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Segur que tomba, segur que torna

Chus Villar

No hace mucho, en estas mismas páginas digitales, califiqué de esperpento a lo Luces de bohemia lo que estaba sucediendo con RTVV, pero la escena final ha rebasado hasta la imaginación valleinclanesca. Como dice Miguel Giménez, “las cosas se pueden hacer muy bien, bien, regular, mal, muy mal o como lo hace la Generalitat, el PP de la Comunidad Valenciana y Alberto Fabra”. Es cierto, este Gobierno pone a prueba nuestra capacidad lingüística como plumillas para encontrar adjetivos, comparaciones y metáforas. Sin embargo, la imagen que se me vino a la mente la mañana del 29-N fue rápida y clara: cuando vi Nou rodeada de policía, los trabajadores escalando vallas para entrar en su puesto de trabajo, un colega de RNE saltando por una ventana para poder informar a los ciudadanos de lo que estaba pasando, la portavoz de las víctimas del accidente de metro entrando en los estudios a la carrera por una puerta trasera escoltada por periodistas… pensé inmediatamente en otro día veintitantos de hace tres décadas, el 23-F.

Temí que, si aquel terrorífico día del 81 sonaban marchas militares por RNE, lo mismo esa mañana al poner Radio Nou nos llegaba por las ondas la sintonía de campaña del PP, pero no, cuando sintonicé el 100.9 del dial un inquietante zumbido me constataba que el golpe de Fabra era mucho más tajante. El fabrazo, sin embargo, no le salió tan bien en la tele; no consiguió, como lograron los guardia civiles que tomaron TVE, que la televisión pública no emitiese noticias (en el 81 mientras los españoles tenían el corazón en un puño, en las pantallas de sus televisores se veía el Concurso 300 millones). Los trabajadores de Nou aguantaron 12 horas con una programación informativa que se saltó la orden de cierre nocturna y acaparó el record de audiencia de toda su historia.

De hecho, la alta cuota de pantalla que venía teniendo una Nou en rebeldía en las últimas semanas suponía un desgaste político que Fabra no estaba dispuesto a consentir: no satisfecho con la aprobación en solitario el día antes de una ley de urgencia para acelerar un cierre cuya posible ilegalidad ya ha sido denunciada ante el TSJCV, el Molt Honorable, ante las dificultades para ejecutar la clausura, manda a uno de los liquidadores a denunciar a los trabajadores por ocupación ilegal, o sea, considera que deben enfrentarse a penas de cárcel.

Definitivamente, este iba a ser un Black Friday y no sólo por las ofertas comerciales. Cuando a las 12.19 el color que simboliza la oscura historia del RTVV bajo el mandato popular ocupa los receptores de 110.000 valencianos, constato que la sensación de usurpación democrática que tuve esta mañana no es sólo mía: “Això és un cop d’Estat”, se grita fuera de las vallas de Nou en Burjassot, donde cada vez más personas nos agolpamos para dar apoyo moral a los de dentro y para mostrar nuestra oposición a lo que ocurre. Luego supe que también en el estudio se lanzó el mismo grito indignado, que se repetiría al día siguiente por las calles de Valencia.

Ahora dice el vicepresidente que esos miles de valencianos llenando por completo la Plaza de la Virgen no son suficientes para que se lleve a efecto el trending topic de los últimos días: “Fabra dimissió”. Se ve que Císcar tampoco interpreta adecuadamente el gesto insólito de que la prensa le hiciese el vacío en la rueda de prensa del viernes. Los periodistas sí sabemos lo que eso significa, pues en esta profesión, para nuestra propia desgracia y para la de la democracia a la que debemos servir, no abundan estas muestras de valiente unión.

Los populares intentaron hacer la contramanifestación digital en las redes, ya que su cobardía les llevó a intentar escaparse a Ibi (cosa que no lograron, pues la libertad de expresión les persiguió hasta allí), y ya que durante todo el fin de semana desaparecieron de la escena pública. Era grotesco leer comentarios como el de que los partidos de oposición manipulaban las conciencias de los que estábamos en la manifestación o el de que cómo podían consentirse banderas independentistas en esa protesta…

Miren, señores del PP, yo no soy independentista, no pertenezco a ningún partido político, ni siquiera soy valenciana, yo nací en 1974 en una casa de Sevilla en la que había vinilos de Lluís Llach y en la que mis mayores me contaron que hubo un tiempo oscuro en el que a otros ciudadanos de mi país no se les dejaba expresarse en su lengua materna, esa a la que ustedes acaban de herir de gravedad con su decisión. Por eso, cuando hace siete años llegué a esta bendita tierra en la que nació mi pareja y en la que se crían mis hijos, lo primero que hice fue aprender valenciano, y por eso hoy puedo decirles en la lengua de Ausiàs March: segur que Fabra tomba, tomba, tomba… y RTVV tornarà.

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