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CV Opinión cintillo

València, hacia la transición ecológica

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A finales del año pasado, mis compañeros de l’Observatori Municipal de l’Arbre propusieron poner una colmena en la azotea del edificio donde trabajo, en un edificio municipal en el centro histórico de València. Es un entorno hermoso, plagado de antiguos palacios, iglesias, museos, barrios que uno nunca se cansaría de visitar, de pasear.

Yo no conocía la apicultura urbana y la idea me entusiasmó: ¡abejas en la azotea! Ellas son nuestros más próximos aliados para garantizar un proceso vital para nuestra supervivencia, la polinización, que permite la fecundación de las plantas y el desarrollo de los frutos que nos alimentan, también en regresión debido a la desaparición de los insectos y de sus hábitats.

No fue una sino dos las colmenas que trajeron desde la colonia que mantienen en los Viveros y yo me preguntaba si serían capaces de apañárselas en medio de la ciudad; afortunadamente, mis colegas habían provisto las colmenas con un par de panales de alimentación suplementaria para el periodo de adaptación.

A los pocos días, subí a la azotea y me acerqué al refugiado rincón de las colmenas; contemplé con optimismo el incesante trajín de mis nuevas compañeras de oficina que iban y venían con sus patas cargadas de polen. Y es que la ciudad es un intrincado y diverso reservorio de flores a su alcance, flores muy cercanas en el Jardín del Túria, en la Glorieta y el Parterre y, como reza el letrero de los botecitos de miel que preparan Enrique Dobón y Vicente Pradas, flores de los balcones de nuestra ciudad.

No solo no han necesitado aporte alimentario, sino que las colmenas rebosaban de miel y de larvas y el apicultor se apresuró a ampliarles el espacio para evitar una enjambrazón y fuga de una parte de la colmena. ¡Ah! Y la miel, urbana y todo, es de excelente calidad, probablemente porque jardines y macetas no son objeto del uso de agroquímicos y plaguicidas. Abejas, jardines y espacios libres de contaminación son una alegoría de lo que queremos para nosotros y nuestro vecindario, de la buena dirección en la construcción de una ciudad sostenible.

La sostenibilidad urbana constituye uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas -el ODS 11- que apunta directamente a la necesidad de hacer frente a los crecientes problemas sanitarios, ambientales, la desigualdad y la marginación; la población urbana mundial ha aumentado de manera exponencial –desde 751 millones en 1950 a 4200 millones en 2018– y continuará con esta tendencia

Pero ¿de qué modelo de ciudad estamos hablando? Seguramente, el imaginario colectivo apunta hacia una ciudad limpia, saludable, verde, equitativa y diseñada a la medida de las personas; esta debe ser sin duda la visión de municipio que subyace el mencionado ODS 11.

Muchas ciudades europeas multiplican progresivamente los esfuerzos en pro de esta visión, esfuerzos que persiguen un modelo de ciudad diferente del construido a lo largo del siglo pasado. Las del siglo veinte son devotas del coche, insensibles a la creciente agresividad del tráfico y de la mala calidad del aire, con un pésimo balance de zonas verdes, áreas peatonales (más allá de las comerciales) y espacios de convivencia.

Las de este siglo son ciudades en transición porque requieren que todas las políticas, sectores y acciones quieran alinearse en la construcción del nuevo modelo. Será, por tanto, necesario promover una alianza que reúna a toda la ciudadanía si queremos que esa transición –transformación- cobre entidad y siga adelante a buen ritmo.

Pudiera parecer paradójico plantear el reto de un cambio de modelo en el momento actual en que nos vemos sometidos a un desafío de dimensiones también planetarias. Pero precisamente por eso, tal vez sea el momento idóneo para buscar un cambio de paradigma.

València dispone de importantes activos que constituyen una importante línea de base para su transición ecológica; desde el Jardín del Turia hasta la Albufera y su Devesa, desde las playas de la Malvarrosa o El Saler hasta la propia huerta, son numerosas las fortalezas en las que apoyar esa ciudad natural, verde, saludable e integradora que nos podemos dar aunando esfuerzos y voluntades.

Esa alianza es el objeto de la jornada prevista el próximo 17 de diciembre; estrechar lazos y compartir reflexiones, iniciativas y propuestas para la transición ecológica de València, impulsada desde el consistorio municipal. Hablará la academia, las universidades públicas de nuestra ciudad, un inmenso capital de conocimiento e innovación que necesariamente debe transmitirse a los planes y proyectos para la transición ecológica de la ciudad; acercarse e interconectar con la ciudadanía, su razón de ser.

Como dice Adam Finn (Universidad de Bristol), no basta la tecnología y la multiplicación de recursos ante un desastre mundial como la pandemia, su remedio también está impulsado por las cosas extraordinarias que los seres humanos pueden lograr cuando se unen por las circunstancias y se les encomienda un propósito común.

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