Seis meses sin casualidades
Se le pone números y gradaciones a las emergencias. Esas que últimamente nos visitan con demasiada asiduidad, especialmente para quienes tienen pendientes las anteriores. Las personas que aún no han devuelto su entorno a la normalidad, la material, al menos, porque la anímica no volverá nunca. Y los dirigentes que aún no han asumido sus responsabilidades. Podría parecer que las casualidades marcan y retratan, pero no así. No es el azar lo que decide que unas horas sin luz sean emergencia 3, esto es, que la Generalitat se declare incapaz de controlar la situación y se ponga en manos del Estado. Mientras los seis meses de infierno de miles de personas, de miles más 228, nunca lo hayan sido porque Carlos Mazón, aún President, decidió, por ejemplo, proponer comisiones en las que ponía bajo sus órdenes a los ministros del Gobierno de España.
No es la fortuna la que ha hecho que a Núñez Feijóo el apagón histórico le pillara en València, en la tierra de la peor emergencia de Europa en los últimos años. En esa zona que ni él ni sus compañeros del Partido Popular Europeo se dignaron visitar. El líder del PP dijo en su día que la dana era una emergencia 3 y que el gobierno central debía asumir el mando, pero su subordinado autonómico no le hizo caso. Esa es la autoridad con la que trabaja el ocupante del despacho más grande la calle Génova. Ninguna, como se ha vuelto a demostrar en este colapso energético con, entre otras cosas, la sobreactuación de Díaz Ayuso prolongando la delegación de funciones de la Comunidad de Madrid hasta el absurdo, como el que llevó también a la vicepresidenta Camarero a decir que la Comunitat Valenciana seguiría en situación 3 hasta que “el Gobierno de Sánchez dé garantías” de que el apagón no se puede repetir. Si ella tiene ya esa seguridad debe ser la única en España.
Feijóo tuvo que esperar escondido en València a que la situación se fuera normalizando porque no le casaba decir que estaba muy preocupado mientras estaba reunido con sus compañeros del PPE. No fue suerte, ni buena ni mala. La reunión estaba mal organizada, en el peor sitio posible y sólo podía salir mal. Que se fuera la luz quedó en anécdota e, incluso, les ahorró el séptimo grito multitudinario desde la calle, previsto para el lunes. El congreso de los conservadores europeos sirvió para poco más que para vaciar la agenda de Carlos Mazón, pendiente de en qué momento podía aparecer por allí sin avisar a los medios. Que los líderes del PP español y valenciano llevaran desde enero sin verse tampoco es fruto del albur, el que nos dicen que lleva al presidente del Ejecutivo valenciano a Estados Unidos justo cuando los referentes de su partido en Europa se reúnen en su tierra. Se ha ido con la prisa con la que huyó de las preguntas de los periodistas, al grito de “me parece que me tengo que ir de viaje”, como si Donald Trump le hubiera reclamado con urgencia en la Casa Blanca. Antes de esa escapada a correprisas al aeropuerto, Mazón había repetido el modelo de visita fallera (el que no le sirvió ni para la Santa Faz). Una vez concluidas las protestas que han recibido a los mandatarios conservadores de la UE, acudió por la noche a saludar a Weber, Merz, Von der Leyen y compañía. Como la noche de la Cremà, sin anunciarlo en su agenda. ¿Alguien cree que fue casualidad que la primera noticia de esa visita la tuviéramos por las fotos que remitió el equipo de la alcaldesa María José Catalá?
La presidenta de la Comisión Europea no ha encontrado un momento para visitar Valencia en medio año pero sí ha cuadrado su agenda de actos entre semana para venirse unos días a verse con los suyos. Es una elección que les define. Como lo hace que, desde una tierra todavía noquedada por el barro y la incompetencia, el PP se permita dar lecciones de respuesta ante las emergencias. Desgracia para los ciudadanos es que los encargados de controlar cómo se gestiona la energía en España y cómo se nos explican contingencias históricas estén tan desacreditados. Que a Mazón le diera tiempo a criticar al gobierno central y a hablar de falta de información antes de irse a Nueva York no es coincidencia. Que justo cuando se cumplen seis meses de su desaparición en la tarde más triste de la historia valenciana, el President esté hablando de oscurantismo no es casualidad. Es desfachatez nivel 3.
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