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El desagravio del Foro de La Toja

El expresidente del Gobierno, Felipe González, durante su intervención en la segunda jornada del Foro La Toja en la Isla de La Toja, Pontevedra, Galicia (España).

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Esta pasada semana se ha celebrado en A Toxa un “foro de debate” singular, en el que han participado un selecto grupo de personalidades del mundo de la política y de las finanzas fundamentalmente. Entre los políticos se han mezclado los que tienen responsabilidades de gobierno en este momento y los que ya no las tienen. Del mundo de las finanzas todos están en activo.

El “Foro de La Toja” formalmente se presentaba como un espacio de debate, pero materialmente ha sido lo que en España se ha denominado tradicionalmente un “acto de desagravio”. Actos de desagravio a la “bandera”, al “Sagrado Corazón” o a la “Inmaculada” los hemos tenido recurrentemente en nuestro país. En estos últimos tiempos parece que el “desagravio” ha cambiado de protagonistas y de objeto. Se ha trasladado del círculo castrense-religioso al ámbito político-financiero y el objeto del desagravio ha dejado de ser la bandera, el Sagrado Corazón o la Inmaculada, para pasar a serlo la monarquía en general y los reyes Juan Carlos I y Felipe VI en particular.

Porque de esto último es de lo que ha ido el Foro de La Toja, que ha sido, por un lado, una prolongación del escrito de exministros y ex altos cargos reivindicando la figura del Rey “emérito” tras su poco edificante “huida” a los Emiratos Árabes Unidos y, por otro, de las cartas remitidas a la jueza argentina que tramita la denuncia contra Rodolfo Martín Villa y otros políticos de la época de Franco y de los primeros años de la Transición por diversos actos represivos que acabaron con la muerte de determinados ciudadanos españoles. El escrito y las cartas han sido auténticos actos de “desagravio” respecto de don Juan Carlos de Borbón y de Rodolfo Martín Villa. Frente a los intentos de poner el foco en momentos “oscuros” de su trayectoria, se ha subrayado su aportación a la democracia en nuestro país como algo indiscutible y que lava cualquiera de los errores cometidos.

En el Foro de La Toja se ha transitado del pasado reciente al presente más inmediato. Se ha tratado de un acto de “desagravio” al Rey Felipe VI ante las críticas recibidas por llamada telefónica dirigida al presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) “en funciones” el mismo día en que se celebró en Barcelona el acto de entrega de despachos a la nueva promoción de juezas y jueces, al que el Rey lamentó no haber podido asistir por no haberlo considerado oportuno el Gobierno de la Nación.

Hay una diferencia entre el “desagravio” del Foro de La Toja respecto del Rey Felipe VI y los “desagravios” del escrito de exministros respecto de don Juan Carlos de Borbón y de las cartas de Rodolfo Martín Villa. En estos últimos documentos se admitía que podía haberse hecho algo mal, pero que la trayectoria general de los “agraviados” era digna del mayor elogio. En el “desagravio” del Foro de La Toja se niega rotundamente que haya la más mínima tacha en la conducta del Rey Felipe VI. De “impecable”, de una “prudencia exquisita” y de “respetuosa con todos los poderes del Estado” la ha calificado Felipe González, que ha oficiado sin lugar a dudas como la figura estelar del Foro. Si respecto del pasado se puede aceptar que tal vez alguna cosa no se hizo del todo bien, respecto del presente no se puede aceptar absolutamente ningún reproche. Respecto del Rey Juan Carlos I se puede aceptar que haya habido algunas sombras en su reinado. Respecto del Rey Felipe VI no se admite ninguna.

Que se haya optado por centrar el “desagravio” del Foro de La Toja en un acto del Rey relacionado con el presidente del CGPJ “en funciones”, del que se sabe que rechazó expresamente la propuesta de trasladar la celebración del acto de entrega de despachos a una fecha que no coincidiera con el aniversario del referéndum del 1 de octubre de 2017 y del discurso del Rey Felipe VI del 3 de octubre, así como con la fecha en que estaba previsto que el Tribunal Supremo hiciera pública la sentencia de inhabilitación del president de la Generalitat, es muy expresivo.

Nadie de los que estaban en A Toxa desconocía estas circunstancias y todos saben perfectamente lo que la presencia del Rey en el acto significaba y la finalidad que con dicha presencia se perseguía. No se perseguía su presencia en la entrega de despachos, sino su presencia en unas fechas dolorosamente conflictivas, en las que cabía esperar incidentes de orden público de mayor o menor intensidad, pero que la presencia del Rey magnificaría. Nadie podía desconocer la imprudencia del Rey al participar en el acto sin haberlo consultado previamente con el presidente del Gobierno y nadie podía desconocer la “rebeldía” del Rey ante la negativa a su participación mediante la llamada telefónica del presidente del CGPJ “en funciones”, al que le faltó tiempo para hacer público el contenido de la llamada.

El “desagravio” del Foro de La Toja, que no ha podido ser organizado sin la consulta previa y consentimiento de la Casa Real, es un muy mal indicador para el futuro de la monarquía. Es un paso más en la deriva hacia la anti-democracia que ha estado presente a lo largo de toda la historia de la monarquía española desde 1812 y que parcialmente se había corregido en las primeras décadas del reinado de Juan Carlos I. Ignacio Sánchez Cuenca se preguntaba hace una semanas en la revista 'Contexto' quién aconsejaba o por quién se dejaba aconsejar la Casa Real y advertía del riesgo que para la supervivencia de la Monarquía suponía enfeudarse a la derecha. Parece que la advertencia está cayendo en saco roto.

Lo que me resulta inexplicable, en cualquier caso, es que Felipe González se haya convertido en una figura, tal vez en la figura más destacada de esa deriva antidemocrática. Que Felipe VI no entienda muy bien lo que esta deriva puede comportar lo puedo entender. Que no lo entienda Felipe González me parece incomprensible. Y, por qué no decirlo, muy doloroso.

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