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La UE entra en el juego

Una ciudadana vota en las pasadas elecciones europeas.
17 de octubre de 2023 22:36 h

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En 2024 hay elecciones al Parlamento Europeo. Se celebrarán entre el 6 y el 9 de junio. A diferencia de las de 2019, que se celebraron conjuntamente con las elecciones municipales y autonómicas de las Comunidades Autónomas del artículo 143 de la Constitución, en este caso, como ocurrió con las celebradas en mayo de 2014, se celebrarán solas.

La Unión Europea es un club de Estados democráticamente constituidos, pero ella misma no lo está. No hay un pueblo europeo como lugar de residenciación del poder, como lo es el “pueblo alemán” en Alemania, el “pueblo español” en España y así sucesivamente. La Unión Europea es el resultado de la imposición de la democracia a escala continental tras la caída del Muro de Berlín, precedido por la desaparición de las dictaduras portuguesa y española en la segunda mitad de los años 70. 

La Unión Europea no ha exigido la invención de un nuevo principio de legitimidad, como lo exigió el tránsito del Antiguo Régimen al Estado Constitucional a partir de la Revolución Francesa (“soberanía nacional”) o como lo exigió el tránsito del Estado Liberal “oligárquico” al Estado “social y democrático” de Derecho (“soberanía popular”) a partir de la Primera Guerra Mundial. La metabolización de esos principios de legitimidad exigieron dos siglos. Y en esos dos siglos hubo que hacer frente a muchas contradicciones y retrocesos, que pusieron en cuestión la propia supervivencia de la democracia parlamentaria como forma política. Hasta que se produjo la imposición del principio de legitimación democrática como indiscutible a escala continental, no fue posible iniciar el proceso de construcción de la Unión Europea.

Ahora bien, si la Unión Europea no ha exigido la invención de un nuevo principio de legitimidad, sí ha exigido hacer operativo dicho nuevo principio de legitimidad de una manera uniformemente reconocible en todos los Estados que la integran. Para entrar en el club, había que pasar el examen. Para mantenerse, también. 

Y aquí es donde están apareciendo los problemas, en parte porque hay países que se autocalifican de “democracias iliberales” o países que no han llegado todavía a calificarse de esa manera, pero en los que hay partidos políticos con cada vez más presencia que apuntan en esa dirección.

La Unión Europea ha sido relativamente exigente hasta la fecha en qué entendía por democracia, en cuál es la norma que debe presidir el sistema político de todos los Estados miembros y qué consecuencias se derivaban de apartarse de dicha norma democrática

Estoy convencido de que en torno a la concreción que debe darse a esa norma democrática van a girar las elecciones europeas del mes de junio. 

En cierta medida este ha sido el eje en torno al cual vienen girando las elecciones nacionales celebradas en los diferentes Estados miembros, de las que las españolas del 23J y las polacas de este pasado domingo son las muestras más recientes. Pero también ha habido elecciones recientes en Italia, en Finlandia, en Eslovaquia, Suecia y en algunos muy importantes lander alemanes en dirección distinta a las española y polaca. 

Sin la intensidad y sin la carga trágica que tuvo el enfrentamiento entre la democracia parlamentaria y las fórmulas autoritarias de la primera mitad del siglo XX, pero sin que se pueda descartar que se desemboque en una situación similar, esto es lo que está en juego en este momento en el proceso de construcción de la Unión Europea.

La Unión Europea, repito, ha sido el resultado de la imposición de la democracia a escala continental con el referente de la concepción de la democracia de los países fundadores. ¿Es posible que la Unión Europea lo siga siendo con base en una interpretación distinta de la democracia? 

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