud, la precariedad, la desigualdad y las redes sociales. Cuando sus representantes políticos decidieron dejar atrás el marxismo y encaminarse hacia un consenso liberal multilateral con otras fuerzas, fallaron al no anticipar que Marx es inmortal y, como no, vuelve aparecer en el discurso digital progresista de hoy.

Una herramienta infinita para redescubrirse como clase, ahora jugando en las redes

En la era digital, la figura del pensador alemán vuelve a ser reescrita por enésima vez para poner de manifiesto el delicioso delirio que la posmodernidad es capaz de ofrecernos. Desde Europa hasta Asia y pasando por el feudo capitalista estadounidense, una nueva ola de jóvenes están hoy descubriendo de una forma peculiar la retórica a través de la cual Marx dio voz –anticipadamente- a un siglo entero de comunismo mundial. Estas generaciones distintas entre sí, más que alejadas de la tradición filosófica europea o de las escuelas sociológicas académicas, han llegado a ser sin embargo el máximo pilar revolucionario en la actualidad, y los llamados “memes” de Internet sirven como canal para transmitir estas ideas.

Desde hace relativamente pocos años, el mundo académico occidental presta gran atención a obras como las del esloveno Slavoj Zizek, dedicadas a plasmar de manera vulgar los excesos del capitalismo neoliberal. Zizek es admirado en Facebook y Twitter, pero al mismo tiempo es leído en aulas universitarias. Se trata de memes divertidos en los que Stalin manda a tus amigos de las redes sociales a un gulag siberiano o simples representaciones caricaturescas sobre la desigualdad de oportunidades en el mundo. Estos canales constituyen hoy la manera más eficaz por la que muchos jóvenes dan el primer paso hacia el interés por la izquierda, en la mayoría de casos desubicados y desinformados, en un contexto en el que, en palabras del filósofo coreano Byung Chul Han en su reciente entrevista a El País, el triunfo neoliberal nos remata con su máximo triunfo: la auto-explotación humana en busca de la riqueza y la invisibilización de los culpables en estos tiempos turbulentos.

El “milennial”, un término que no me acaba de convencer, tan dispuesto a renovar las precepciones sociales y emplear el marxismo en la simbología cultural para empoderar a las minorías de una forma sin precedentes, tiene ahora su oportunidad. No parece acabar de moldear una estrategia. Si bien el comunismo de corte soviético ha mostrado ser incapaz de exprimir las ideas de Marx (y los pensadores que influenció) al completo, el turno para redefinir a Marx lo tienen ahora los jóvenes y las redes. Y no temo decir que podría ser el último intento que, quién sabe cómo, se nos ha “permitido” crear.

Las dificultades de los jóvenes europeos por acoplarse a la sociedad actual, algo que no había ocurrido en mucho tiempo, junto al carácter reivindicativo que las redes han dado a la vida cotidiana, quieren decir ni más ni menos que los culpables han sido hallados. Se les ve, se les siente, pero quizás nadie sabe si aún es posible derrotarlos. En 2018, Karl Marx vuelve a ser la herramienta teórica por la que los “de abajo” logran sacar a los “de arriba” de su invisibilidad. Hoy la representación de Marx va mucho más allá que los intentos políticos del pasado. Los movimientos que han tenido la valentía de mantenerlo como referente en sus respectivas aspiraciones económico-sociales, muchas de las cuales Marx no habría podido imaginar, solamente quieren mantener vivo el carácter combativo de las sociedades.

Marx ya no es solo comunismo. Marx es “meme”. Y quien utilice las redes sociales sabe aquello que significa actualmente convertirse en “meme”. Las ideas que Marx utilizó para explicar el funcionamiento de su mundo y las soluciones que propuso se reescriben hoy por la velocidad y la diversidad de la sociedad, hasta el punto de quedar solamente una herramienta en la que el mundo se basará siempre para despertar. Su esencia permanece. Más que desearle un feliz cumpleaños al protagonista de hoy, habría que darle la enhorabuena por ser capaz de mantenerse como símbolo infinito de unas realidades de clase que existirán hasta el final de los días. Incluso cuando deje de ser un rostro, un meme… y sea redefinido de nuevo.

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