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Realities

Chus Villar

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“¡Qué fuerte, tía, qué fuerte! -escucho al entrar al gimnasio- ¡Los han echado!”, y me precipito a compartir la indignación de mi compañera de zumba: “Sí que es fuerte, sí, más de 200 trabajadores de Bosal a la calle siendo la empresa rentable…”. Veo que me miran de arriba abajo (¿llevo unas mallas pasadas de moda?): “Hablamos de Gran Hermano. Han echado a Los Chunguitos”.

Con complejo creciente de bicho raro –antes sólo venía con complejo de bicho gordo- empiezo a calentar, mientras mis atléticas amigas comentan lo mal que le queda la camiseta a la Esteban, y la tirria que le ha cogido a la ex concejala Olvido, que, por lo que se ve también es para echarle de comer aparte, porque es adicta al sexo, muy mala esposa y peor madre.

Al calor de la coreografía conjunta, me relajo, me vuelvo a fundir con la humanidad, y una horita de sudor y despliegue de endorfinas después, ya en el vestuario, veo a Puri, que viene de hacer spinning. Esta sí que sí. A Puri tiene que preocuparle la desindustialización de Sagunto. A su marido lo despidieron hace un tiempo, cuando cerró Galmed. “¿Qué pasa, Puri? ¿Vas a ir el jueves a la manifestación de Bosal?”. “Pues no voy a ir, tía, porque la mayoría de ellos no venían a las nuestras, aquí cada uno va a la suya”.

“Di que sí, la gente es muy egoísta”, añade Tere. “Además, que no se va a conseguir que reabran”, apostilla Trini. “Pero, al menos, habrá que pedir que los indemnicen como merecen, no? –pregunto yo-, y habrá que hacerse oír, que estos se han inventado un concurso de acreedores, y han fingido problemas económicos que no tienen, y han chupado del paro de los trabajadores para mantener la actividad con ERE injustificados… y ahora no pretenden ni indemnizar...”

“Ya se sabe que las empresas tienen la sartén por el mango, y por pegar cuatro gritos no la van a dejar de tener”, afirma rotunda Nerea, mientras se abrocha las Nike. “Pues dicen que la próxima es Tumesa, no trabaja tu hermano ahí?”, le pregunto. “No, en Thyssen-Ros Casares”. “Pues igual me lo pones. Otra que tal baila. En concurso también”.

“Mujer, no hay que ser agorera, tampoco va a durar la crisis siempre, parece que la cosa va mejorando. Y además, cerrarán unas empresas y abrirán otras”, dice Trini, secador en mano. “Pues puede ser –contesto-, el problema es que a ver cómo se mantienen las familias que pasen de cobrar un sueldo en empresas industriales de las de antes a trabajar a destajo por menos de 1.000 euros, que es lo que les van a pagar ahora”.

Nadie contesta, me gustaría pensar que es porque el argumento es incontestable, pero creo que les cansa mi cháchara. Cojo mi mochila y me despido: “Bueno, chicas, mañana más”. “Hasta mañana”, “Hasta luego, guapa”, “nos vemos”. Cierro la puerta del vestuario y pienso que quizás me he pasado un poco, que lo mismo las he dejado agobiadas, cuando oigo: “¡Que fuerte, tía, ¿sabéis quién va a entrar en un reality? ¡La Castedo!”. Definitivamente, soy un bicho raro, tengo que ponerme al día de los personajes del corazón para mantener conversaciones más agradables con mis compis… ¡Pues no que por un momento he pensado que la Castedo esa era la ex alcaldesa de Alicante!

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