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No es país para viejos

Marcos García

Esta semana se publicaban los datos del padrón del Instituto Nacional de Estadística (INE). Datos que, un año más inciden en el estancamiento del crecimiento de la población. Esto, que en términos de sostenibilidad no tendría por qué que ser malo, en realidades una debacle si tenemos en cuenta que la población activa actual y la que venga en el futuro será la que tenga que pagar las pensiones dentro de unos años.

A menor crecimiento, menor capacidad productiva. Y si en lugar de un crecimiento reducido nos encontramos con un claro decrecimiento el resultado es una estructura que no se sostiene.

Este ha sido uno de los datos que más han destacado todos los medios de comunicación. Y no es para menos teniendo en cuenta los recortes a los que continuamente se somete al sistema de prestaciones públicas. Viendo cual es la situación en este sentido no es descabellado esperar que unas administraciones y otras esgriman este estancamiento como excusa para emprenderla de nuevo a tijeretazos.

Hay otro aspecto destacado de los datos del INE sobre el que también vale la pena hacer una reflexión: el de la salida de la población inmigrante (vinculado por cierto con el anterior porque, por mucho que a algunos les pese, los inmigrantes trabajan, cotizan y pagan impuestos). Obviamente una de las consecuencias de la burbuja inmobiliaria es la extinción del efecto reclamo que esta pudo tener en su momento. Pero la pérdida de este segmento no es más que una parte del total de ciudadanos extranjeros que han dejado de residir en España. Los europeos domiciliados en nuestro país también han reducido su número en el último año.

Es cierto que hay que tomarse las cifras del padrón con cierta cautela en este sentido porque es posible que los resultados de este año acarreen un importante ajuste que pueda llegar a magnificar la importancia de la pérdida. Sin embargo hay provincias en las que esta salida de extranjeros supone pasar del crecimiento a la pérdida según los últimos resultados. Es el caso de Alicante que pierde un 1,54% de su población desde 2008.

Lo llamativo del caso es que a la tendencia que muestra la provincia de Alicante podría seguirle toda la Comunitat. Y en una zona en la que el turismo es uno de los pocos sectores que todavía parece capaz de generar algún beneficio, una tendencia como esta debería hacer saltar la voz de alarma. Porque la pérdida de estos residentes puede esconder problemas estructurales que afecten gravemente al sector turístico y mengüen su competitividad.

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